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Isabel Cristina Ontaneda, paciente. | Foto: Especial para El País

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¿No cree en los milagros? Nueve historias médicas revelan que en Cali sí ocurren

Gracias a la experticia de especialistas, a la tecnología con que cuentan las casas de salud y a un trabajo en equipo e interdisciplinario, en la capital del Valle se evidencian verdaderas hazañas médicas que cambian vidas. Vistazo.

10 de abril de 2019 Por: Meryt Montiel y Valeria Araque / El País 

Triple trasplante: páncreas, riñón e hígado

Diagnosticado con diabetes tipo 1 desde los 16 años, esta enfermedad
y otras afecciones, le fueron complicando la vida al topógrafo caleño Benjamín Calderón Rojas. Se volvió hipertenso, tenía problemas renales, se fatigaba caminando y al hacerle una biopsia, su hígado resultó cirrótico.

Su piel se tornó amarrilla, le daban calambres, permanecía con frío producto “de la anemia que tenía”. Debía tomar un buen número de medicamentos y aplicarse insulina todos los días, “mañana, tarde y noche”.

La doctora Miryam Elcy Rojas, directora del Comité Científico de Coomeva le recomendó que se sometiera a tres trasplantes: hígado, páncreas y riñón. Y ella, quien había trabajado en la Fundación Valle del Lili, habló con el doctor Luis Armando Caicedo, jefe de la Unidad de Trasplantes de la entidad que, junto a su experimentado equipo multidisciplinario, aceptaron el reto.

Lea también: Las dificultades de salud que enfrentan los caleños para lograr ser papás

Una gran hazaña médica. Porque aunque ellos, en la Fundación Valle del Lili son ya un referente latinoamericano en trasplantes, sería la primera vez que practicarían un trasplante triple. En su experiencia de 25 años, en la entidad han realizado trasplantes de corazón, pulmón, hígado, páncreas, intestino, riñón y combinados (hacen, por ejemplo, trasplante de riñón y páncreas en una misma intervención).

“Si me van a salvar, háganle”, fue la respuesta que le dio Benjamín a la doctora Rojas, quien le advirtió que antes, debía someterse a diálisis.
A sus 38 años, después de tres meses de espera, el 22 de septiembre de 2011 le informaron que ya había donante. “Se me vino el mundo encima”, evoca el topógrafo. A las 7:00 a.m. llegó a la clínica y de 1:00 a 10:00 p.m. estuvo en el quirófano. La intervención fue un éxito. Los resultados de su triple trasplante “fueron automáticos”, dice. Su diabetes desapareció. Ya no tiene que aplicarse insulina ni debe tomar medicamentos para la presión. Solo toma metformina e inmunosupresores. Estos últimos son para que su sistema de defensas no ataque los órganos que le son ajenos.

“Cambió mi semblante, mi cara, yo era amarillo, ahora estoy rosadito”, comenta riendo. Y agrega: no volví a tener problemas de diabetes, no se me hinchan ya los pies, bajé de peso, me siento con más capacidad para caminar trayectos largos. El riñón está perfecto, mi hígado está perfecto, con el páncreas he tenido problemitas porque no me he cuidado lo suficiente... De todas formas yo me siento muy bien”, manifiesta feliz este hincha del Deportivo Cali.

El doctor Luis Armando Caicedo, uno de los artífices del ‘renacer’ de este caleño y de otras centenares de personas que han sido trasplantadas en la Fundación Valle del Lili Hospital Universitario, considera que “ante los ojos de la gente” este tipo de intervenciones son ‘hazañas médicas’”, pero para él son solo el resultado de la experticia, de la tecnología, de un trabajo en equipo e interdisciplinario, “porque aquí no es solo el cirujano, sino todo un equipo médico que está funcionado para esto”.

Pero lo más valioso, que yo quiero resaltar, apunta el doctor, es el de la generosidad y solidaridad de las familias, “que en medio de su dolor por la muerte de un ser querido, permiten que los órganos de este ser, sigan viviendo en otra persona”.

Trasplante de hígado a un niño indígena

Aunque en el imaginario de la gente aún persista la idea de que los órganos se venden o son para los ricos, el doctor Luis Armando Caicedo, jefe de la Unidad de Trasplante de la Fundación Valle del Lili Hospital Universitario, asegura que en esta institución hay muchos casos que demuestran que eso no es cierto.

Recientemente, el 8 de junio de 2017, fue trasplantado en la entidad Wilmer Epieyú Epieyú, un humilde niño de la etnia wayúu, procedente de una ranchería de La Guajira, quien nació con su hígado en malas condiciones.

Wilmer, quien fue operado cuando tenía once meses de nacido es otro. De aquel bebé que “vomitaba mucho y de color negro, que casi no recibía comida y que se podía morir si no lo operaban”, como recuerda su madre Angélica Epieyú, poco queda. Ahora es un niño de 1 año y ocho meses alegre, vivaracho, con una energía impresionante, al que le gusta correr, saltar, curiosear su entorno y comer de todo.

En el caso de Wilmer el trasplante de hígado fue en donante cadavérico, pero la Fundación Valle del Lili es centro de referencia a nivel nacional e internacional en trasplante de hígado en niños cuyos donantes son sus padres. “El papá o la mamá nos sirven de donantes y le sacamos parte del hígado y se lo ponemos al niño. O sea, que hacemos trasplantes de hígado con donante vivo, eso nos ha permitido ser líderes”, comentó el doctor Caicedo.

2
trasplantes triples (de riñón, páncreas e hígado) se han realizado ya en la Fundación Valle del Lili Hospital Universitario.
3
horas puede demorar el rescate (extracción) de órganos de donante cadavérico.
9
trasplantes de riñón más páncreas (combinado) se hicieron en la
F. Valle del Lili el año pasado.
131
trasplantes de riñón en persona adulta se hicieron en la F. Valle del Lili en 2017 con donante cadavérico.
6
niños recibieron trasplante de riñón con donante vivo en la Fundación Valle del Lili el año pasado.
15
trasplantes de corazón se hicieron en 2017 en la entidad caleña y 4 trasplantes de pulmón.

Adiós a una deformidad

El de su hermano, dice Yuli Velásquez Salazar, es un caso raro, “de esos que uno ve en Discovery Chanel”. Ella cuenta que su hermano al acudir a varios médicos por un golpe que recibió en la cara y que le mantuvo la nariz hinchada por varios días, le diagnosticaron que tenía fractura de tabique, pero además, una masa alrededor. “Mi hermano Jesús María, entonces de 22 años, tenía un absceso en la nariz de gran tamaño, horrible, que le empezaba a oler mal y el dolor que le producía era intenso” cuenta, desde Pereira, donde trabaja. Luego de tutelas a su EPS, fue enviado a la Fundación Valle del Lili, en donde el equipo de neurocirugía concluyó que había que hospitalizarlo de inmediato.

“El paciente llegó con una deformidad en su rostro, una masa gigantesca en toda la mitad que sobresalía de la cara más o menos 40 cms, parecía una montaña. Los ojos se le fueron a los lados, como si fuera un pescado, la nariz desapareció, no podía respirar y estaba perdiendo agudeza visual”, recuerda el neurocirujano Javier Mauricio Lobato.

El 28 de febrero de 2014 lograron extirparle el tumor que resultó maligno y se le dio tratamiento. “Le quedó la cara bastante bien, los ojos le volvieron a su sitio, estaba respirando normal y pudo volver a su pueblo natal (Alcalá, Valle). Quedamos satisfechos con los resultados, el paciente se fue feliz y la familia también”, manifiesta Lobato.

Lamentablemente a Jesús María, hoy de 27 años, le vuelven a aparecer los tumores. “Lo que él tiene es complicado y no tiene cura”, asegura Yuli, el único tratamiento es practicarle cirugías. Y estas, resalta la joven, le han permitido vivir más tiempo, mejorar su calidad de vida, además,
permanecer “anímicamente estable”.

Un ‘nuevo’ esófago para Kamila

En 2016, a sus 5 años de edad, Kamila Gómez García sufrió un accidente casero que le produjo graves quemaduras en el esófago: ingirió un desengrasante de cocina que estaba envasado en un frasco de té. En su EPS la atendieron, pero le mandaron endoscopia y dilataciones (terapias para que no se le cerrara el esófago), que nunca le fueron autorizadas.

Después de luchar contra viento y marea, Paula García, su mamá, logró a los seis meses del accidente que Kamila fuera atendida en el Centro Médico Imbanaco, a donde llegó desnutrida, como recuerda el cirujano pediatra Mauricio Copete Ortiz; por sus complicaciones esofágicas comía mal y poquito.

Para poderla recuperar nutricionalmente le practicaron una gastrostomía (le conectaron un tubo al estómago para alimentarla por ahí). Esto fue traumático para ella, evoca Paula. Dejó de estudiar y de jugar porque temía que la lastimaran y se agitaba, pues su nutrición no era normal. “Si íbamos a un restaurante y quería saborear algo, yo le daba un pedacito, pero como la comida solo le llegaba hasta aquí (Paula muestra la mitad del esófago) la devolvía y a ella le daba pena que la gente la viera”. Cuando estábamos en la casa, agrega Paula,
” yo le decía, ¿quiere comer esto? Coma. No le iba a quitar a ella esa sensación de saborear, de masticar, eso le ayudó a dilatar su esófago, lo que le sirvió para que este empatara bien con el estómago”.

A lo que la mamá de Kamila se refiere es que mantener el esófago de la niña dilatado ayudó al éxito de la cirugía que le practicaron el pasado 7 de febrero: un ascenso gástrico a través de laparoscopia, intervención que duró siete horas.

Copete resalta que el ascenso gástrico se ha practicado por mucho tiempo a través de cirugía abierta. Pero hoy, gracias a la tecnología con que cuenta la institución, lo pueden hacer a través de laparoscopia, sin dejar cicatrices. “Entramos por el abdomen con una cámara que se introduce a través del ombligo y por una serie de orificios, más o menos cuatro, de 5 mm cada uno, introducimos el instrumental. Por ahí liberamos el estómago para subirlo a través del tórax y fabricar con él un tubo que va a servir de esófago”. Hoy Kamila come de todo, “¡hasta fríjoles!”, comenta entre risas, su mamá.

Un corazón que funciona mejor

A través de una ecografía de tercer nivel, a los cinco meses de gestación, le detectaron que su bebé tenía una patología en el corazón. La ingeniera industrial Ángela Piedrahita y su esposo decidieron seguir adelante con el embarazo: era su primer hijo y lucharían por él. Tenían puesta su fe en Dios y la confianza en el equipo profesional del Centro Médico Imbanaco.

Los especialistas les hablaron claro: el bebé necesitaría de varias cirugías y “las probabilidades de vida eran 50-50”, recuerda Ángela, “sin embargo, nos ofrecieron una opción, sí había algo por hacer: no sería un proceso fácil, pero nos iban a brindar el acompañamiento de un equipo profesional calificado que tenía todo la experiencia en esta patología”.

Efectivamente, el 30 de agosto de 2017 nació Miguel Ángel con síndrome de ventrículo izquierdo hipoplásico, que, como lo explica el cardiólogo Ángelo Valencia “es una grave malformación congénita del corazón, casi incompatible con la vida, en la que la parte izquierda del corazón, el ventrículo izquierdo, las válvulas y la aorta no se formaron durante la vida embrionario y fetal, lo que ocasione que al nacer fallen en la conducción de la sangre a todos los órganos vitales”.

A los doce días de nacido a Miguel Ángel le practicaron la primera cirugía y la segunda, a los 5 meses de vida. Esta última se llama cirugía Norwood, señala el doctor Valencia, y “consiste en crear una vía para que la parte derecha del corazón que sí se desarrolló realice las funciones del lado izquierdo, esto acondicionando los propios tejidos cardiacos y vasos de los niños tanto por cateterismo cardiaco como en cirugía. Este procedimiento es considerado el más complejo de las cirugías denominadas ‘a corazón abierto’”.

Después de esta intervención el bebé estuvo hospitalizado un mes y medio. Actualmente está en casa disfrutando de los mimos de sus padres, creciendo, pesa siete kilogramos y tiene ”asombrado al neurólogo con su desarrollo”, pues como cuenta su mamá, a pesar de que ha convulsionado, “su cerebro está intacto”. A los 3 o 4 años de edad será su tercera cirugía.

Alargamiento óseo

Kevin Perlaza, de 17 años, sufrió un accidente en bicicleta que le causó un trauma craneoencefálico, entre otros. Estuvo una semana en coma. Su pierna fracturada, por mal manejo, tuvo una mala consolidación del hueso y se contrajo, lo que lo dejó casi en condición de invalidez.

Actualmente está feliz, porque en el Centro Médico Imbanaco “me hicieron reconstrucción de la parte de la pierna que quedó mal y me implantaron un clavo especial que alargó mi pierna y la igualó con la otra. Hoy puedo caminar bien, rápido, correr, jugar. Puedo hacer de todo. No estoy cojo”, dice emocionado.

El ‘milagroso’ cambio en la pierna de Kevin es producto de la técnica llamada osteogénesis por distracción o alargamiento óseo, que como lo explica el ortopedista Mauricio Zuluaga, especialista en este campo, consiste en “hacer una fractura controlada e ir manipulando ese callo de fractura para hacer crecer la extremidad. Así podemos hacer crecer extremidades que han quedado cortas por problemas congénitos o postraumáticos.

E incluso, podemos hacer alargamientos estéticos en gente que desea subir de estatura”.

Mucho más ahora que tenemos nuevas tecnologías, añade Zuluaga, como los alargamientos con clavos endomedulares, para los que no hay que usar fijaciones externas.

“Es un clavo con una tecnología especial que se maneja externamente con un imán, se implanta en el muslo y se hace un alargamiento controlado cuatro veces al día y se logra un alargamiento significativo de la extremidad”, ilustra el profesional.

Luego de la cirugía el paciente tiene que manejar el dispositivo “que según se llame, un tutor o clavo, debe mover en su casa cuatro veces al día para conseguir más o menos un milímetro del crecimiento del hueso diario. O sea, en diez días hace un centímetro.

Y normalmente alargamos 5, 8, 10, cms de una extremidad”, asegura el doctor Zuluaga, una autoridad en el país en alargamientos óseos.

Quienes se someten a alargamiento óseo, por estética, pueden crecer hasta 13 cms, según sus necesidades y la tolerancia al tratamiento.

Una oportunidad para respirar de nuevo

Muchos accidentes dejan a las personas inmóviles del cuello hacia abajo. Asimismo, causan parálisis diafragmática, es decir, que les impiden respirar de forma autónoma.

Anteriormente estos pacientes debían estar conectados a un ventilador portátil, lo que limitaba sus actividades cotidianas, además, los mantenía con depresión y ansiedad. Ahora, con el procedimiento de implantación de marcapasos de diafragma por videolaparoscopia, realizado por primera vez en el departamento, en el HUV, los pacientes mejoran su calidad de vida, dejan a un lado el ventilador y recuperan de forma independiente la función respiratoria. “La cirugía consiste en hacer pequeños orificios en el abdomen para implantar cuatro electrodos en el diafragma, dos en el diafragma derecho y dos en el izquierdo, es decir, en los sitios donde confluyen las ramas anteriores y posteriores del nervio frénico a cada lado, para estimular sus terminaciones nerviosas (el nervio frénico es el encargado de enviar señales de comunicación entre el cerebro y el diafragma)”, explica Mario Andrés López, cirujano de tórax de la Universidad del Bosque, jefe de cirugía de tórax de la Clínica San Rafael de Bogotá e instructor del procedimiento en el HUV.

Los electrodos implantados en el diafragma se sacan a través de la piel y se conectan a un computador para que el paciente respire de forma autónoma.

Hace tres años Yesid Armando Amaya, con tan solo 15 años, sufrió un accidente al hacer un clavado en una piscina, perdiendo la movilidad total de todo su cuerpo. Por ello los especialistas le implantaron un marcapasos de diafragma por videolaparoscopia. Este le ha mejorado notablemente la calidad de vida, pues ya no tiene que contar con un ventilador que le impida salir de su casa o que lo limite en sus actividades. El año pasado Yesid fue campeón nacional en Boccia BC3, un juego diseñado para personas con discapacidades, y poco a poco ha logrado respirar sin la ayuda del marcapasos. Antes lo usaba todo el día, ahora, por horas.

“Gracias a la cirugía mi hijo se ve más dinámico, motivado y feliz. Pudo terminar el colegio y ahora le estamos buscando universidad. Ya puede salir tranquilo, no se queda sin respiración y ha recuperado la movilidad en las manos”, comenta Armando, su padre.

Le dijo adiós para siempre al Parkinson

Aunque con dificultades y escasez de recursos como otros hospitales públicos, el Universitario del Valle logró sacar adelante hace dos años el procedimiento de ‘Estimulación cerebral profunda’, en pacientes con Parkinson avanzado severo, y que tienen complicaciones por la toma crónica de medicamentos. Estas complicaciones son la disquinesia (exceso de movimiento corporal) y fluctuaciones (no le hace efecto el medicamento) o que tienen síntomas resistentes a las medicinas (temblor). La cirugía neutraliza la corriente “negativa” propia del paciente, a través de unos electrodos que se implantan en los ganglios basales del cerebro, específicamente en el globo pálido interno y el núcleo subtalámico. También se implanta un generador de pulso interno (batería) que genera una corriente eléctrica cerebral nueva en los electrodos, que contrarresta la corriente negativa de la enfermedad.

“Antes de realizar la cirugía se hace una preparación previa de meses y se desarrolla una discusión del caso en una junta. El procedimiento dura de seis a ocho horas y tiene una tasa muy baja de complicaciones. Ha demostrado que cambia radicalmente la funcionalidad y la calidad de vida del paciente”, comenta Óscar Andrés Escobar, profesor de neurocirugía de la Universidad del Valle y coordinador del servicio de neurocirugía de la Clínica Amiga.

El 24 de agosto de 2016 a Isabel Cristina Ontaneda (Foto) se le instaló un estimulador neurocerebral, ya que padecía de Parkinson avanzado desde hace 15 años. En el pasado Isabel no podía caminar sola porque se caía, no podía bañarse o realizar actividades diarias y eso la tenía en depresión constantemente. Ahora, después del procedimiento realizado es una mujer nueva, activa y feliz, puede hacer todas las actividades de forma independiente y sin limitaciones.

“Pasar de no poder caminar a realizar todas mis actividades sin ayuda ha sido un sueño. Antes era una mujer que lloraba todo el tiempo, ahora, soy alegre y administro el restaurante ‘Sancochos pues’, en el centro de Cali”.

Gladys Amalia y su cambio de válvula

Con el tiempo muchos pacientes requieren de un cambio de válvula mitral, pero, por condiciones del corazón, edad o enfermedades adicionales como problemas renales o pulmonares crónicos, no pueden ser llevados a una cirugía de corazón abierto. Además, abrir el tórax por segunda vez es bastante riesgoso.

En esos casos, ahora el procedimiento se puede hacer a través de un cateterismo.

“El catéter entra por la vena femoral hasta llegar a la aurícula derecha e izquierda y así, se coloca la válvula nueva, dentro de la válvula biológica del paciente. Desde el 2016 hemos realizado alrededor de diez procedimientos”, agrega Antonio Enrique Dager, cardiólogo intervencionista de Angiografía de Occidente S.A.

Gladys Amalia Juliao es una, entre tantas pacientes, que después de haberse operado a corazón abierto de la válvula mitral debía someterse por segunda vez a un procedimiento para reemplazarla por una nueva. Ahogo y presión alta eran los síntomas que Gladys sentía, hace dos años, antes de realizarse la cirugía de Implante valvular mitral percutáneo.

“Confieso que en un principio me aterró pensar que tenía que cambiarme la válvula, pero cuando me dijeron que era por cateterismo me tranquilicé. La cirugía fue un éxito total y la recuperación fue sencilla
y muy rápida”, manifiesta Gladys.

Implante valvular aórtico percutáneo (Tavi)

El 24 de marzo de 2008 en Angiografía de Occidente S.A. se realizó el primer implante de válvula aórtica (Tavi) en Colombia, el cual a diferencia de la cirugía de corazón abierto, se ingresa mediante un catéter una válvula nueva para ser instalada sobre la válvula enferma (aórtica), sin necesidad de retirarla (el catéter viaja por las arterias femorales, ilíacas y la aorta, para finalmente llegar al corazón). Es un procedimiento de aproximadamente dos horas y media y el paciente no necesita de anestesia general sino de una sedación profunda en el 90% de los casos.

Antes de que se inventara este procedimiento, lo que se hacía era abrir todo el esternón y el tórax, se retiraba la válvula enferma y se ponía una nueva. La cirugía, de aproximadamente de cuatro a seis horas, era bastante invasiva, delicada y riesgosa para muchos pacientes, ya que el corazón debía conectarse a uno artificial (bomba de circulación extracorpórea) para que siguiera circulando la sangre durante el procedimiento. En la mayoría de los casos se generaba un desacoplamiento respiratorio.

Aunque actualmente se sigue haciendo y de hecho sigue siendo la terapia óptima para muchos pacientes que tienen este tipo de patología, hay muchos que no son candidatos para esta cirugía debido a las múltiples complicaciones que pueden llegar a presentar, causando un riesgos muy elevados. Asimismo, factores como la edad avanzada o condiciones secundarias a la patología, como por ejemplo, la llamada ‘Aorta de porcelana’: se calcifica toda la aorta y con cualquier mal movimiento quirúrgico se puede romper, volviéndose casi imposible reparar y causando la muerte inmediata en cirugía.

Es así como el doctor Antonio Enrique Dager Gómez, cardiólogo intervencionista de Angiografía de Occidente S.A. se entrenó en diferentes países y quien junto a un grupo de especialistas de diferentes partes del mundo crearon el programa de Válvula Aórtica para darles la oportunidad a pacientes con estenosis (que no eran candidatos para una cirugía a corazón abierto) a mejorar su calidad de vida, prolongar su pronóstico de vida y de eliminar los síntomas que tanto los aquejaba como: ahogo, fatiga, hinchazón (se llenan de agua en las piernas o en el abdomen) y dolor en el pecho.

Es un procedimiento que va ligado al seguimiento constante del paciente, al monitoreo de la evolución y a los resultados finales. Dura aproximadamente dos horas y media, desde que entra el paciente a sala, hasta que sale.

“Tavi es un procedimiento exitoso, mínimamente invasivo y con una tasa baja de complicaciones. Lo que sí puede ocurrir, en algunas ocasiones, es que el paciente requiera de un marcapasos. Hasta el día de hoy se han hecho más de 450 procedimientos y somos los pioneros y los mayores implantadores en Colombia y uno de los mayores en Latinoamérica.

Nuestro programa de Valvulopatía Aórtica ha sido tan exitoso, que ha mejorado la calidad de vida y el pronóstico de muchísimos pacientes nacionales e internacionales y ha dado lugar a entrenar muchos especialistas latinoamericanos para que esta terapia se haga en los mejores centros de Angiografía de Latinoamérica”, resalta el doctor Dager.

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