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El presidente colombiano Gustavo Petro pronuncia un discurso durante una ceremonia para iniciar un alto el fuego de seis meses como parte de un proceso para iniciar una paz permanente entre el ELN y el gobierno en Bogotá, Colombia, el 3 de agosto de 2023. (Foto de Sebastián Barros /NurPhoto vía Getty Images)
El presidente colombiano Gustavo Petro pronuncia un discurso durante una ceremonia para iniciar un alto el fuego de seis meses como parte de un proceso para iniciar una paz permanente entre el ELN y el gobierno en Bogotá, Colombia, el 3 de agosto de 2023. (Foto de Sebastián Barros /NurPhoto vía Getty Images) | Foto: NurPhoto via Getty Images

Editorial

Decisión equivocada

Colombia ha tenido una tradición de neutralidad frente a los conflictos externos que le ha permitido ser una voz válida a la hora de exigir decisiones, como por ejemplo la de reconocer a Palestina como Estado.

3 de mayo de 2024 Por: Editorial

La ruptura de las relaciones diplomáticas con Israel, anunciada el primero de mayo por el presidente Gustavo Petro y ratificada ayer por la Cancillería, quebranta la neutralidad que ha caracterizado a Colombia en los conflictos internacionales. La decisión tendrá efectos políticos inmediatos para el país, poco ayudará en la búsqueda de la paz para el Medio Oriente y sí traerá consecuencias para la economía y la seguridad nacional.

La notificación no cayó de sorpresa. La posición del Primer Mandatario quedó clara desde el inicio de la actual confrontación, cuando no condenó los ataques del grupo Hamás contra Israel, el 7 de octubre de 2023, en los que fueron asesinadas 1500 personas, 240 más -entre hombres, mujeres, ancianos y niños- resultaron secuestradas, jóvenes fueron violadas y decenas de ciudadanos sometidos a los peores vejámenes.

Desde entonces, el Presidente de los colombianos no ha desperdiciado oportunidad para criticar con pugnacidad al Estado israelí y, en no pocas ocasiones, para posicionarse al lado de Hamás. Ni esa postura, ni ahora el quiebre unilateral de las relaciones diplomáticas, tendrán seguramente repercusión alguna sobre el cruento conflicto que por décadas se ha librado entre dos pueblos unidos por la historia y por un territorio común.

La decisión del presidente Petro de romper relaciones con Israel no será la que lleve al gobierno de Benjamín Netanyahu a cesar la guerra que le declaró a Hamás, a retirarse de Gaza y a impedir que sigan muriendo miles más de gazatíes, ya sea por los bombardeos o porque no se permite el paso de la ayuda humanitaria. Tampoco ayudará al entendimiento que consiga, como lo pide la mayor parte de la comunidad internacional, el reconocimiento de un Estado Palestino.

Será entonces Colombia la que sufra las consecuencias de esa resolución. Si bien por ahora se mantienen las relaciones comerciales entre los dos países, incluido el Tratado de Libre Comercio firmado en 2020, lo más seguro es que la tensión política y la incertidumbre terminen provocando fracturas e impactando las exportaciones de nuestra nación que el año anterior sumaron US$ 500 millones.

La seguridad nacional también se podría ver afectada, si se tiene en cuenta que Israel es uno de los mayores proveedores de tecnología, insumos y repuestos para la industria militar. Y de paso, se pondría en riesgo la cooperación agrícola que tanto ha beneficiado a nuestro país durante décadas.

Por todo ello están justificadas las críticas a la decisión tomada por el Gobierno de Gustavo Petro. Colombia ha tenido una tradición de neutralidad frente a los conflictos externos que le ha permitido ser una voz válida a la hora de exigir decisiones, como por ejemplo la de reconocer a Palestina como Estado.

No es rompiendo relaciones diplomáticas, atacando desde la palestra pública y llamando genocida al pueblo de Israel, o poniéndose del lado del que es reconocido internacionalmente como un grupo terrorista, como se detendrá la estela de muerte que deja la guerra en Medio Oriente.

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