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Yo te chuzo, tú me chuzas

Es el espionaje a la carta, la chuzada casi indiscriminada que convierte en un enorme negocio la violación de la privacidad y que tienen mercados asegurados.

9 de mayo de 2019 Por: Editorial .

Al parecer, el derecho a la privacidad en Colombia va camino a ser historia. Aprovechando los progresos de la tecnología en comunicaciones y el creciente acceso a los medios electrónicos, mantener la reserva de lo que allí se dice o se escribe parece cosa del pasado.

Hace unas semanas le correspondió el turno a la Corte Constitucional como víctima del espionaje. Según se conoció por denuncias de algunos de sus magistrados, los celulares y correos que utilizan fueron objeto de intervenciones con el objetivo de manipular sus decisiones, de explotar los detalles de sus vidas personales o para extorsionarlos. Aunque su Presidenta trató de manejar el asunto con el mayor tacto para evitar el escándalo, y no se han identificado los autores, el Tribunal publicó un comunicado solicitando información a la Policía Nacional, la Fiscalía y la Dirección Nacional de Inteligencia sobre “eventuales interceptaciones en la corporación”.

Es un hecho de extrema gravedad en la medida en que expone a los magistrados de la Corte más importante de nuestra Justicia a la pérdida de su privacidad y a los posibles chantajes que se deriven de intervenir su vida privada. Basta recordar las graves consecuencias que tuvo para el país el descubrimiento de esas mismas prácticas en el pasado, las cuales originaron choques entre los poderes públicos que aún hoy siguen arrojando condenas y polémicas.

Pero, ¿de dónde salen esas chuzadas, para qué sirven y quién las está propiciando? Además de los innumerables equipos de espionaje en manos de la delincuencia, están también los dispositivos adquiridos por el Estado, para perseguir el crimen y proteger los derechos de los ciudadanos. Ayer se conoció que un Fiscal aprovechó su cargo para incluir intervenciones ilegales en las autorizaciones que emitían jueces, sin que las personas así incluidas tuvieran relación con los procesos judiciales.

El resultado fue el espionaje en apariencia legal a miembros de un sindicato de Avianca en momentos en los cuales se producía la huelga de pilotos. Y según cuentan las noticias, las chuzadas se producían desde una Sala denominada Diamante desde la cual las autoridades interceptan líneas telefónicas con la autorización judicial respectiva, expedida por jueces que no sabían de tan audaz procedimiento.
Aunque pareciera un descubrimiento, este caso forma parte del entramado que montaron hace algunos años en Ipiales y Cali, y en el cual miembros de la inteligencia militar y de la Policía Nacional intervinieron comunicaciones de personajes públicos o empresas y dirigentes privados del Valle o de toda Colombia. Es el espionaje a la carta, la chuzada casi indiscriminada que convierte en un enorme negocio la violación de la privacidad y que tienen mercados asegurados.

Así, usar los celulares o cualquier sistema de comunicación electrónica corre el peligro de ser conocido y manipulado en contra de quienes utilizan esos medios. Es decir, de casi todo el mundo que usa los adelantos de la tecnología para comunicarse, hacer negocios o mantener relaciones con el resto de la humanidad.

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