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Le mostramos los secretos de la 'biblioteca' más extraña que tiene Cali

Se trata de la Osteoteca Prehispánica de la Universidad del Valle, donde a través de huesos y dientes se conocen detalles del estilo de vida de los indígenas prehispánicos que habitaron el Suroccidente colombiano.

1 de agosto de 2012 Por: Meryt Montiel Lugo | Editora de Domingo

Se trata de la Osteoteca Prehispánica de la Universidad del Valle, donde a través de huesos y dientes se conocen detalles del estilo de vida de los indígenas prehispánicos que habitaron el Suroccidente colombiano.

Indígenas que habitaron el Valle del Cauca antes de la llegada de los españoles a América tenían una dieta mixta, pero en realidad no eran muy carnívoros, más bien su alimentación estaba basada en vegetales como el maíz y en las frutas. Algunos sufrieron de sífilis, de desgaste en las vértebras y de enfermedades de tipo oral como la caries. Además, solían cargar cosas pesadas ayudándose con la frente y muchos eran fuertes y robustos.Toda esta información se ha revelado o confirmado con herramientas de tipo científico gracias a estudios que se han venido desarrollando en la Osteoteca Prehispánica, una especie de biblioteca de dientes y huesos humanos rescatados de excavaciones arqueológicas y que está localizada en el Museo Arqueológico Julio César Cubillos de la Universidad del Valle.Esta osteoteca es la única que existe en Colombia y es la segunda en Latinoamérica, después de la del Museo de la Plata, en Argentina. A diferencia de una biblioteca donde los libros están a la vista de todos los visitantes, en ésta, los huesos y dientes están guardados en cajas de cartón, dispuestas de forma muy organizada en estantes, en un cuarto pequeño y un poco oscuro, al que aún no tiene acceso la comunidad.De acuerdo con el coordinador de la osteoteca, el antropólogo con doctorado en ciencias biológicas, Carlos David Rodríguez Flórez, con estos huesos y dientes pertenecientes a cuatro culturas del suroccidente colombiano (Quimbaya Tardío, Sonso, Bolo Quebradaseca, Piartal -Tuza) se debe tener un cuidado especial para su conservación y como algunas piezas son tan frágiles no se pueden estar exhibiendo o trasladando de un lugar a otro.El espacio donde se deben ubicar estos fragmentos de huesos y dientes de indios que habitaron el suroccidente del país entre los siglos V y XV después de Cristo, tiene que ser cerrado, con una temperatura estable. Las piezas deben estar bien guardadas, catalogadas y aisladas de la humedad y en lo posible de la luz del sol.Los antropólogos y arqueólogos, advierte Rodríguez, “miramos los huesos como si fueran documentos del pasado” y por esto pueden observar las características de las condiciones de vida de la gente que habitó nuestro departamento hace muchos siglos atrás. Los hallazgosA los fragmentos de esqueletos de 220 individuos se le hicieron estudios de morfometría (forma de los huesos); de microdesgaste y morfología dental y paleopatología (enfermedades antiguas).A través del análisis de la forma de los huesos se determinan aspectos básicos como la estatura del individuo, la lateralidad (si trabajaban más con la izquierda o la derecha). En esta población de estudio la mayoría eran derechos, sólo dos eran zurdos.También se pueden recrear aspectos de la cotidianidad, por ejemplo, que los aborígenes cargaban grandes ollas llenas de líquidos como chicha, por el desgaste que presenta el hueso frontal, pues las ponían a sus espaldas amarradas desde su frente.En 15 cráneos que tenemos, 2 tienen deformación en la frente”, precisa Rodríguez, quien agrega que algunas de las alteraciones se deben también a que cuando los indígenas estaban niños les deformaban el cráneo por razones estéticas, “porque pensaban que se veían bien así”. El antropólogo explica que en la osteoteca hay “vértebras con señales de eburnación (aumento en la densidad del hueso o del cartílago) discoidal”, es decir, que algunos de los indígenas sufrían de intensos dolores de columna, ya que “por la presión que se hace cuando se cargan cosas pesadas, las vértebras, sobre todo las toráxicas se mueven un poco y producen un dolor verraco”.Las muestras han revelado además que nuestros aborígenes sufrieron de treponematosis (un tipo de sífilis). Se infiere por las señales que presentan tres de los huesos analizados. Aquí, agrega Rodríguez, había una sífilis llamada Yaws y se transmitía también sexualmente. Ha sido posible rescatar información de la alimentación de los indígenas gracias al análisis de sus dientes: su forma, desgaste del esmalte y restos antiquísimos de unos minerales (como el silice) que aún estos conservan.“Hemos visto que, en términos generales tenían una alimentación mixta, pero basada más en vegetales, en un promedio de 70% frente a un 30% de carne. Eso se determina con los microdesgastes de los dientes. Otro aspecto de lo que hay evidencias es que consumían muchas frutas y que el maíz era la base de la alimentación de todas esas sociedades. Hemos encontrado fitolitos de maíz (algo así como piedritas de las plantas que como la arena, no se descomponen) en el cálculo de los dientes de todos ellos”.Algunas culturas comían más vegetales que otras, explica Rodríguez, y tenían herramientas más rudimentarias para cocinar sus alimentos. Es así como, por ejemplo, la gente de la cultura Sonso ( ubicada en lo que es hoy el centro del Valle) tenía más desgaste en los dientes (dentadura más ahuecada) que las de Quebradaseca y Quimbaya Tardío (dentadura más plana) porque era más carnívora, tenía una forma de preparar los alimentos diferente y menos elaborada (podían usar por ejemplo, piedra para moler y hacer una harina que les rayaba los dientes).Con estudios de morfología y morfometría se han podido identificar las relaciones biológicas que existieron en esas sociedades, es decir, los lazos consanguíneos entre esos grupos prehispánicos.Según el coordinadorr de la osteoteca, se ha podido determinar “que los Quimbaya Tardío (ubicados desde lo que hoy es la mitad de Antioquia y el Norte del Valle) tenían un componente genético mezclado: gente de aquí se relacionaba con gente llegada del norte del continente, posiblemente de Centro América y el Caribe y que los Quebradaseca ( los ancestros de la gente de Palmira, de Ginebra y de parte del Cauca) provienen de los Andes”.Todas estas informaciones que se ‘leen’ en los huesos y los dientes de la Osteoteca Prehispánica de la Universidad del Valle ya están siendo motivo de artículos de reconocidas revistas científicas y académicas del país y del mundo, pero también se recopilarán en un libro que “esperamos salga este año” para que, como dice Rodríguez, los vallecaucanos se acerquen más a su propia historia.

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