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Más importante el rigor que los plazos en los diálogos de paz, dicen analistas

Analistas coinciden en que más importante que poner fechas, es la actitud de las partes en la mesa.

17 de abril de 2016 Por: Katherine Vega | Colprensa.

Analistas coinciden en que más importante que poner fechas, es la actitud de las partes en la mesa.

Tras la frustración por no haberse firmado el acuerdo final el pasado 23 de marzo, las delegaciones de paz de Gobierno y Farc parecen no tener la presión de una fecha, pero la realidad en el país es distinta.

Lo más cercano a un compromiso en el tiempo es, de una parte,  lo que dijo recientemente el jefe negociador oficial, Humberto De la Calle, en el sentido de que no  van a apresurarse a firmar un acuerdo hasta que sea el mejor y, por la otra,  la declaración de la guerrilla de que el punto final está muy cerca.

Álvaro Villarraga, director de Acuerdos de la Verdad del Centro de Memoria Histórica, destaca que ya hay un compromiso en La Habana para acelerar al máximo las conversaciones que permitirán pactar el final de la confrontación armada en el país.

“Creo que antes del 23 y luego del 23 de marzo hay un ritmo intenso y sostenido y ya las partes han dado a conocer que son significativas las aproximaciones en los temas del fin del conflicto, en particular en el cese de hostilidades. Más allá de eso, nos queda esperar pronto resultados en cada uno de los temas faltantes”, dice.

Hoy son pocos los que se atreven a establecer una fecha más, luego de que se incumpliera el plazo de seis meses acordado entre el presidente Santos y el jefe máximo de las Farc, alias Timochenko.

Un  ejemplo lo da Luis Carlos Villegas, quien evade la pregunta sobre el tiempo para la firma de la paz de forma jocosa: “¡No, ojalá! Si yo supiera eso no sería ministro de Defensa”.

O el mismo Mandatario de los colombianos, quien en su reciente gira por el Triángulo Norte de Centroamérica, anunció que no volverá a poner fechas, porque es contraproducente: “Eso se devuelve como un bumerán”.

 De hecho, por estos días su gobierno le ha vuelto a dar espacio a temas de la agenda política del país que se habían quedado quietos por la espera de la anhelada firma, como la reforma tributaria, de la que se dijo en su momento que, por impopular, podría afectar el voto de un plebiscito por la paz.

Villarraga tampoco apuesta por una fecha exacta, pero dice que ve improbable un acuerdo final antes de junio: “No me imagino posible la discusión de los acuerdos antes de ese mes, me parece irreal. Quedan dos temas importantes, cada uno, como mínimo, se ha llevado un semestre; ya tenemos avances, pero  en el conjunto de los dos puntos, sin duda alguna, faltan mínimo cuatro meses”.

Además, el analista recuerda que faltan puntos por definir, más conocidos como “las salvedades”. Con ellas se podría dar una etapa de perfeccionamiento de los acuerdos y eso tomaría un tiempo más. Por todo eso dice: “Tal vez sea más prudente no poner fechas”.

Momento difícil

Como lo hizo el ELN, las Farc desde el principio afirmaron que discutirían por orden cada uno de los puntos de la agenda de negociación. Sin embargo, por acuerdo mutuo decidieron dejar en el último lugar el del Fin del Conflicto (que en realidad era el punto 3) y ya es muy claro por qué lo hicieron.

Lo que se está discutiendo en La Habana tiene que ver básicamente con las garantías que permitirán que la palabra paz sea acompañada, de verdad, por los dos adjetivos que le ha puesto el Gobierno: “estable y duradera”.

La dejación de armas, las zonas de concentración y el esclarecimiento del fenómeno del paramilitarismo vinculado a la seguridad de los desmovilizados y del pueblo colombiano son los puntos de este momento. Además de esos bloqueos de la agenda, hay otros puntos, más humanos, que ralentizan el diálogo. Uno de ellos lo mencionó el ministro Villegas: “Estamos en el momento más difícil, porque es de debate existencial, como diría Sartre. Es el punto de si se toma o no la decisión de dejar las armas, de concentrarse, de desmovilizarse; de firmar y, por tanto, de desaparecer como grupo armado. Es una verdadera discusión existencial que afecta tiempos; en medio hay vanidades, tradiciones y la convicción de que uno ha estado 50 años a punto de ganar la guerra –pese a que eso no ha sido cierto nunca—”. Agregó que es cuando se deben especificar hasta los más mínimos detalles, de los que el punto clave es “el cese el fuego bilateral de hostilidades y definitivo, para que no nos devolvamos nunca al conflicto. Ese proceso, claramente, toma tiempo”. Nuevo contexto“Queremos garantizarle al pueblo colombiano que queremos dejar las armas, pero no nuestras vidas”. Así finalizó el comunicado de la delegación de  las Farc al terminar este último ciclo de negociaciones.El grupo insurgente reprocha que se siga diciendo por parte del Gobierno que no existe paramilitarismo: “Entonces, ¿quiénes están matando a defensores de derechos humanos, a reclamantes de tierras y a líderes opositores? Muchos de estos asesinatos han tenido lugar en escenarios fuera del alcance del Clan Úsuga”. A ese llamado por esclarecer el fenómeno se sumó el reciente paro armado del Clan Úsuga, con el que la banda criminal logró tomar el control de decenas de municipios y la nueva polémica que se generó alrededor de la Ley de Restitución de Tierras, que ha dividido al país.Incluso, organismos de Naciones Unidas han tratado de mediar para que el debate sobre el proceso de restitución no le quite legitimidad al derecho de las víctimas de recuperar lo que perdieron por el conflicto armado. Más, cuando este tipo de polémicas, como se ha registrado históricamente, puede terminar en la generación de nuevos conflictos.Esto toca directamente al proceso de paz que se adelanta en La Habana, tal como lo señala Villarraga, y se convierte en otro punto que dilata el tiempo para la firma: “En principio no debería afectar la mesa, en el entendido de que, de los siete temas que componen el punto del Fin del Conflicto, hay dos que hacen referencia directa a lo que está pasando. Uno es con relación al paramilitarismo propiamente, que además ha dado lugar a una subcomisión técnica, y otro el de garantías. Es decir, de alguna manera esto ya está visto y las dos partes ya han anunciado que tienen aproximaciones”. Sin embargo, señala que “cosa distinta es que, ya no mirando la mesa sino el contexto nacional, por supuesto que sigan actuando grupos provenientes de los paramilitares causa un ambiente negativo para la negociación, para el proceso de paz y para el propio ambiente de garantías que necesita la conclusión y la aplicación de los acuerdos”. Ese ambiente negativo por las acciones de las bandas criminales y otros hechos violentos recientes muestra cierta debilidad del Gobierno para garantizarles seguridad a los guerrilleros que decidan desmovilizarse. De hecho, los analistas coinciden en que puede convertirse en un obstáculo y, más que ello, en una razón para continuar sin plazos definidos y para avanzar despacio. Lo dice el Ministro de Defensa: “Si se sabe  manejar la desconfianza y se atiende la necesidad de dar verdaderas garantías a las Farc para su seguridad, se puede lograr la firma de la paz. Pero también puede pasar que el grupo no ceda, insista en guardar las armas como garantía y vuelva a tomar protagonismo la frase: ‘Nada está acordado hasta que todo esté acordado’”.

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