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Adiela Londoño, una cartagüeña enamorada de las letras

Si hay una mujer que ame las letras en Cartago, es María Adiela Londoño. De hablar dulce y sonrisa constante, ‘Alosa’ como se conoce en el mundo de la poesía, tiene tiempo para su familia y la enseñanza.

10 de agosto de 2011 Por: Mónica Andrea Arias | Reportera de CartagoHoy

Si hay una mujer que ame las letras en Cartago, es María Adiela Londoño. De hablar dulce y sonrisa constante, ‘Alosa’ como se conoce en el mundo de la poesía, tiene tiempo para su familia y la enseñanza.

Amor es una de sus palabras favoritas, puesto que así denomina siempre a las personas que están a su alrededor. Y es uno de los sentimientos que más refleja en sus 320 poemas y los tres libros inéditos que conserva en su biblioteca: ‘Vivencias’, ‘Reflejos de esperanza’ y ‘Faro de sentimientos’.Un 24 de diciembre la tierra de la uva y el vino la vio nacer. Sin embargo, su amor por la Villa de Robledo es más profundo que el de cualquier cartagüeño raizal y eso le ha merecido más de una docena de reconocimientos, especialmente en materia literaria, toda vez que sus escritos siempre expresan su profundo sentimiento de admiración y entrega por esta tierra que la acogió.Casada con Héctor Copete, madre de Carol Viviana y abuela de Miguel Ángel, Adiela Londoño no se resiste ante una buena carne asada, una ensalada que contenga frutas y un buen libro de Gabriela Mistral, su poeta favorita. Aunque en sus afectos también están su maestra Marga López, Meira del Mar, Guiomar Cuesta y las Almanegras, con quienes cada año comparte sus creaciones en el Encuentro de Mujeres Poetas, en Roldanillo.Cientos, tal vez miles de personas han marcado la vida de María Adiela, pero sus recuerdos se vuelcan hacia su abuela materna, Carmen Rosa Osorio, quien le enseñó a leer, a escribir, a sumar y a restar antes de entrar al jardín y de quien heredó su actitud positiva y propositiva frente a la vida. A las madres Eustaquia, Ana Tulia y Clara Rosa, del colegio María Auxiliadora, quienes le despertaron su amor por la cultura, la palabra hablada y el arte, aspectos que siempre compartió e infundió en su labor como maestra.En este amplio álbum de recuerdos también está Jessica, aquella niña que un día llegó a su salón de clases, en el Colegio El Rosario, con la ilusión de aprender a leer y a escribir cuando la vida se le esfumaba entre las manos.Doña Adiela, con su dulce voz y su grupo de estudiantes, la acogió y permitió que los cuatro meses que tenía de vida se extendieran a un año y medio. Por eso, comenta, el día de su entierro se dijo a sí misma que cuando terminara su labor como maestra entraría de lleno a Unicáncer para luchar por la prevención de esta enfermedad “y eso lo estoy cumpliendo”.Buena cosechaPero no sólo ha cumplido sus sueños, ahora doña Adiela empieza a recoger los frutos de las semillas sembradas y dos de ellos son la consolidación de la Crisálida Poética, el grupo de poetas cartagüeñas que hizo su debut en el pasado encuentro de poetas en la tierra del maestro Rayo, y su reciente nombramiento como delegada cultural de la Unión Hispanoamericana de Escritores, con sede en Perú. Sin embargo, entre lágrimas reconoce que su afán es valorar a otros, estimularlos y proyectarlos y que por ello seguirá trabajando los años que le queden de vida, porque ahora su meta es motivar a las mujeres y a los jóvenes para que saquen sus escritos y sanen su alma.Y así lo reconocen todas aquellas personas que comparten con doña Adiela, pues, más que una maestra, es consejera, amiga y confidente de los más bellos sentimientos que siempre terminan plasmados en blancas hojas de papel que se llenan del color de ‘Alosa’.

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