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Dios y el judo, los pilares de la medallista Yuri Alvear

La judoca vallecaucana ha hecho una carrera llena de éxitos, con dos medallas olímpicas que la ratifican entre las mejores del mundo.

10 de agosto de 2016 Por: Por Filiberto Rojas, enviado especial de Colprensa - Rio de Janeiro

La judoca vallecaucana ha hecho una carrera llena de éxitos, con dos medallas olímpicas que la ratifican entre las mejores del mundo.

De rodillas en el tatami, mirando al cielo, con lágrimas, expone sus dos pilares: Dios y el judo. Dios le da las fuerzas para abrir un camino de éxitos con el judo. Los dos le cambiaron la vida.

Hija de Arnoi Alvear y Myriam Orejuela, y miembro fiel de la iglesia cristiana Misiones y Nación de Jamundí, en el Valle del Cauca, Yuri nació el 29 de marzo de 1986 en la tierra del cholado, en una familia de escasos recursos, por eso desde que tuvo uso de razón recuerda que sintió la necesidad de encontrar condiciones para estudiar y brindarle a su familia una mejor forma de vivir: El deporte apareció como una forma de ganarse la vida.

Su mejor amiga, Leidy Johana Álvarez, le dijo que la acompañara a un entrenamiento de judo, actividad que hacía parte de un proyecto iniciado por el técnico Ruperto Guauña, que consistía en aprovechar el tiempo libre de los jóvenes de Jamundí y del Liceo Técnico Comercial, en donde Yuri estudió el bachillerato.

Tímida, introvertida, Yuri asistió al entrenamiento, pero no se animó, se sentó en las graderías para observar cómo era. De repente escuchó la voz del técnico, quien la invitó a que hiciera parte del entrenamiento: “¡Venga practique!”, le dijo. Con temor, sin conocer el deporte, Yuri aceptó la invitación. “La primera clase fue de rollos hacia adelante y hacía atrás, y caídas de judo. Todo para mí fue muy fácil, me sentí muy bien y me gustó mucho”, recuerda.

Pero el estilo Guauña era diferente, no conoció el tatami los primeros días, porque lo primero era saber qué era el judo, por eso el entrenamiento era hacer planas en un cuaderno, sí, Guauña escribía en un tablero las reglas del judo con su significado, y los alumnos debían llevar un cuaderno con las planas de la terminología del deporte. “Gracias a esa escuela conozco muchos significados y palabras del judo, que otros deportistas no tienen”, reconoce.

Sus padres la apoyaron, moralmente le dieron toda la confianza, pero, económicamente no, no tenían como, hicieron el esfuerzo hasta donde pudieron, por eso, desde niña Yuri sintió el deseo de mejorar en la parte social y, por la situación en la que vivía, nunca pensó que fuera tan rápido y haciendo algo que le gusta, que la apasiona.

Cuando cumplió los 14 años empezó en serio a practicar judo. Gracias a su desarrollo motriz como deportista, se adaptó rápido, sus avances fueron muy rápidos. Comenzó a competir a los seis meses y se sentía muy bien, al punto de que 16 años después puede asegurar que “me sorprende por todo lo que Dios me ha permitido lograr”.

Sí, Dios, porque así como el judo, sin Dios no habría podido, pues “sin Dios no puedo hacer nada. Él es lo primero en mi vida, es lo más importante, sé que tengo el respaldo de Él, sumado a que tengo unos principios de compromiso, disciplina y dedicación, porque sé que si quiero ser una gran deportista debo esforzarme y trabajar mucho, con la convicción de que Dios estará bendiciendo todo lo que hago”.

En el año 2004, Yuri dejó su casa en Jamundí, para trasladarse a Cali, en donde estudió su carrera, becada por Indervalle, con el compromiso de mantener buenos resultados deportivos. En el 2009 obtuvo su grado como Profesional en Deporte y Actividad Física, de la Escuela Nacional del Deporte. En el futuro le gustaría cursar un programa profesional de contaduría y perfeccionar el inglés.

Y los triunfos de Yuri llegaron rápido. Hoy ya suma más de 30 medallas internacionales, una más importante que la anterior, con dos títulos mundiales, un bronce olímpico en Londres-2012 y la de Rio-2016, con la que completó un Ciclo Olímpico impecable, que más allá de los triunfos, le ha permitido cambiar su vida, vivir del deporte.

“Aunque mucha gente me dice que en Colombia no se puede vivir del deporte, yo les digo que están equivocados, que desconocen el apoyo que tenemos como deportistas, de todos los beneficios que nos dan y les puedo decir que no sólo yo he vivido del deporte, sino que he podido ayudar a mi familia, a mis seres queridos para que tengan un mejor nivel social, con nuevas oportunidades”, dice con firmeza la segunda mujer de la historia colombiana en ser doble medallista olímpica.

En su día a día, Yuri vive muchos meses fuera del país, pues realiza sus entrenamientos en Japón, en donde el judo es arte, cultura y respeto. Allá adquirió muchas herramientas de disciplina y trabajo fuerte. “Lo bueno del Japón es que puedo ir a entrenar a universidades, en donde no hay rivales directas, pero igual, son muy fuertes” y todo, porque encontró al entrenador ideal, al japonés Noriyuki Hayakawa, quien admira el compromiso y la constancia de Yuri, por eso se jugó su carrera como entrenador para buscar la gloria olímpica con la vallecaucana.

Aficionada a coleccionar billetes de los países a donde viaja e imanes para la nevera de su mamá, Yuri comenta con entusiasmo, que su vida ha cambiado, y que cada vez la responsabilidad como deportista aumenta y el trabajo continúa con el objetivo de conseguir más triunfos para el país.

Y como sus pilares son el judo y Dios, cuando no entrena judo, que es muy poco tiempo en cada año, su tiempo se lo dedica a la iglesia, a Misiones y Nación de Jamundí, porque es cristiana y antes de llegar al más alto rendimiento internacional, tuvo un grupo de mujeres al que le dictaba clases de actividad física en las noches y cuenta con una casa de paz para invitar a jóvenes y adultos para compartir de Dios y del judo, de sus experiencias.

Es por eso que Yuri tiene claro que en judo no tiene temores y que a lo único que le teme en la vida es a siempre hacer las cosas bien delante de Dios, porque “si la mano de Dios no está conmigo, no voy a poder cumplir ninguno de los propósitos que tengo para mi vida, por eso mi principal preocupación es que Dios esté a mi lado y cuando siento que estoy bien con Dios eso me da confianza”, asegura Yuri, quien en Rio-2016 demostró que está de la mano de Dios, quien le abrió los caminos para conquistar la gloria en el judo olímpico.

 

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