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La semana pasada, el Sena certificó a 36 excombatientes de la zona veredal de La Carmelita, en Puerto Asís, Putumayo, en gastronomía y otros saberes. | Foto: Especial para El País

FARC

Volver al salón de clases, el nuevo reto de los hombres de las Farc

Dejar un fúsil y tomar un cuaderno no es tarea fácil. Pero es la apuesta de la desaparecida guerrilla. El País conoció de cerca el proceso.

20 de agosto de 2017 Por: Olga Lucía Criollo / Reportera de El País

La semilla de la paz no es la única que quieren sembrar los excombatientes de las Farc. También quieren cultivar un futuro mejor para ellos y para los hogares que han empezado a formar por cuenta de la reconciliación.

Así lo entendió el zootecnista Ever Benítez, quien a comienzos de año conoció los Llanos del Yarí, uno de los rincones del país donde durante décadas operó una de las ‘repúblicas independientes’ de la guerrilla.

Un destino que tal vez no se había dibujado en sus sueños pero al que llegó por cuenta de sus conocimientos.
Los mismos que les transmitió a 60 mujeres y 97 hombres que habitan en la zona veredal transitoria de normalización de La Macarena, Meta.

“El objetivo es que las comunidades le den un mejor uso a las semillas, que puedan cultivar de una manera más eficiente y que aprendan a combinar los alimentos para que resulten más nutritivos”, comentó el instructor del Sena que graduó a sus alumnos el pasado 12 de mayo en un emotivo acto.

Tras intensas sesiones, ellos ya estaban capacitados no solo para apostarle al consumo de productos orgánicos, sino que habían trabajado en el diseño de un proyecto de infraestructura para la cría de cerdos, incluyendo el desarrollo de planes de nutrición e inseminación artificial.

Pero Benítez también aprendió. “Ver a todas estas personas vinculadas a este proceso de formación es un halago. Su deseo de superación y de querer contribuir con su comunidad es bien notorio”, cuenta sin ocultar la satisfacción que le significó descubrir el “aprecio” que los farianos sienten por el Sena.

Tal vez ese sentimiento contribuyó a que otros habitantes de la zona veredal aprendieran sobre gastronomía básica y hasta se animaran a incursionar en las sofisticadas Tecnologías de Información y Comunicaciones, Tics.

68 %
del total de estudiantes de las Farc esperan terminar su primaria y el 21 % la secundaria.
​18
y 28 años es el rango de edad de la mayoría de los farianos que irán a clase.

Según estadísticas del Servicio Nacional de Aprendizaje, esas capacitaciones se han replicado ya en 24 zonas y puntos transitorios donde permanecen los excombatientes de las Farc, de manera que ya se terminó la formación del 94,06 % de las 2629 personas reportadas por la Oficina del Alto Comisionado Para la Paz.

También se indica que hasta el pasado 10 de agosto, la entidad ha entregado 2512 certificaciones, de las cuales el 32,8 % han sido por formación en TIC; el 27,7 %, en gastronomía, y el 37,1 %, en agroecología.

Arando la educación

En diciembre pasado, una vez se firmó el Acuerdo de Paz con el Gobierno, las Farc y el Consejo Noruego de Refugiados comenzaron a trabajar en un modelo educativo para que fuera implementado en los puntos de preagrupamiento.

“Ese proceso se nos ha venido alargando hasta hoy porque el Gobierno no tiene un programa de educación flexible, no se ha trabajado en ese sentido para adultos, jóvenes y sobre todo para las particularidades de nuestro país: comunidades indígenas, población afro, campesinos”, sostiene ‘Pastor Alape’, encargado de la reincorporación al interior de las Farc.

Tan solo el martes de la semana pasada se lanzó un programa piloto de ese estilo que cubrirá a 989 estudiantes afro de Cauca, Nariño y Chocó.
“Y este mismo modelo educativo se va a desarrollar en el resto de las zonas del país con la Universidad Nacional Abierta y a Distancia (Unad), mediante el proyecto ‘Arando la educación’, que incluye una fase de alfabetización para la primera básica y bachillerato hasta noveno grado”, explica el también integrante del Secretariado.

En 19 zonas veredales se implementará el modelo de alfabetización y educación de la Unad, basado en la proyección social y el desarrollo comunitario, y en 7, el modelo etnoeducativo del Consejo Noruego y el Mineducación.

Agrega que también lo financiará el Consejo Noruego de Refugiados, pero que sumará $2000 millones del Ministerio de Educación, puesto que 2500 campesinos serán invitados a asistir a clase con 4500 exguerrilleros.

“Creemos que es muy poco con toda la carencia educativa que hay en el país, pero bueno, empecemos a ver cómo sensibilizamos a Colombia de la necesidad de que la paz efectivamente llegue a todos los territorios con acciones y no con el solo discurso”, añade.

Total, la primera fase de este modelo educativo para la paz cobijará a jóvenes y adultos, partiendo de las condiciones humanas de las regiones, y se dividirá en cuatro ciclos que durarán cuatro meses: de primero a tercero de primaria; de cuarto a quinto; de sexto a séptimo, y de octavo a noveno.

4 %
de las 1172 mujeres encuestadas iniciará cursos de alfabetización.
118
tutores debieron ya trasladarse a las 26 zonas veredales para iniciar los ciclos educativos.

Ahora bien, Alape reconoce y agradece que a la par de las capacitaciones del Sena -de cuya efectividad se aparta por momentos- diversas empresas, universidades y otras instituciones educativas han ofertado capacitaciones a los excombatientes reunidos en las zonas veredales.

Uno de los casos más representativos es el de La Elvira, en el Cauca, donde, por ejemplo, la Universidad Javeriana preparó recientemente a una veintena de ellos para que puedan validar su bachillerato ante el Icfes y diplomó a otros 16 como gestores de paz.

“Han sido graduaciones en grupos muy pequeños, más como simbólicos, pero consideramos que todo eso, sumando, son los granitos de arena para poder hacer el gran escenario de la paz”, dice el encargado de la reincorporación de los farianos, quien resalta el apoyo que tanto la Gobernadora del Valle como el Alcalde de Cali le han dado a la implementación de la paz.

Prueba de fuego

Es sábado muy temprano y en los alrededores de la Universidad del Valle de San Fernando todo es calma, pues aun es época de vacaciones. Sin embargo, cinco estudiantes se desplazan desde algún lugar de Cali, mochila en mano, a su primer día de clases.

Su destino es el salón 305 de la sede Las Marianitas, donde se confundirán con una treintena de líderes del Cauca y el Valle que, como ellos, quieren formarse como constructores de paz territorial. El desafío es justo ese: que ya no se trata de un curso destinado exclusivamente a ellos sino que tendrán que ‘vérselas’ incluso con víctimas del conflicto en el que ellos participaron.

300
farianos tienen título universitario, según el censo realizado por la Universidad Nacional.

“Es casi angustioso”, reconoce Ángela, una delgada morena que al parecer nació hace poco más de 20 años en el barrio Manuela Beltrán de Cali y que suma ocho en las Farc. Pero poco después se percataría de la apertura del resto del salón con ella y sus cuatro compañeros también provenientes de la zona veredal de La Elvira.

Nunca se permitió soñar con la universidad, debido a la precariedad de su hogar. Sin embargo, hace poco un docente le enseñó, allá en el Cauca, cómo castrar un perro y el sueño de ser veterinaria volvió a inscribirse en su proyecto de vida. Y la verdad es que la ilusión ya no es solo de ella sino de sus hermanos de sangre, a los que la pobreza también les cerró esa puerta.

Pero no todos van a clase por primera vez. Escuchando con atención al ‘profe’ Federico Muñoz también está René Nariño, quien hace solo quince días sonreía con satisfacción al recibir el diploma de la Javeriana que lo acredita como gestor de paz.

Un ‘cartón’ similar al que estaba a punto de acceder en mayo del 2011, cuando fue capturado en Bogotá: cursaba décimo semestre de Ciencias Políticas y Administrativas en la Esap.

“Buscar un diálogo entre las realidades territoriales y urbanas en conjunto con la academia es fundamental, es otra forma de cerrar las brechas de desigualdad”, dice con tono serio quien en La Elvira tiene a su cargo labores de pedagogía y aprovechó la cárcel para cursar cinco semestres de filosofía.

La reincorporación a la vida civil de los excombatientes de las Farc también pasa por su participación en espacios culturales y la formación deportiva, en especial el fútbol.

Y con él está de acuerdo el docente del Programa Institucional de Paz de Univalle, para quien el diplomado ofrecido en conjunto con la Gobernación del Valle y el Pnud busca que “distintos sectores de la sociedad tengan mayores elementos teóricos sobre las paces, las violencias y los conflictos y que se logren aterrizar a los contextos y realidades que viven las comunidades”.

Así, peleando con el cálculo matemático, con el señalamiento y la incertidumbre, los miembros de las Farc estudian no solo para homologar saberes sino para “ser ejemplo, porque no podemos quedarnos en el discurso”.

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