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Testimonios de jóvenes que escucharon el llamado de Dios en Cali

Actualmente, más de 100 jóvenes se forman en el Seminario San Pedro Apóstol. Otros 40 que se han acercado a la Arquidiócesis de Cali.

31 de marzo de 2013 Por: Iván Felipe Duque Hernández | Especial para El País

Actualmente, más de 100 jóvenes se forman en el Seminario San Pedro Apóstol. Otros 40 que se han acercado a la Arquidiócesis de Cali.

Construirle la casa a su mamá. Esa fue la razón por la que hace más de seis años, Eiser Lucumí Chará, dejó Padilla, Cauca, para instalarse en Cali, encontrar un trabajo digno y colaborar para que su madre y sus seis hermanos pudieran tener una vivienda.Eiser, de 20 años entonces, en ningún momento intuyó que el llamado a dejar su pueblo tenía oculta una razón más fuerte: la voz de Dios, que le iba señalando el camino para realizar sus sueños. No importó entonces que ese trabajo estable anhelado hubiese aparecido, porque en los designios de Dios, como Eiser lo menciona, no hay obstáculo alguno.“Salía del trabajo en busca de un lugar de oración para encomendarle mis angustias, pidiendo siempre que todo me saliera bien para no fallarle a mi familia”, recuerda hoy el aspirante a sacerdote. Fue entonces como terminó asistiendo a la Parroquia La Sagrada Familia, al norte de Cali, donde empujado por la fe y la pasión por el canto se sumó al coro de aquella iglesia. Luego de eso, según Eiser, no hubo retorno.“Después de estar en el coro, me uní al plan pastoral de la parroquia, luego serví como monaguillo y como por arte de magia aparecen esas personas claves que, de alguna forma, sea con un consejo o una ayuda, te dan la motivación para creer en este trabajo de fomentar la fe”, dice. Una motivación que necesitaba, pues sentía miedo de enfrentarse a la formación católica, ya que Eiser no era una persona amiga de los libros y para formarse como ‘pescador de almas’ es imprescindible poseer un nivel alto de lectura y comprensión. Así lo destaca el padre Gustavo Isaza, rector del Seminario Mayor San Pedro Apóstol de Cali. El religioso aclara que la primera fase es participar en el preseminario, donde se le pone a prueba en todo sentido, tanto en lo sicológico y moral como en lo intelectual.Es decir, no todos los que hacen el preseminario tienen garantizada la continuidad para seguir su formación y enfrentarse a estudios en filosofía, sicología, idiomas, historia, Sagrada Escritura, teología moral y teología dogmática.Reto enorme para este afrodescendiente alto, de manos grandes, quien de nuevo encontró el apoyo que necesitaba.“El padre Efraín Montoya siempre me dijo: ‘usted puede’; ya estoy en primero de Teología y próximamente iniciaré un año de experiencia pastoral donde me terminarán de evaluar para saber si me ordeno”, dice Chará.Estas mismas pruebas las están atravesando Jhon Alexánder Castaño, de 23 años, y José Ricardo Guzmán, de 29 años, quienes al igual que Eiser sintieron el llamado misterioso del Señor.Castaño proviene de una familia muy religiosa y un día asistió a un retiro espiritual. En la charla que les dio el sacerdote sobre los problemas de la sociedad y como olvidó el valor de la vida, se conmovió. “Me dije que si yo no me movía a ayudar para ese cambio, nadie lo iba a hacer”, expresó Jhon Alexánder, quien cursa primer año del ciclo filosófico. Luego entiendes –dice– que Dios actúa a través de uno, que uno es el instrumento y, si uno no hace nada, Dios se queda sin brazos para obrar.Guzmán, por su parte, evoca que tuvo una vida como la de todos los chicos. “Tuve moto, novia, un buen empleo y todo marchaba muy bien. Pero el llamado de Dios ni escondiéndote debajo de las piedras podrás evitarlo y en las catequesis, las misiones, la visita a la parroquia y la forma de tratarme la gente encontré el mayor de los placeres. Esas fueron las semillas”, dice este joven cuya vocación sacerdotal lo tiene en el séptimo de los nueve años de estudios previos a la consagración. Todas estas acciones y sensaciones, que los seminaristas realizan y experimentan siempre enfocadas en lo social, son las que según el padre Gustavo marcan la diferencia entre este oficio y las demás carreras, donde no se reza para que haya largas filas de aspirantes como se espera en una universidad. “La vocación sacerdotal es un llamado específico de Dios, y por tal razón contamos con los que lo sienten y aunque pocos son los elegidos comparado con el profundo arraigo católico de la ciudad y la región, nuestros jóvenes de todas formas siguen acercándose a la Iglesia y al seminario”, explica el educador religioso. Esto lo confirman los más de 100 jóvenes que asisten al San Pedro Apóstol y otros 40 que se han acercado a la Arquidiócesis de Cali, porque, según Guzmán, también se atienden las diócesis de Palmira y Buenaventura y el Vicariato Apostólico de Guapi, Cauca.Entre todos estos jóvenes se encuentra Eiser Lucumí Chará, quien está ‘ad portas’ de conseguir su sueño de convertirse en sacerdote. Y aunque no pudo seguir apoyando a Ana Yibis, su madre, para terminar de construir la casa de sus sueños, fue la comunidad de Padilla la que se unió y donó cemento, ladrillos, varillas, tejas y todo lo que se requiere para una edificación. ¿Obra de Dios?

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