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Así es la Navidad de los guerrilleros que esperan la paz en el monte

El País visitó uno de los campamentos en los que los subversivos de las Farc aguardan la implementación del acuerdo. Esto fue lo que encontramos.

18 de diciembre de 2016 Por: Olga Lucía Criollo | Reportera de El País

El País visitó uno de los campamentos en los que los subversivos de las Farc aguardan la implementación del acuerdo. Esto fue lo que encontramos.

[[nid:603206;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/563x/2016/12/perrito_farc.jpg;full;{El bloque Alfonso Cano de las Farc espera en sus campamentos la implementación de los acuerdos, mientras tanto ocupan su tiempo en conferencias sobre los acuerdos de paz, partidos de fútbol y horas de televisión. El ejército hace presencia en la zona con unidades especiales creadas para dar seguridad a estas zonas.Bernardo Peña l El País}]]¿Qué tan distinta será la Navidad de este 2016 para la guerrilla? El dedo índice del camarada –como ellos se llaman– señala la veintena de bombillitas que, sin importar que apenas sea mediodía, ya alumbra el árbol de casi dos metros que, repleto de bolas azules y grises, adorna el  amplio salón. Lea también: ¿Cómo será la entrega de armas de las Farc con el nuevo acuerdo de paz? Hace falta entonces que explique que las guirnaldas y los festones nunca fueron ajenos a los campamentos, pero que las lucecitas siempre estuvieron prohibidas para no avisarle al “enemigo” de su presencia. Curiosamente, la decoración de este año también incluye muchos Papás Noel que  volarían en pedazos de plástico si estallasen las bombas que cuelgan de las paredes de madera del mismo salón. Sin embargo, aunque poco lo admiten, es evidente que las de la Navidad son las menores novedades que han llegado a la vida de las 200 “unidades”  de las Farc preagrupadas en ‘Nueva Colombia’, como se llaman los tres campamentos que rodean la que será la zona veredal transitoria de normalización de Buenos Aires, Cauca,  donde deberán separarse de sus  armas. Según cuentan, para la mayoría el territorio no es desconocido, ya que en esas mismas empinadas lomas verdes operaba el Bloque Occidental Comandante Alfonso Cano, cuyo jefe ‘Walter Mendoza’  casi a  diario se ve obligado ahora a colgar su camuflado para atender de guayabera las reuniones a las que lo convocan sus nuevas funciones, las funciones de la paz. Una de ellas, muy importante –dice–, fue atender a los funcionarios que llegaron quince  días atrás hasta el sitio, ubicado a más de tres horas de carretera destapada desde Cali, para “por fin” definir los diseños de las instalaciones del albergue de cuatro kilómetros donde se espera que  ellos aprendan cómo vivir lejos de la guerra. Lea también: Las Farc ya se están movilizando a las zonas veredales: Mindefensa. En el papel Algo de emoción se logra vislumbrar en su arrugado rostro cuando explica, desde una explanada  que llaman “la recepción” porque es el lugar donde, bajo el amparo de una bandera tricolor,  reciben a todas las visitas, que las habitaciones personales serán de 2,5 por 3,5 metros, en lugar de las carpas “pa’ presos” de la ONU que les  ofrecieron antes. Polideportivo, casinos para personal raso y oficiales, puesto de salud con ambulancia incluida, economatos (alacenas), parqueaderos, gimnasio, tres aulas dotadas y zonas verdes igualmente q uedaron pintados en el papel con ladrillo de farol y teja acústica. No obstante, la sonrisa le dura poco al comandante ‘Walter’ y  cuenta que en el monte también se sabe de la tramitomanía que caracteriza al Estado colombiano y contesta “¡quién sabe!” a la pregunta de cuándo estará aprobado el proyecto y cuándo llegarán todos los materiales con los que ellos tardarían 40 días –según él– en  edificar la sede en la que comenzarán a construir su reincorporación a la vida civil. Lo cierto es que hoy por hoy, en el lote baldío que se ubica a ocho minutos de allí, un pequeño cúmulo de ladrillos y grava hacen difícil visualizar que en poco tiempo allí  también  habrá tanques de almacenamiento de agua, energía eléctrica y hasta internet. “Quieren que dejemos de existir a cambio de nada y eso es imposible”, asegura bajo un sombrero que no acusa monte, quien ha permanecido “36 años mal contados” en las Farc y en octubre del 2014 viajó a La Habana para integrar durante casi un año la Subcomisión Técnica de Fin del Conflicto. Entre sorbos de café que apaciguan el frío cordillerano, aclara  que, según las cuentas que se hacen tan lejos de la sede del Congreso, los  180 días para el desarme solo empezarán a correr tras la aprobación de la Ley de Amnistía. También reconoce que en la región ha habido una, dos o tres  deserciones, e insiste en que “las Farc nunca nos hemos preparado para abandonar la lucha: armada o política...”. Futuro incierto En ‘Nueva Colombia’, a 15 minutos más de montaña, la vida intenta transcurrir igual que antes, pero con novedades evidentes: muchos guerrilleros andan desarmados, pocos usan uniforme y todos se esfuerzan por ser amables. Sin embargo, es claro que las tareas, los horarios y las reglas no han  cesado. A las 4:50 a.m se escucha un pito que dispone el movimiento bajo los yarumos y los robles que se levantan imponentes sobre ese trozo del Cauca. Hombres y mujeres se ocupan en el rancho (cocina), en  la guardia, en el  aseo del campamento, según el turno que les corresponda. Y más tarde, de 8 a 12, todos se convertirán en alumnos de una sola asignatura: el acuerdo de paz. El pasado jueves la ‘profe’ era una  camarada que les explicó los beneficios económicos, de salud, de educación que cada uno recibirá tras la dejación de armas. “Me parece muy bueno eso de los proyectos productivos porque no me interesa manejar plata. ¿Para qué?”, diría después uno de ellos, luego de que en clase  otro preguntara si a sus compañeros salidos de las cárceles también se les va a pagar la seguridad social  y una más pareciera estar  embelesada con sus uñas  rojo carmesí. Es mediodía y  pequeñas ollas repletas de arroz con arveja y trozos de carne hacen las delicias de ‘Danger’, ‘Sacha’, ‘Beethoven’, ‘Luna’, ‘Simón’, ‘24’,  y otros integrantes de  una  tropa canina que parece estarse concentrando igualmente en este rincón del país. Varios, como sus amos, vienen del Pacífico, donde integraban el Frente 30.  ‘La guerrillerada’ dice que no baja la guardia, que no se puede confiar, pero reconoce que en medio del combate nunca  sintieron la tranquilidad que hoy los ronda, incluso cuando han coincidido con los policías que hacen parte del esquema de seguridad de los  jefes de las Farc. Tal vez por eso durante los cuatro meses que llevan asentados allí -y gracias a la vigencia del cese bilateral- los insurgentes  han tenido tiempo para abrir la ventana del pasado y añorar un abrazo maternal, conocer a los hermanos menores y hasta soñar con hallar a ese hijo al que solo se vio una vez. Uno de ellos, por ejemplo, cuenta que un hermano suyo ya vino  a visitarlo “y me puso al día de años de noticias de mi familia”, mientras que otro prefiere no buscar a sus seres queridos “para no ponerlos en riesgo”. No obstante, en medio de la incertidumbre que les genera la paz también ya ha habido espacio para la toma de decisiones. “Mi familia es esta,  son los camaradas y con ellos quiero seguir viviendo”, dice una fariana que lava con jabón su larga  cabellera, mientras otra confiesa que sí quiere volver a su casa, “pero solo de visita, porque todo por lo que luchamos durante 52 años estamos a punto de lograrlo y quiero hacer parte del nuevo movimiento político”. Por ahora, lo cierto es que a las 7:30 p.m., después de cumplir con la obligación de enterarse de las noticias, el árbol de Navidad se apaga permitiendo que las parejas duerman juntas. No obstante, la mayoría de los que hoy duermen en las inmediaciones de la vereda La Elvira parecen apostarle a que cuando se termine la lección de lo negociado en La Habana también haya espacio para la paz, para los sueños y para la vida. SeguridadAl emprender la ruta hacia la vereda La Elvira,  donde se ubicará una de las  tres zonas veredales que funcionarán en el Cauca, se advierten miembros de Brigada Móvil 17 del Ejército.Luego, hay que pedir la autorización de la guardia indígena  ubicada a la salida de la vereda Los Robles, vecina de La Elvira.Y por último está el puesto de monitoreo de la  ONU, que se localiza a la altura de  El Ceral.Según las Farc, las otras dos zonas veredales de la región  tampoco  cuentan todavía con la infraestructura necesaria para recibir a los guerrilleros que están preconcentrados cerca de ellas.

 

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