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Exguerrilleros de las Farc y el ELN cambiaron el fusil por un azadón

74 excombatientes aprenden sobre horticultura, fruticultura y gestión hotelera.

24 de septiembre de 2016 Por: Obed Alberto Moreno Zambrano| Redacción de El País Cartago

74 excombatientes aprenden sobre horticultura, fruticultura y gestión hotelera.

Durante  tres meses 74 excombatientes de las Farc y el ELN, desmovilizados recientemente, conviveron en tres fincas  en Toro, La Unión y Roldanillo, en el norte del Valle. Los exguerrilleros, de  edades entre los 18 y 50 años, que se desmovilizaron en el último año o menos, se dividieron en tres grupos, que participan en  una nueva fase del modelo de Reintegración Temprana en Entornos de Formación Productivapor de la Agencia Colombiana para la Reintegración, ACR. Unos recibieron capacitación en la finca La Condesa, en Toro, y otra hacienda de Roldanillo, donde aprendieron a cultivar  papaya, piña, maracuyá, pepino, lechuga y cilantro. En el entorno de La Unión llamado La Vid se dedicaron al aprendizaje de la gestión hotelera. José del Carmen y sus 18 compañeros en el entorno de Roldanillo han aprendido a cultivar y cosechar diferentes tipos de hortalizas y frutas.“Ha sido un poco difícil porque hubo mucha sequía y había que estar más pendiente de los cultivos pero acá nos han enseñado muy bien y ya estamos capacitados para trabajar en las fincas”, dice este hombre que es quizás uno de los desmovilizados con más edad (58 años). Él  cuenta que después de 25 años de estar luchando por una causa que no lo condujo a nada, decidió reintegrarse a la sociedad el año pasado. “Desde los 32 años estuve en el Frente 16 de las Farc en Meta, Vichada, Guanía y Vaupés. Como trabajaba en cultivos de coca me volví amigo de varios comandantes y me metí con ellos como miliciano y haciendo servicio de inteligencia. Decidí salirme porque ya por mi edad no me sentía muy tranquilo para seguir con esa vida y ahora que estoy en este entorno cultivando hortalizas me siento mejor, más tranquilo”, asegura José del Carmén, oriundo del Caquetá y quien de sus cuatro hijos dice tener uno en las Farc, aunque no sabe en qué zona está. En el entorno La Vid de La Unión hay nueve mujeres, también desmovilizadas y muy jóvenes. Una de ellas es Erika*, de 19 años, quien pasó de ser integrantes del ELN en Anorí, Antioquia, a aprender sobre atención al cliente, inglés y gestión hotelera. A los 15 años ingresó al ELN. Dice que se enamoró del carisma de los comandantes pero solo duró tres años. “Sufrí una caída y no sabía que estaba en embarazo. A los dos meses de esa caída mi salud se complicó mucho y solo llegué a los tres meses de embarazo. El mando me dejó en una casa para que me muriera, una civil me sacó a la carretera y por mis propios medios llegué al hospital y de ahí me mandaron para Medellín donde me hicieron un legrado y perdí el bebé”, relata la joven. La joven cuenta  que aunque no puede volver donde su familia en Anorí, está motivada con el cambio de vida que ha tenido. “Acá nos están enseñando todo sobre atención al cliente, sobre cómo trabajar en hoteles y eso no han permitido tener mucho contacto con la gente, darles buen servicio, es bueno y quiero seguir con la capacitación”. En el hotel ubicado en La Vid además de convivir juntos desmovilizados de ambos sexos, también desarrollan actividades desde las 5:00 a.m.  cuando se levantan. “Lo primero que hacemos es tender bien las camas, organizarlas para que no quede ni una arruga, doblar las toallas y organizar los cuartos, que es lo que se hace en un hotel. Después de eso nos bañamos, desayunamos y comenzamos con las clases. No enseñan inglés, cómo hablar con las personas, atenderlas bien y también aprendemos mediante unas tabletas que nos dieron”, relata Felipe*, otro de los reinsertados que dejó las Farc hace nueve meses. Los desmovilizados que están ahora en el proceso de reintegración temprana no están solos, cuentan con el apoyo de promotores, personas que también estuvieron en la misma situación y ahora dan su testimonio sobre cómo les ha ido en la reintegración. Ese es el caso de Emerson*, quien ya estuvo en un proceso anterior y cuenta que este tipo de entornos es la oportunidad que necesitan todas las personas que han hecho parte de grupos armados ilegales. “Al principio uno siente miedo, salir de un encierro con la guerrilla para llegar a sacrificarse tres meses sin saber qué sigue de ahí para adelante no es fácil, pero con lo que viví en la capacitación sé que hay camino para adelante y ahora estoy laborando para una empresa de la región, mi labor puntualmente es ser supervisor de operaciones y control de malezas”, cuenta el exguerrillero. Este joven, de  32 años, estuvo en el Frente 43 de las Farc. A los 16 años, estando en el Meta fue engañado y reclutado para las filas de este grupo insurgente. “Fueron 15 años de sufrimiento, de incertidumbre, de zozobra, de muchas preocupaciones, sin ver la familia. Por años el plan era volarme hasta que en 2014 se dio la posibilidad y pude irme de allá”, relata el joven que ya formó familia y ahora está comenzando sus estudios de bachillerato. Acompañamiento en el proceso Según Lucas Uribe, director programático de la Agencia Colombiana para la Reintegración, como Emerson*, el 70 % de la población de desmovilizados llega siendo analfabeta y sin un oficio, de ahí que la importancia de un direccionamiento en la reintegración sea fundamental. “En el primer año los desmovilizados requieren de un acompañamiento intensivo a nivel psicoemocional, que les permita responsabilizarse sobre su proyecto de vida y entender cómo es la vida en la legalidad de la sociedad y que tengan una estabilización académica para que adquieran unas competencias de lectoescritura básicas que les permita ser competitivos en la legalidad”, explica Uribe. Además los incentivan para que aprendan algún oficio y que no solo sean mano de obra no calificada, sino que puedan conectarse con el sector empresarial de una manera directa. Este tipo de entornos de reintegración temprana no son la reintegración total. Según explica Lucas Uribe, el proceso completo puede durar hasta seis años y medio, mientras las personas terminan su bachillerato y llegan a nuevos contextos como los de ciudad. Hay ejemplos de ello, como lo cuenta la empresaria Mónica Sánchez, gerente de la empresa Uniformar ubicada en Pereira, en donde desde hace siete años vienen contratando desmovilizados que buscan una oportunidad en la vida.  Ella estuvo visitando los entornos del norte del Valle y dijo que su experiencia con personas desmovilizadas ha sido maravillosa. “Los reintegrados que han entrado a trabajar a mi empresa han sido personas comprometidas, disciplinadas y honestas que con su ritmo laboral contagian a otras personas”, cuenta Mónica, quien hace poco tuvo que dejar ir a uno de sus trabajadores más queridos, un desmovilizado de las Farc que durante 6 años ofició como mensajero pero gracias a sus estudios en el Sena como mecánico industrial, pasó a una empresa de la competencia para buscar mejores ingresos. “Con estos procesos queremos romper la estigmatización que se tiene con la gente que llega de los grupos armados, borrar los mitos que dicen que son solo bandidos, que no pueden aprender, que no pueden avanzar en su ruta de vida, con ellos se demuestra que es posible dar una segunda oportunidad”, destaca Nelson Velandia, subdirector Territorial de ACR. La mayoría de personas que se graduarán el próximo 7 de octubre continuarán trabajando en fincas de Toro, La Unión y Roldanillo. No recibirán tierras, pero tendrán la posibilidad de trabajar en cultivos de la zona, donde los contratarán.

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