Columnista

La fragmentación hemisférica: un llamado a la integración verdadera

He observado que los carteles criminales no respetan fronteras ideológicas, que el lavado de activos fluye por sistemas financieros sin importar orientaciones políticas, que la deforestación amazónica afecta el clima de todo el continente.

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Eduardo Hernández Incháustegui, nuevo propietario del diario El País.
Eduardo Hernández Incháustegui, nuevo propietario del diario El País. | Foto: Especial para El País

9 de nov de 2025, 02:46 p. m.

Actualizado el 9 de nov de 2025, 02:46 p. m.

La postergación de la X Cumbre de las Américas y las ausencias que empañan la Cumbre CELAC-UE constituyen síntomas de una enfermedad más profunda: la persistente incapacidad de nuestro hemisferio para articular mecanismos de cooperación genuinamente inclusivos y efectivos.

Mi experiencia como asesor del Departamento de Gestión Pública Efectiva de la OEA, trabajando en el Programa Interamericano de Datos Abiertos para la Prevención y Lucha contra la Corrupción, y como consultor del Banco Interamericano de Desarrollo, me ha otorgado una perspectiva panamericana única. He sido testigo del extraordinario potencial que surge cuando los Estados americanos comparten mejores prácticas, cuando los funcionarios públicos de distintas latitudes intercambian soluciones innovadoras, cuando los datos fluyen transparentemente atravesando fronteras para fortalecer nuestras democracias.

La cooperación hemisférica no es una aspiración romántica; es un imperativo pragmático. Por ejemplo, en el programa de datos abiertos, hemos visto cómo la experiencia de República Dominicana en transparencia de compras públicas puede transformar la gestión pública en Honduras, cómo las innovaciones brasileñas en gobierno digital revolucionan los servicios públicos en el Caribe, cómo los sistemas de datos abiertos se replican y adaptan desde México hasta Argentina. Este intercambio de conocimientos entre pueblos hermanos constituye nuestra verdadera fortaleza como región.

Los datos abiertos no entienden de divisiones políticas; un portal de transparencia en compras públicas beneficia tanto al ciudadano de Santo Domingo como al de Tegucigalpa, independientemente del color político de sus gobiernos. Cuando República Dominicana comparte su sistema de contrataciones transparentes, no pregunta por ideologías -simplemente fortalece la capacidad institucional de toda la región. Esta es la cooperación técnica que trasciende las diferencias y construye democracias más robustas.

Sin embargo, las ‘profundas divergencias’ que llevaron al aplazamiento revelan una paradoja fundamental: los desafíos que más nos afectan -corrupción transnacional, crimen organizado y narcotráfico, cambio climático, migración- son precisamente aquellos que requieren respuestas coordinadas de todo el hemisferio. En mi experiencia implementando programas anticorrupción, he observado que los carteles criminales no respetan fronteras ideológicas, que el lavado de activos fluye por sistemas financieros sin importar orientaciones políticas, que la deforestación amazónica afecta el clima de todo el continente. Estos desafíos compartidos demandan soluciones compartidas.

La relación hemisférica debe fundamentarse en paradigmas de cooperación horizontal donde todos los países, independientemente de su tamaño o poderío económico, aporten desde sus fortalezas particulares. Colombia puede enseñar sobre justicia transicional, Uruguay sobre gobierno electrónico, Barbados sobre educación de calidad. Esta multipolaridad de conocimientos enriquece al continente entero y construye resiliencia democrática desde la base técnica, no desde imposiciones verticales.

Saludamos la realización de la Cumbre CELAC-UE como espacio de diálogo, aunque lamentamos que ninguno de estos foros logre convocar la totalidad de voces del continente. En mi trabajo con la OEA y el BID, he aprendido que los problemas más complejos requieren mesas amplias donde todas las experiencias -exitosas y fallidas- puedan compartirse sin prejuicios.

El aplazamiento de la Cumbre de las Américas y la convocatoria débil de la CELAC deben servir como momento de reflexión profunda: ¿Queremos perpetuar esquemas divisivos del Siglo XX o construir mecanismos de cooperación dignos del Siglo XXI? En la unión está la fuerza, pero solo cuando esa unión abraza nuestra rica diversidad y prioriza soluciones técnicas sobre divisiones políticas.

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