Columnistas
Aprender de lo que hacemos
Vivimos un tiempo en que se habla mucho de progreso, pero pocas veces se ve reflejado en la vida cotidiana.
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10 de nov de 2025, 03:25 a. m.
Actualizado el 10 de nov de 2025, 03:26 a. m.
Siempre se me viene a la mente Tumaco, en el Pacífico nariñense, un lugar que he visitado muchas veces y que podría reflejar el potencial del país si lográramos combinar talento, territorio y propósito. Como en tantas regiones de Colombia, con condiciones valiosas y mucho por construir, allí se percibe una fuerza silenciosa, a veces también desorientada, que nos recuerda que el desarrollo no depende solo de los recursos, sino de nuestra capacidad de descubrir y mantener viva la esperanza.
Esa experiencia, y muchas otras en distintos rincones de este lado del mundo, me han reafirmado que evaluar no es una tarea técnica, sino un acto de honestidad. He comprobado que donde el entorno es complejo y los avances tardan en mostrarse, comprender lo que hacemos se vuelve una manera de crecer, no solo de justificar.
Esa búsqueda ha marcado mi trayectoria durante casi dos décadas, acompañando iniciativas desde entidades públicas, empresas y organizaciones comunitarias. En ese recorrido siempre aparece una pregunta que regresa, silenciosa pero insistente, cómo saber si lo que ideamos realmente mejora la vida de la gente y su entorno. De esa y otras inquietudes nació mi libro 101 Indicadores para medir el impacto de la inversión social y el desarrollo económico.
Esta obra nació del trabajo acumulado en el terreno y del diálogo con quienes trabajan por generar valor social y construir instituciones más sólidas. No busca imponer fórmulas, sino ofrecer una caja de herramientas que cada lector pueda adaptar a su realidad. Integra lo económico, lo social, lo ambiental y lo institucional, cuatro dimensiones que todo proyecto debe mantener en equilibrio para perdurar y une el rigor del método con la claridad que convierte la medición en aprendizaje.
Vivimos un tiempo en que se habla mucho de progreso, pero pocas veces se ve reflejado en la vida cotidiana. Nuestra región, el país y buena parte de América Latina enfrentan grandes desafíos de desigualdad, desconfianza y sostenibilidad, aunque también conservan una energía capaz de impulsar grandes cambios. Para aprovecharla necesitamos observar con sensibilidad aquellas apuestas que emprendemos, reconociendo que detrás de cada medición hay voces, historias y paisajes. Medir no es un fin, es una forma de entender qué transforma a una comunidad.
El libro propone un diálogo entre gobiernos, empresas, organizaciones sociales y el mundo académico para construir un lenguaje común. Más que cumplir con requisitos, invita a usar los indicadores como guías que orienten decisiones más justas y sostenibles. Cada medición puede ser el inicio de algo nuevo, el punto donde el conocimiento se convierte en acción. Alcanzar el número es importante, pero la luz verde se enciende cuando la información inspira nuevas miradas y se convierte en resultados.
Comparto estos saberes con la convicción de que aprender a valorar es también escuchar, y que evaluar bien no consiste en reducir a números, sino en comprender lo que esas cifras revelan sobre las personas y sus oportunidades. El prólogo, escrito por Enrique Peñalosa, ofrece una mirada formada en los hechos, que recuerda que el cambio duradero exige responsabilidad y técnica, actuar con respeto, rendir cuentas con dignidad y hacer de la gestión el punto de partida de una transformación auténtica.
Este cambio nace de la lucidez con que miramos lo que queremos mejorar.
*Consultor internacional @bac.consulting

Consultor internacional, estructurador de proyectos y líder de la firma BAC Consulting. Analista político, profesor universitario.
6024455000






