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Una historia de la que se tiene prohibido olvidar

Humberto Dorado llevó a las tablas un suceso que el país se empeña en olvidar: la masacre de Trujillo. Detrás de un escenario de horror.

29 de septiembre de 2010 Por: Lucy Lorena Libreros | Reportera de El País

Humberto Dorado llevó a las tablas un suceso que el país se empeña en olvidar: la masacre de Trujillo. Detrás de un escenario de horror.

Las páginas del expediente 11007 están de nuevo abiertas. Humberto Dorado hurgó pacientemente en ellas, repasó cada relato de sangre, cada testimonio sobre esos cuerpos desmembrados que le madrugaban a las aguas frías del río Cauca. Las hojas parecían escritas por la mismísima Señora Muerte, era un verdadero libro de espanto: 342 habitantes de Trujillo, niños, señoras, carpinteros, campesinos, fueron asesinados, entre 1989 y 1992, por narcotraficantes en complicidad con fuerzas del Estado.¿Para qué abrirlas entonces? ¿Valía la pena recordar en un país que todos creen sin memoria? El dramaturgo deja caer su respuesta horas antes del estreno anoche, en Bogotá, de ‘El deber de Fenster’, pieza teatral que reconstruye aquel macabro episodio que sacudió a ese municipio del norte del Valle hace dos décadas.Durante todos esos años, Dorado terminaba rendido ante la misma pregunta: ¿Por qué nos matamos los seres humanos? A la larga, pensó, el caso de Trujillo era una especie de célula “cuya biopsia servía de muestra para determinar los orígenes de ese cáncer invasivo y metastásico” que es la violencia en este país. Mientras pensaba en esas cosas “descubrí que tanto tiempo después de haber ocurrido la historia de Trujillo seguía viva, las heridas no habían cerrado para las víctimas, tampoco para la justicia; fíjese, no más, la semana pasada la Corte Suprema reabrió el caso de Henry Loaiza, ‘El alacrán’, y del oficial del Ejército Alirio Antonio Urueña, implicados en la masacre”. Al abrigo de una voluminosa investigación elaborada por el Grupo de Memoria Histórica de la Comisión de Reconciliación y Reparación, y de libros que narran esos años de sangre como ‘El poder y la sangre’ y ‘Trujillo bajo el terror’, Dorado escribió al limón, junto a Matías Maldonado, la historia que terminó anoche sobre las tablas.El relato, simple, pero crudo, parece a la vez una metáfora de lo que se vive a diario en las calles y esquinas de Colombia: los que no hemos sido golpeados por esa absurda violencia no podemos más que contemplar, inermes, a los que sí la llevan en la piel y el corazón.En la obra el que escucha es Fenster, un veterano documentalista alemán (Jairo Camargo), ajeno por completo al conflicto colombiano. El que relata (interpretado por Daniel Castaño), es uno de los testigos claves de la masacre y lo hace con palabras sacadas de una suerte de manual del horror. Así, lo que termina caminando sobre el escenario es el relato de Daniel Arcila, antiguo informante del Ejército —primero declarado loco y después asesinado— que, horrorizado ante decenas de muertes de personas inocentes, escribió con su puño y letra todo lo que vio. El personaje principal recita, palabra por palabra, con rigor, el testimonio, y es eso lo que, cree Dorado, logra hacerla conmovedora. “Un verso de Antonio Machado dice: ‘la verdad es lo que es y seguirá siendo verdad así se diga al revés’, por eso así no hayamos sido nosotros los que disparamos el fusil, callar, omitir la verdad y hasta el silencio también nos hace cómplices”. Uno lo escucha y cree que aún faltan años para que este país aprenda a no olvidar. Pero no hay que perder la fe: como en el teatro, esta es apenas la primera llamada.

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