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Durante el Festival Arte Cali de 1987. En la foto: Amparo Sinisterra Carvajal, gerente de Telepacífico, Henry J. Eder, alcalde de Cali, y Claudia Blum, directora ejecutiva de Proartes. | Foto: Archivo de El País

FARC

"A las Farc les hicieron concesiones desmesuradas": Claudia Blum

La primera mujer que llegó a presidir el Congreso de Colombia, habla de su autobiografía, que lanza este miércoles, de los acuerdos de paz, de la crisis de los partidos políticos y de otros temas de actualidad.

26 de noviembre de 2017 Por: Diego Martínez Lloreda / Director de Información de El País

En una generación de mujeres vallecaucanas destacadas, sin duda, una de las que más sobresalió fue Claudia Blum. Directora de Proartes, concejal de Cali, senadora en cuatro períodos, el ámbito de trabajo de esta caleña fue muy amplio. Al punto en que fue la primera mujer en presidir el Congreso de Colombia.

Luego de algunos años de retiro voluntario de la actividad pública, Claudia Blum decidió publicar su autobiografía en la que revela aspectos desconocidos de su vida. En el libro, que tituló ‘Mi vida en Lápiz’, no se limita a narrar esos hechos sino que permanentemente da sus opiniones sobre lo que observó desde las diferentes posiciones que ocupó.
En esta entrevista, Claudia cuenta porque se animó a escribir esta suerte de memorias y opina sin tapujos sobre la actualidad local y nacional.

¿Qué la motivó a publicar su autobiografía?

La idea surgió en una charla con mi amigo Julián Iragorri. Acababa de terminar mi misión como Embajadora ante la ONU y conversábamos en Nueva York sobre mi vida, cómo había equilibrado mis funciones de esposa, mamá y política, y cómo llegué a la presidencia del Congreso en esa actividad todavía tan machista. Julián me sugirió escribir esas historias, pensando en que su hija y las nuevas generaciones podrían encontrar experiencias interesantes de cómo la política se puede ejercer logrando las metas y sin caer en el clientelismo. Aunque al comienzo pensé que podría ser algo pretencioso y prematuro, la idea me cautivó y después de 4 años de dedicación terminé mi Autobiografía.

¿Qué fue lo más difícil de contar en ese libro?

Hice catarsis al rememorar el asesinato de mi papá por las Farc en el año 82 cuando empezaba a tener algunos logros profesionales. A él le debo la formación de mi carácter, pues me enseñó a tomar riesgos, a ser perseverante y a resistir la adversidad. Al escribir sobre el accidente automovilístico que me quitó a mi mamá 5 años después, también reviví el enorme desconsuelo de su ausencia. Mi mamá, con su sentido de armonía, me enseñó a encontrar siempre el lado positivo de las cosas. Creo, Diego, que escribir sobre esas pérdidas inesperadas fue lo más difícil, pero lo hice como una experiencia liberadora, que me ayudaría a transformar la pena en optimismo.

Lea también: 'Así es la vida de los excombatientes en Cali un año después de la firma de la paz'.

¿Cómo influyó en su vida la muerte trágica de su padre?


En mi vida siempre me han acompañado las valientes palabras de mi papá. “Miedo no, mija. Uno no puede dejar que lo intimiden”, decía cuando ya la guerrilla lo extorsionaba y le pedíamos que no saliera al campo. Cuando en el Congreso trabajé en leyes como la de extinción de dominio de bienes ilícitos y la que revivió la extradición estuve amenazada de muerte por muchos años. Cuando denunciaba escándalos de corrupción, los ataques de mis contradictores también eran atemorizantes. En esos momentos resonaba su voz en mi memoria. Su ejemplo me enseñó a no amedrentarme por las intimidaciones y me daba fuerza para seguir luchando por un país en el que pudiéramos vivir con bienestar y sin temor.

Su padre fue asesinado por las Farc, es decir, usted es una víctima más del conflicto colombiano. ¿Desde esa perspectiva, como analiza el proceso de paz que se firmó con esa guerrilla?

Como todos los colombianos, anhelo un país capaz de vivir en paz, donde los conflictos de todo tipo se resuelvan sin violencia. Sin embargo, para que ese ideal sea real nuestra democracia necesita una justicia eficaz y fidedigna. Desde la Guerra de los Mil Días, La Violencia de los 50, y los acuerdos con varias guerrillas, vivimos ciclos de guerras que se reproducen una y otra vez y se cierran con pactos de perdón y olvido. A pesar de algunos avances en materia de verdad, creo que el acuerdo con las Farc tiende a repetir esas historias, pues el marco de justicia y reparación no fue aceptado por toda la sociedad y cuando comiencen a dictarse fallos que signifiquen impunidad frente a los crímenes más graves, las heridas colectivas y de las víctimas no podrán sanarse. Tarde o temprano Diego, como ha ocurrido en otros países, esos marcos de perdón e impunidad tendrán que ser revisados si queremos prevenir la reaparición de nuevas violencias en generaciones futuras.

Usted cuestiona en el libro la debilidad del Gobierno de Belisario Betancur frente a la guerrilla. ¿Le parece que el gobierno de Santos ha sido igualmente débil frente a la insurgencia?


Creo que en la negociación de La Habana se hicieron concesiones necesarias, pero hubo otras desmesuradas cuyo costo social pagará el país. La aparente fortaleza que tuvo el Gobierno en la discusión con sus contradictores políticos, no se aplicó en la negociación con los actores armados. Era evidente que las Farc llegaron a La Habana empujadas por sus enormes pérdidas militares y políticas de la década anterior, pero se perdió la oportunidad de lograr un acuerdo que respondiera a las expectativas de todo un país. Por ejemplo, para la desmovilización sabíamos que se adoptaría una justicia transicional con penas reducidas, pero no un marco tan débil, con tanto riesgo de impunidad, que no se compadece con la gravedad de los crímenes de guerra y lesa humanidad.

Además: 'La petición del presidente Santos a los colombianos un año después de firmar la paz'.

¿Qué opina que los jefes de las Farc vayan a estar en el Congreso a partir del próximo 20 de julio?


En una democracia el debate político debe darse en los órganos de elección popular, y por supuesto que al Congreso deben llegar las distintas visiones ideológicas del país, incluidos elegidos de las Farc que no tuvieran deudas con la justicia. Sin embargo, permitir desde la Constitución la elección de criminales de guerra o de lesa humanidad, cualquiera que sea su ideología, es un precedente nefasto para la historia nacional y para el mundo. Peor aún si esa posibilidad se da sin haber sido juzgados. Será un mensaje de que aquí la violencia se impone a la justicia, y que la guerra es un medio eficaz para llegar al poder.

En una reciente encuesta, las Farc tuvieron una mejor imagen favorable que los partidos políticos tradicionales ¿Cómo aprecia usted esa situación?

La crisis de los partidos tradicionales ha llegado a tal punto que cualquier organización por desprestigiada que esté puede tener hoy mejor imagen que esos partidos. En mi libro cuento cómo desde finales de los 80, cuando empecé mi vida política, esos partidos perdían sus ideologías, embebidos en intereses clientelistas, alianzas de maquinarias electorales y el intercambio de favores y “mermeladas”. Si a eso sumamos los escándalos de corrupción que afectan a tantos de sus miembros, es difícil que puedan resurgir.

¿De las mujeres que ha tenido la oportunidad de conocer a lo largo de su vida cual la impresionó particularmente? 


En el arte, mencionaría a Débora Arango, Maripaz Jaramillo, Doris Salcedo y Fanny Mikey, artistas innovadoras y mujeres honestas en su compromiso social.  Mariana Garcés  y Amparo de Carvajal promotoras incansables del arte en todas sus expresiones. Consuelo Lago, con su gran sentido crítico y la ingeniosa perspicacia de sus personajes.  En el periodismo, a Maria Isabel Rueda, siempre independiente y aguda. En la política, Noemi Sanín por su perseverancia, energía y constante coherencia. En la diplomacia, destacaría en la ONU a Navanethem Pillay, excomisionada para los DDHH, y a Radhika Coomaraswamy, defensora de los niños afectados por conflictos armados en el mundo. Conocí también a Condoleezza Rice, mujer de gran inteligencia y rigor como Secretaria de Estado de EEUU.

Usted trabajó muy cerca de Luis Carlos Galán, Andrés Pastrana y a Álvaro Uribe? ¿Qué les aprendió a esos líderes y qué les admira?

Los tres han demostrado un profundo amor por el país. Luis Carlos Galán fue un líder visionario, muy adelantado para su época. De él aprendí la convicción sobre la importancia de la educación para transformar al país, y la necesidad de rescatar el Estado de las garras de la corrupción, el narcotráfico y el crimen organizado, sin rendirnos. De Andrés Pastrana admiro su visión moderna del Estado, eficiente, austero, con una fuerza pública capaz de proteger a la población, la que compartí y apoyé, así como su espíritu conciliador en la política, pero intolerante frente a los corruptos. De Álvaro Uribe admiro su autenticidad, franqueza, capacidad de trabajo, su carisma inspirador y su espíritu combativo y resistente en los momentos más difíciles, que permitió llevar al país de una condición de Estado casi fallido a una nación que podía tener nuevamente esperanza en su futuro.

¿Le gustaría que alguno de sus nietos se dedicara a la vida pública?

Si la decisión la toman ellos me encantaría. A Gianni el mayor de los nietos le he visto pasión por la historia, la filosofía y las ciencias políticas, pero es prematuro decir que pueda estar inclinado hacia la vida pública.
En Viviana, Sofía y Tatiana percibo mucho amor por ayudar a los demás especialmente a las personas más vulnerables. En nuestra familia siempre hemos inculcado en los hijos, y ellos en mis nietos, que no importa la profesión que elijan, siempre deben encontrar el sentido social de lo que hagan, y entender que en cada actividad pueden contribuir al desarrollo, al bienestar y la convivencia. Si alguno decide hacerlo desde la política su decisión sería totalmente respetada.

¿Por qué decidió poner punto final a su carrera política cuando estaba en la plenitud de su prestigio?


Hay un momento en que uno espera que nuevas generaciones asuman responsabilidades con el país. Aunque me aparté de la política activa, sigo prestando atención a los sucesos del país, y me he propuesto trabajar y escribir para ayudar a crear una nueva cultura política entre los niños y jóvenes, pues la única forma de rescatar el Estado en todos sus niveles es formando una nueva generación de ciudadanos más solidarios, críticos, menos apáticos frente a la política, y conscientes de sus derechos y deberes.

Vea aquí: 'Víctimas y exguerrilleros celebraron en Cali un año de los acuerdos de paz'.

¿En varias ocasiones le propusieron ser candidata a la Alcaldía de Cali, por qué nunca aceptó?


Me apasiona el estudio de los problemas sociales y la búsqueda de soluciones, el debate político y la argumentación. Esa pasión estaba más en línea con la acción en corporaciones que estudian leyes y políticas generales. Tuve la oportunidad de ser elegida dos veces concejal de Cali y cuatro veces senadora, y me propuse cumplir ese compromiso con los electores. Después, como embajadora en la ONU pude seguir ese camino, pues allí también hay negociaciones internacionales de contenido legislativo con impacto en el mundo. Nunca vi esas dignidades como escalones para terminar en otros cargos de Gobierno, aunque debo reconocer mis preocupaciones por los atrasos y problemas que vivió nuestra ciudad en alcaldías que se prestaron para el abuso y el desgreño administrativo.

¿Cómo ve al Valle y a Cali hoy?

Vivimos un momento complejo y de contrastes. Poco a poco salimos de varias crisis, pero tenemos retos complejos por superar. Aunque superamos la tragedia del narcotráfico de los 90, persisten bandas criminales y de microtráfico que generan inseguridad. Aunque se observa un resurgimiento en la economía y el empleo, gracias a un sector productivo agrícola e industrial diversificado y de alta tecnología, todavía no recuperamos en el contexto nacional el terreno perdido en los años de cierre de empresas que decidieron irse del país. Aunque avanzamos en temas de educación superior de alta calidad y en proyectos y empresas innovadoras, esenciales para el desarrollo, tenemos graves debilidades en la atención a la primera infancia y en la educación básica y media. Creo que en este último tema está la prioridad que debemos tener como región: en el trabajo por los niños y jóvenes, que deben desarrollar todo su potencial para construir un departamento con más bienestar, equidad y competitividad.

¿Se arrepiente de haberse casado tan joven? ¿Si volviera a nacer lo volvería a hacer?

No me arrepiento y lo volvería a hacer. Con Francisco nos casamos con muchos ideales y metas, y hemos logrado a lo largo de estos 50 años construirlos y hacerlos realidad. Ha sido una vida de crecimiento conjunto, respetando los espacios profesionales de cada uno, pero siempre con amor por lo que hacemos y trasmitiendo todo el amor y el mejor ejemplo a nuestros hijos y nietos.

¿Qué significó para usted su paso por el periodismo y por la dirección de Proartes?


Mi paso por el periodismo en El Pueblo, que fue simultáneo con mi trabajo como psicóloga en el INEM, me significó conocer de primera mano una realidad social compleja y difícil, los conflictos humanos y sociales que vivían jóvenes y comunidades vulnerables de mi ciudad. Mi gestión en Proartes, que se dio en un momento en que llegaban miles de desplazados de desastres naturales y hechos violentos del país, fue una oportunidad de trabajar por Cali desde la cultura, mundo que me apasiona, convencida de que con los Festivales de Arte de los años 80 ayudamos de alguna manera a crear cohesión e identidad social en la nueva ciudad que estaba surgiendo.

¿No siente que por dedicarse a tantas actividades de pronto descuidó un poco su familia en un momento dado?


La pregunta pasó por mi cabeza muchas veces, Diego. Pero siempre encontré la manera de estar pendiente de todo, en los problemas y momentos felices, y procuré que el tiempo que compartimos en familia lo viviéramos con la mayor intensidad. Además, mi esposo, hijos, hermanos y sobrinos fueron una motivación y un apoyo permanente, al punto que me animaban a seguir adelante incluso en los tiempos más difíciles.

¿Usted fue la primera mujer en presidir el Senado de Colombia, cual fue el mayor logro de su paso por esa posición?

Trabajé por darle visibilidad a esa Corporación. Antes, los colombianos hablaban mal de ella, pero no sabían en realidad qué ocurría allí ni cómo funcionaba. En ese año nos dedicamos con el equipo administrativo a impulsar y culminar proyectos que permitieran ver lo bueno y lo malo.
Culminamos el canal del Congreso, fortalecimos la información en Internet, abrimos puertas a visitas de estudiantes, crecimos las oficinas de atención ciudadana y dimos talleres de capacitación constitucional a los periodistas que cubren al Senado. Todo esto sirvió para hacerlo más visible al punto que al final de mi Presidencia el Congreso tuvo un 54% de imagen favorable, la más alta que se conoce en los últimos 17 años.

¿Le sirvió su formación como sicóloga para desenvolverse en la política?

Por supuesto, Diego. Entender a las personas, sus motivaciones y sus actitudes ayuda sin duda en la política, un mundo donde debemos interactuar con todo tipo de hombres y mujeres, con gran diversidad de caracteres, comportamientos y convicciones. La política es un trabajo de argumentación y toma de decisiones, y la personalidad de quienes participan y la forma como interactuamos incide en que los acuerdos y consensos se logren o no.

Usted ha tenido una prolífica vida profesional, Concejal de Cali, directora de Proartes, congresista, embajadora en la ONU, ¿en cuál de todos esos roles se sintió más cómoda y cual le dejó malos recuerdos?

Definitivamente en todos ellos me sentí cómoda. Aunque en todos hubo momentos difíciles, en cada uno de ellos puede trabajar por el país, logré resultados, encontré grandes amigos y guardo muy buenos recuerdos. No dejaría de vivir ninguno de ellos, y creo que cada experiencia me permitió crecer como profesional y como ser humano.

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