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Zona de desastre

La declaración como zona de desastre de todo el territorio de los Estados Unidos parece la decisión desesperada con la que el presidente Donald Trump trata de superar el caos en que se convirtió la respuesta a la pandemia del coronavirus.

13 de abril de 2020 Por: Editorial .

La declaración como zona de desastre de todo el territorio de los Estados Unidos parece la decisión desesperada con la que el presidente Donald Trump trata de superar el caos en que se convirtió la respuesta a la pandemia del coronavirus.

Con 550.000 contagiados y 23.000 muertos contabilizados hasta ayer, la nación norteamericana es hoy el foco principal de la enfermedad en el mundo. Esas estadísticas muestran la que ya es la tragedia más grande para el pueblo estadounidense desde las guerras mundiales, resultado de las decisiones erráticas y la incapacidad de sus autoridades, desde la Administración Federal y sus gobernadores, para ponerse de acuerdo a tiempo sobre el manejo que se le debía dar a la emergencia.

Primero fueron las desestimaciones que el presidente Trump hizo de la pandemia, calificándola como una ‘gripita’ y negándose a adoptar las medidas que eran necesarias pese a las advertencias que recibió. En la misma línea actuaron los gobernadores de algunos de los Estados en donde aún hoy se permite estar en la calle sin mayores restricciones, mientras en otros como en Nueva York la tragedia produce muertos por minuto.

Las consecuencias de la improvisación han llevado a que el sistema de salud colapse en las ciudades más críticas, a que la Reserva Estratégica Nacional se quede sin existencias de los insumos médicos que se requieren para atender a los cientos de miles de contagiados con el Covid-19, y a que ahora el Gobierno pida el refuerzo de personal de salud extranjero para hacerle frente a la emergencia. Ello ha provocado que los Estados compitan entre sí y con las agencias federales para hacerse a los implementos que les urgen y a que ante la demanda se eleven los precios de manera exorbitante.

Si lo que pretendía en principio el presidente Trump era proteger la economía de su país, aún enfrentándose a los consejos de las máximas autoridades de salud de su gobierno, el resultado no podría ser peor. En tres semanas 17 millones de estadounidenses han perdido sus trabajos, de los cuales 6,6 millones han solicitado el subsidio de desempleo, e incluso ha tenido que ir en contra de la que ha sido su política migratoria, blindando a los inmigrantes indocumentados que trabajan en el campo para evitar que se pierdan las cosechas de primavera en estados como California, Texas o la Florida.

Al declarar como zona de desastre a los 50 Estados, el Gobierno Federal busca facilitar la autorización de los recursos económicos que se requieren y fortalecer la respuesta médica y de salud para hacerle frente al coronavirus, y así tratar de desacelerar la ominosa curva de contagios y muertes. Con ello también busca que se reactive cuanto antes la economía, lo que se calcula podría ocurrir en las últimas semanas de mayo si se logra contener la emergencia.

Hay que recordar que de ello depende en buena parte lo que suceda en el resto del mundo, porque para bien o para mal todos los países tienen que ver con los Estados Unidos. Mientras allá no se controle la pandemia, la economía mundial seguirá amenazada y las relaciones internacionales en vilo.

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