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Conozca qué ganaría Colombia tras la firma de la paz con las Farc

Tres expertos analizan los beneficios que se derivarán de la implementación de los acuerdos entre el Gobierno y el grupo guerrillero.

31 de diciembre de 2015 Por: Redacción de El País

Tres expertos analizan los beneficios que se derivarán de la implementación de los acuerdos entre el Gobierno y el grupo guerrillero.

Tres expertos analizan los beneficios que se derivarán de la implementación de los acuerdos entre el Gobierno y las Farc.

Construcción de la pacificaciónJorge Hernández Lara, sociólogo y docente investigador de la Universidad del Valle, considera que, tras la  firma de los acuerdos, es posible que el país disfrute de una mayor igualdad, como parte del proceso de construcción de paz. “El acuerdo con las Farc se traducirá, apenas se firme, en dejación de armas por ellas y sus opositores. El primer beneficio social de la paz será entonces la consolidación de los bajos niveles de violencia que se han venido experimentando desde que esa guerrilla declaró su último cese unilateral de fuego y este fue respondido con la suspensión de bombardeos y otras medidas de desescalamiento  del Gobierno. Luego del acuerdo se iniciará un largo proceso de construcción de paz con énfasis local y regional. El fin de la tutela armada sobre las comunidades en las cuales las Farc han tenido influencia, por más que ahora quieran mantenerla mediante otros mecanismos, permitirá el progresivo fortalecimiento de las sociedades locales: surgirán iniciativas cívicas, será más visible la diversidad social, se crearán nuevas organizaciones, aumentará la cantidad de acciones colectivas, se experimentará poco a poco mayor pluralismo y hasta es posible que emerja una ciudadanía de más alta intensidad. Esto último, una ciudadanía de más alta intensidad, dependerá  de tres cosas que tendrían que hacer parte del proceso de construcción de paz. Primero, que la justicia funcione en las localidades, pues el derecho a la justicia es aquel que garantiza los demás derechos de ciudadanía. Segundo, que haya suficiente deliberación pública antes de tomar decisiones claves, de esas que afectan a todos los miembros de una comunidad por largo tiempo. Tercero, que el deseo de reconciliación predomine sobre la mera convivencia y, por supuesto, la retaliación o la venganza. Mayor igualdad también es posible, depende de la restitución de tierras, la titulación de predios, la sustitución de cultivos ilícitos, el acceso a fuentes de ingreso, crédito, asistencia técnica, infraestructura, educación y salud. Aunque haya que esperar varios años para tenerlo, seguro que allí donde los futuros excombatientes se reintegren a sus comunidades, realizando  labores de reparación y auspiciando  la reconciliación, respaldados por la institucionalidad posacuerdo, pueden surgir sociedades locales y regionales más fuertes, dinámicas y autónomas, no siempre plegadas al querer de quienes mandan desde Bogotá o Cali, pero sí protagonistas de mejores conflictos que los que hemos tenido desde hace medio siglo”. Una gran oportunidadJulio Cesar Alonso Cifuentes, director del Centro de Investigaciones en Economía y Finanzas de la Universidad Icesi, cree que el fin  del  conflicto es una  gran oportunidad para la economía colombiana y aquí explica por qué. “Mucho se ha discutido sobre los efectos positivos del fin del conflicto. Y después de 50 años de un conflicto, se hace difícil imaginar un país sin este. No obstante, es evidente que Colombia sin tanta violencia es un país que es más atractivo y que tiene la posibilidad de crecer a un mayor ritmo. Los beneficios son grandes. Por un lado, el sector privado tendrá un ambiente de negocios normal. Parecido al resto del mundo. Es de esperarse que los costos de producción disminuyan.  Algunos sobrecostos deberían desaparecer o reducirse. Por ejemplo, se esperaría que no existieran más atentados sobre la infraestructura eléctrica. Esto implicaría que no tendríamos que pagar en nuestras facturas los costos de reparar las torres, de tener varias líneas de distribución de energía para tener un seguro en caso que se ‘vuele’ una torre. Muchos ejemplos como estos se pueden encontrar, para no contar los sobrecostos de las ‘vacunas’ y la extorsión que sufren algunos ciudadanos. Por otro lado, el presupuesto del Gobierno tendrá que ser reestructurado. Las prioridades podrán cambiar en el gasto. Ya no será necesario invertir tanto en defensa y se podrá hacerlo más en educación, en salud y en infraestructura. Esto ya se está viviendo, la inversión en educación y en infraestructura está creciendo, algo impensable en la década pasada. Adicionalmente, algunas regiones del país se podrían finalmente integrar al mercado nacional y a los internacionales. Con el conflicto no es fácil integrar al aparato productivo regiones del oriente y el sur del país. Estas regiones se encuentran segmentadas y muestran un gran atraso en cualquier indicador económico que se quiera escoger. Además, se ven obligadas a desarrollar solo actividades extractivas de alta rentabilidad, tal como ocurría con toda Colombia en la época de la Colonia. Es importante anotar que el último año ya se han vivido en parte estos beneficios. El desescalamiento del conflicto ha  permitido vislumbrar lo que significaría un país sin conflicto. Si bien la economía colombiana no está creciendo a una tasa muy grande, sí es  mayor de lo que se esperaba,  pese a  lo malo del ambiente internacional. Y es justo  esa fortaleza de la economía colombiana la que se espera sea potenciada con el fin del conflicto”. ¿Votos en vez de balas? Diego Arias  fue combatiente del M19 y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional,  Fmln, de El Salvador. En su opinión, implementar  de forma plena el acuerdo de paz requerirá una profunda y activa participación ciudadana.“La esencia de un acuerdo de paz es lograr la participación política, en democracia y sin armas, en este caso de las Farc y eventualmente el ELN. No hace mucho tiempo negociaciones exitosas con el M19, el EPL y otros grupos dieron como resultado el mayor logro de participación política, como fue la Constituyente de 1991. La negociación de paz tiene al centro los derechos de las víctimas y la participación política. Esta última entendida no solo como opciones con plenas garantías para la insurgencia ya desmovilizada sino para múltiples fuerzas y expresiones locales, regionales y nacionales de diverso tipo para la que participar en política es un imposible, bien por los graves vicios del sistema político actual o por la violencia, como la que exterminó  a la Unión Patriótica o ha llevado a la muerte a decenas de dirigentes de izquierda o alternativos. Pero la participación en política no refiere exclusivamente al ejercicio electoral. En una democracia ancha y profunda esa participación atraviesa el conjunto de espacios y dinámicas en donde se define y decide el futuro de la vida en comunidad. De hecho, implementar de forma plena el acuerdo de paz requerirá una profunda y activa participación ciudadana, no solo de guerrilla y Gobierno, todo lo cual es ‘participación política’ en su sentido más esencial y profundo. A diferencia del éxito político (entonces) del M19 o del Fmln, el panorama para estas guerrillas colombianas no es muy alentador, si se piensa solo en términos electorales. Pero un proceso de paz como el nuestro puede dar vida a amplias alianzas de centroizquierda que permitan estructurar alternativas a las fuerzas políticas que se disputan o comparten hoy el poder. Por cuenta de una paz pactada, la guerrilla no renunciará a su aspiración de llegar al poder ni a su propia idea de sociedad. Y en un escenario en que la paz no lleve a una visión compartida de nación, esa participación estará exacerbando las disputas, las tensiones y los conflictos, algo propio de una democracia verdadera, si se deja la violencia a un lado.  A cambio, una Asamblea Nacional Constituyente, posterior a la ratificación de los acuerdos, podría movilizar la participación política (incluida la exguerrilla) hacia un destino común para Colombia”.

 

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