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¿Y la soberanía?

López Obrador se ha caracterizado por golpear de lejos a quienes él sabe que económicamente no lo afectan. Pero se muestra como el más obsecuente y servil aliado de los Estados Unidos.

José Félix Escobar

29 de may de 2023, 02:00 a. m.

Actualizado el 29 de may de 2023, 02:00 a. m.

Hace un poco más de doscientos años Colombia adquirió el estatus internacional de nación soberana. Nuestros gobernantes desde entonces han entendido que su misión es la de acatar la Constitución y las leyes de la República, tal como lo juran al tomar posesión del cargo de presidente.

Por la misma época y coincidiendo con el derrumbe del imperio español, las naciones de Hispanoamérica fueron adquiriendo sucesivamente la misma condición de Estados soberanos, es decir, países que resuelven por sí mismos y conforme a sus instituciones los problemas que demanda la acción gubernamental.

De unos años para acá, ha surgido una generación de líderes poco respetuosos de la independencia de los demás países. El caso más estrambótico es el del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, conocido con la sigla AMLO. Cualquier estudio o análisis de su personalidad refleja que carece de espíritu democrático.

En 2012 perdió la presidencia con el candidato del PRI Enrique Peña Nieto y se negó de manera ruidosa y estrafalaria a reconocer el resultado electoral. Las instituciones del sistema electoral mexicano han sido desde entonces constante objeto de los ataques de AMLO.

López Obrador se ha caracterizado por golpear de lejos a quienes él sabe que económicamente no lo afectan. Pero se muestra como el más obsecuente y servil aliado de los Estados Unidos. La geopolítica mundial ha favorecido la inversión de grandes capitales en el lado mexicano de la frontera con la potencia norteamericana, pues los industriales de Estados Unidos quieren acercar sus fuentes de suministros.

Para evitar cualquier posible competencia en esa área de los negocios, López Obrador se encargó de dinamitar la Alianza del Pacífico, conformada por Chile, Perú, Colombia y México. Todos sabemos que fueron muchos los esfuerzos que nos costó construir lo que AMLO se ha encargado de destruir.

El pretexto del presidente mexicano carece de precedentes. Se ha negado a entregar la presidencia de la Alianza del Pacifico a quién por acuerdo previo le corresponde, es decir, al gobierno del Perú. En una descarada intromisión en la soberanía peruana, AMLO sólo reconoce como presidente a Pedro Castillo, cuyo intento de golpe de Estado fue objeto de la acción del gobierno y de la justicia peruanas.

¿Quién es López Obrador para desconocer las instituciones del Perú? ¿Por qué motivo AMLO se niega a reconocer a Dina Boluarte, quién fue escogida por el pueblo como fórmula vicepresidencial de Pedro Castillo en las elecciones del 2021? ¿Nadie le ha hecho entender a AMLO que las faltas del presidente peruano las suple la vicepresidenta?

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Posdata 1: Alguien podría dedicarse a la labor de convencer al mandatario Petro de que la presidencia de la República no es un cuadrilátero de boxeo. Cada semana se agregan a la larga lista de cuestionados por Petro varios gremios, la Justicia o alguno de sus Tribunales, empresarios, expresidentes, etc. Su última aseveración de que el Estado colombiano ha sido manejado por criminales excede los límites de la ponderación y de la mesura que el presidente de esta República debe tener.

Posdata 2: La situación de frecuente incomunicación en el Suroccidente del país amerita una revisión constitucional seria, pues no podemos seguir en manos de una clase política capitalina que no logra ponerse de acuerdo ni para continuar con el Metro.

Doctor en Jurisprudencia del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. Abogado en ejercicio. Colaborador de EL PAÍS desde hace 15 años.

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