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Este es el programa de formación para el trabajo que cambia vidas en Buenaventura

El programa ‘Pacífico joven’, de la fundación Gases de Occidente, cuenta con una inversión de $1000 millones y ha logrado impactar a más de 900 personas, de manera indirecta.

10 de mayo de 2014 Por: Redacción de El País

El programa ‘Pacífico joven’, de la fundación Gases de Occidente, cuenta con una inversión de $1000 millones y ha logrado impactar a más de 900 personas, de manera indirecta.

En esa Buenaventura donde se habla de corrupción, abandono estatal, desempleo y múltiples problemas de seguridad, también están las historias de quienes construyen una mejor sociedad. Un ejemplo de ello es el trabajo que se gesta desde el programa ‘Pacífico joven’, que hace la fundación Gases de Occidente desde hace tres años. A través de esta iniciativa, 120 jóvenes de estratos 1 y 2 del Puerto han accedido a oportunidades de empleo, creación de empresa y fortalecimiento de sus comunidades.En este proceso se han formado 86 técnicos en mantenimiento y reparación de computadores, asistencia administrativa, comercio internacional y manejo de montacargas.En la actualidad hay 35 jóvenes que están terminando su capacitación y se preparan para la creación de 26 empresas relacionadas con belleza, servicios y alimentación.“Durante más de un año se han construido buenos planes de negocio y esperamos que a mitad de año ya estén funcionando”, asegura Yuri Valencia, coordinadora de ‘Pacífico joven’.La vocera de este programa explica que en Buenaventura las oportunidades de trabajo formal son escasas. “La mayoría de las empresas no contratan a los jóvenes. No les interesa. Muchas veces prefieren traer gente de otra parte a ocupar puestos que pueden ser para las personas que son de acá”, dice.Estas son las historias de algunos de los muchos guerreros que ante los problemas sociales de su ciudad no quieren huir de ella, sino aportar para cambiar positivamente otras vidas en el Puerto.Un ‘ángel’ en Lleras Su voz delicada ha apartado a muchos de sus amigos de las bandas criminales que actúan en Buenaventura. Ángel Angulo ha logrado conformar un grupo de 30 jóvenes que, desde hace cuatro años, se dedican a hacer música relacionada con los problemas sociales de las calles del Puerto. “En ‘Marcando territorio’ (su grupo musical) hay personas que dinamizan procesos comunitarios y participan en la toma de decisiones que afectan el territorio y aportan a la construcción de la paz”, comenta el joven que durante 27 años ha vivido en el barrio Alberto Lleras.Este cantante dice que en su ciudad, a la falta de oportunidades laborales para los jóvenes, se suma la discriminación por pertenecer a barrios marginales o que son focos de violencia. “Los jóvenes se meten a delinquir, porque no les dan trabajo y cuando lo intentan, les dicen: ‘en ese barrio matan y pican gente’ y les cierran las puertas”.Ante esto, Ángel se propuso que los niños y jóvenes de los barrios marginales de su ciudad tuvieran un mejor porvenir y se alejaran de las armas, las extorsiones, la violencia. “Muchos de ellos quieren salirse de ese mundo. Por eso estamos rescatando jóvenes que están vinculados al conflicto armado y brindándoles oportunidades por medio de la música, porque Lleras es un barrio talentoso artísticamente”, dice convencido. Como parte de su trabajo, ‘Marcando Territorio’ dedicó una de sus composiciones a una denuncia de la comunidad, según la cual familias de los barrios de baja mar fueron desalojadas para dar paso a una zona de macroproyectos de infraestructura portuaria y turística. “Antes de ser tierra, esto era puente. ¿Y por qué ahora quieren desalojar a mi gente? Esto solamente quiero que ellos entiendan: que pasamos trabajo rellenando con galemba”, reza uno de los versos improvisados de los cantantes.Hace unos años, Ángel trabajó en una remontadora de zapatos, en la que aprendió todo lo necesario para saber cómo vestir los pies de los bonaverenses. Por eso decidió recibir formación empresarial para abrir una ventana de empleo para su grupo de artistas. El ‘ángel’ del Lleras espera que a mitad de año empiece a funcionar ‘Marcando Huellas’, una fábrica de calzado que brinde oportunidades a los jóvenes con los que trabaja.Por las mujeres y los niños Aunque dice nunca haber sido ultrajada por un hombre, desde hace más de tres años se dedica a sanar las heridas de sus vecinas que sí han sido víctimas de la violencia de género.“La mayoría de las jóvenes de estos sectores han sido maltratadas por los hombres y algunas, incluso, han sido asesinadas por sus compañeros sentimentales. Por eso trabajamos para concientizarlas sobre su importancia en el hogar, les mostramos sus derechos y qué herramientas legales pueden usar para defenderse, además les ayudamos a acceder a capacitaciones técnicas y que así tengan oportunidades de empleo”, comenta. Además de su trabajo con mujeres, Marta también dedica su tiempo a los niños. ‘Jóvenes liderando un futuro mejor’ es su más reciente lucha para seguir buscando el bienestar de la olvidada Comuna 3 de Buenaventura. Para evitar que más manos inocentes se vinculen a las bandas criminales, diseñó un programa de aprovechamiento del tiempo libre con 40 niños del sector en el que, por medio de actividades lúdicas, se alejan por un instante de esa cruda realidad que azota su tierra.Los talleres con las mujeres y las actividades con los niños han mejorado en materiales y herramientas, que la Fundación Gases de Occidente le brinda para seguir adelante con su trabajo social.A pesar de que las amenazas a líderes sociales del Puerto son una constante y en algunos casos se han materializado, “la gente del cuento” no se ha metido con Marta.Sus intentos por conseguir un empleo y levantar la casa en la que vive con sus dos hijos no han sido pocos. Las oportunidades son limitadas y le han sido esquivas. “Las mujeres hemos sido rechazadas y discriminadas laboralmente por pertenecer a estos barrios. Ni siquiera les interesa saber si somos competentes”, asegura.En sus 27 años de vida dice solo haber tenido un trabajo desligado del ámbito social y desde los 8 dedica su tiempo a organizaciones que ayudan a los bonaverenses. “La comunidad ya nos reconoce como líderes y ahora nos brindan acompañamiento durante las actividades que hacemos en los barrios. No somos de los del combo que van y llevan, sino que nos dedicamos únicamente a lo social”.“Yo no me voy de aquí. Esta es mi tierrita”“Yo no quiero ser como algunas de las mujeres de mi barrio: jugando dados todo el día, con un poco de hijos descalzos en la calle, a los que ni siquiera les ponen cuidado. Esa no es la vida que yo me merezco ni quiero”, dice Darling Rosales, quien aunque no tiene hijos, cumple las funciones de una madre cabeza de hogar. A sus 23 años, ella y su tía deben mantener a sus tres primos, que tienen entre 10 y 16 años. Antes de empezar a estudiar contaduría y de asesorar a los clientes de Gases de Occidente, Darling trabajaba en un restaurante en el que hacía de todo y no se ganaba sino $30.000 semanales, con los que apenas alcanzaba a ayudar a su tía con los gastos de la casa. Vive en La Playita, uno de los barrios más deprimidos de Buenaventura, donde los enfrentamientos entre La Empresa y Los Urabeños pueden pasar en cada esquina y los días de paz a veces son escasos. Hace dos semanas sus vecinos decidieron declarar el barrio como ‘Zona Humanitaria’, para que ni las autoridades ni los grupos ilegales puedan entrar al territorio de paz. Esta es la primera consideración de este tipo que se instala en la parte urbana de una zona del país. Las tentaciones en la juventud y en ese barrio son muchas, comenta. El interés de las bandas criminales por reclutar manos jóvenes, desocupadas y con hambre, ya ha tocado a la puerta de su casa.Aún recuerda cuando sin miedo, se enfrentó al “dichoso jefe” de uno de los grupos criminales que se adueñaron de las calles de su barrio para evitar que su primo de 16 años se alistara en sus filas.“Yo le dije: pa’ mi casa no mire. Haga de cuenta que ahí no vive nadie. Yo, con mi familia no consiento nada, así que deje a mi primo quieto. No lo mire”, comenta sin desviar la mirada y sin titubear.Ante su reclamo, el “dichoso jefe” desistió y ahora hace de cuenta que en esa casa no vive nadie. Para evitar cualquier tentación, Darling vinculó a su primo a ‘Pacífico joven’ y ahora está siendo capacitado en asistencia administrativa. A Darling, a pesar de moverse en uno de los ambientes más difíciles del Puerto, nunca se le ha cruzado por la cabeza irse de Buenaventura porque, al fin y al cabo, “esta es mi tierrita”.Moviendo los sueñosUnos días trabajó como soldador. Eso, a lo mejor, no era lo suyo. No se sentía cómodo. No era su sueño.Desde su casa en el barrio Miramar, Eduardo siempre había visto cómo los contenedores llenos de mercancía bajaban de los barcos que atracaban en el Puerto. Pasó su niñez y adolescencia imaginando cómo sería manejar una grúa pórtico y aliviar la carga de los buques.Eduardo, que nunca había manejado un carro, ahora tiene la tarea de trabajar como montacargas. Hoy, en sus delgados, pero marcados brazos recae la responsabilidad de descargar y almacenar rollos de lámina de metal, cerámica, vidrio, tejas y materiales de siete o más toneladas.Muchos de los compañeros que comenzaron las capacitaciones laborales con Eduardo, no resistieron. Algunos desertaron porque no veían cómo podrían ganar dinero rápido para ayudar en sus casas o comprar cosas innecesarias. Eduardo supo esperar, aguantó.“Para manejar un montacargas hay que caerse y levantarse. La operación no es fácil, a veces se hacen daños, pero con la práctica se pueden alcanzar pequeños logros”, comenta.Esos pequeños logros de los que habla Eduardo no son pocos, para llevar solo cuatro meses detrás del volante de su montacargas. Ahora, también maneja la máquina para bajar los contenedores de los camiones. Sus aspiraciones no dan espera, pero él parece aguardar las oportunidades que otros parecen desperdiciar. “Quiero hacer lo que me gusta. Quiero ser ingeniero en logística”.Eduardo tiene ahorrados $200.000 del $1’100.000 que le cuesta el pase de conducción. Un plástico que lo separa de la grúa pórtico que tanto ansía dominar, antes de convertirse en ingeniero.

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