El pais
SUSCRÍBETE
Alberto Castro Zawadsky

Columnistas

El gran consenso

¿Cómo será que se puede acordar con alguien que incendió el país para lograr su elección, ofreció repetir si no ganaba y ahora amenaza con guerra si le aplican las leyes diseñadas para controlar abusos?

11 de mayo de 2024 Por: Alberto Castro Zawadsky

Cada vez son más frecuentes los llamados a un ‘Acuerdo sobre lo fundamental’, advirtiendo que, de no lograrlo, el país está condenado al odio y a la guerra.

No se dan cuenta sus promotores que precisamente en esa concepción está la tragedia de Colombia. Creer que desacuerdo significa enfrentamiento violento.

Es obvio que en toda sociedad plural habrá desacuerdos, inclusive en lo fundamental. Para muchos, el respeto a la propiedad, la libertad de prensa, las elecciones libres y limpias, la adherencia a la constitución, y una estrategia seria y coherente de seguridad son fundamentales.

¿Cuál es el acuerdo que se puede lograr con alguien que ofrece atropellar la propiedad y la libertad, y expresa su admiración por los regímenes despóticos? ¿Dónde está el punto medio con quien grita en plazas que las normas y las instituciones que no le sirven deben desaparecer? ¿Cuál es el acercamiento con quien recibió dinero del crimen organizado y ahora les paga con territorios, amnistías, y cargos? ¿Cómo será que se puede acordar con alguien que incendió el país para lograr su elección, ofreció repetir si no ganaba y ahora amenaza con guerra si le aplican las leyes diseñadas para controlar abusos? Y además la planea descabezando el liderazgo del Ejército, humillando a sus miembros y desmantelando su dotación.

Desde luego que el diálogo civilizado ha sido siempre el camino. No importa cuan distantes estén las posiciones, si se acepta la diversidad y se respetan los mecanismos inventados por la democracia, se puede encontrar la forma de resolver las diferencias. Pero los canales del diálogo se cierran cuando un culto político se cree poseedor de la moral revelada y único dueño de la sensibilidad para ayudar a los desposeídos y lograr una sociedad justa.

La realidad es que todos buscamos mejorar las condiciones de vida, generar empleos dignos, abrir oportunidades educativas y evitar los abusos del poder económico y político. La diferencia no está en los sueños, sino en el método que se propone para lograrlos. Por un lado, están las políticas que han demostrado ser ruinosas y por el otro las que han probado ser efectivas en generación de prosperidad.

Seguir clamando por unidad de criterios es pintar en las nubes. La única opción para defender la paz y la vida es aferrarse a la democracia y sus instituciones.

AHORA EN Columnistas