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Un día de película en el Valle

El director Carlos Moreno le había prometido a Andalucía el estreno de su segunda película. Y sí, hasta allá llegó el sábado con ‘Todos tus muertos’.

11 de julio de 2011 Por: Elpais.com.co I Lucy Lorena Libreros

El director Carlos Moreno le había prometido a Andalucía el estreno de su segunda película. Y sí, hasta allá llegó el sábado con ‘Todos tus muertos’.

Ahí estaban. Ana Rosa, la dueña del granero; la tía Mercedes, que ese día por fin estrenó la blusa que recibió en Navidad. Don David, el de la peluquería, que esta noche de sábado cerró temprano para tomar “asientico en la fila de adelante”. La profe María Elena, bien peinada y maquillada. Y, claro, el señor Alcalde, que les repetía con gracia a los periodistas que Andalucía, su pueblo, había salido “espetacular” en la bendita película. Son las 6:30 p.m. y unos 2.500 habitantes de este rincón del centro del Valle —célebre más por su gelatina de pata que por sus escenarios de película— esperaban a las afueras del polideportivo Jorge Homero Giraldo, boleta en mano, para el estreno de ‘Todos tus muertos’, el segundo proyecto cinematográfico de Carlos Moreno, rodada hace un año en las calles y veredas de este municipio. Había sido una promesa apenas justa. Durante dos meses, 200 andaluces, entre actores, extras y voluntarios de producción, trabajaron para convertir a su pueblo en un gigante set de grabación. De alguna forma, para ponerlo en el mapa: sus maizales y su sol aplastante conquistaron las salas de Róterdam y de Taipéi, y las del prestigioso Festival de Sundance, que este año reconoció a ‘Todos tus muertos’ con el premio a mejor fotografía en la Competencia Internacional. Así que Carlos, que de niño solía pasar vacaciones en Andalucía, no sólo estuvo seguro de que este pueblo caliente estaba confeccionado a la medida de su historia; sabía que desde aquí se contaría la noticia de su estreno nacional.Y aquí no hubo alfombra roja, ni cámaras persiguiendo rostros famosos. Aquí no se comió palomitas de maíz. Porque aquí, señores, esta noche de sábado muchos hacían fila aguardando apenas el milagro de ver, por primera vez, una película en pantalla gigante. Que lo diga don Álvaro, de 68 años, que consiguió su entrada con un líder comunal. “Las boletas eran gratuitas, pero se entregaban con ‘rosca’. ¡Claro! Es que los políticos están en campaña y ganan voticos repartiéndolas”.Otros no tuvieron tal suerte. Y eso que, previendo la expectativa, Carlos y sus muchachos organizaron dos funciones esta noche, cada una con aforo de 2.500 personas. “Sin duda, la premiere más concurrida en el país”, reconoce orgulloso el productor Diego Ramírez.Carlos Moreno, entonces, es poco menos que una celebridad en este poblado de 26.000 habitantes. El invitado de honor a Espacial FM Stéreo, la emisora local que horas antes del estreno lo sentó largamente frente a sus micrófonos. El hombre que se escapa de pagar en la panadería de la plaza principal “porque qué pena cobrarle a ese muchacho tan importante”. El caleño, de padre andaluz, que consiguió, por ejemplo, que Francisco Javier Moreno no sólo terminara con apodo nuevo —los productores lo bautizaron John Malkovich por su parecido con el artista estadounidense—, sino que abandonara por unos días su rol de obrero y ayudante de bus, para terminar al lado del actor Jorge Herrera en algunas escenas de la película. El director que tampoco dudó en el talento de Santiago Gallego, convertido hoy en el niño más famoso de Andalucía, cuya gracia natural fue suficiente para que interpretara al hijo del protagonista.Los que no actuaron y los que sí, no paran de dar las gracias. Las luces del coliseo están a punto de apagarse. Son las 8:00 p.m. y pronto arrancará la primera función. Antes de eso, el público se pone de pies para aplaudir a Carlos y su equipo. Oscuridad allí dentro. De repente, el proyector —elevado a unos tres metros del suelo sobre un andamio remendado, apostado en todo el centro del lugar— comienza a girar. La historia, muchos lo saben, habla de una pila de difuntos sin dueño que nadie, ni el Alcalde, ni el comandante de Policía, quieren reconocer. Sobre una gran pantalla, improvisada con tela blanca, se asoman unas siluetas que se agitan frenéticas en una mañana de amores. De las graderías descienden risas y comentarios pícaros. “Bueno, ¿y esta película no hablaba, pues, de muertos?”, se pregunta desprevenida una señora entre el público. “Sí, tía, es de muertos, y todos los muertos que usted va a ver son de nosotros, son de aquí, de Andalucía”.

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