El pais
SUSCRÍBETE

Veinte años de destrucción

Tan increíble destrucción ha llevado a que el pueblo venezolano sea el más pobre del continente después de Haití, y a que tres millones de venezolanos, más del 10 % de su población, hayan huido al exilio en los últimos tres años protagonizando dramas increíbles, a pie, por las carreteras de Colombia y del resto del continente, en busca del abrigo que les niega la revolución bolivariana que fundara Hugo Chávez y de la protección que les debe brindar su Estado.

6 de diciembre de 2018 Por: Editorial .

Hace veinte años, el excoronel golpista Hugo Chávez Frías fue elegido presidente de Venezuela, iniciando lo que bautizó como la revolución bolivariana. Dos décadas después, tras dos constituciones y una asamblea constituyente que no tiene límites en el tiempo ni en su capacidad de acción, la apropiación del Estado por el chavismo ha hundido a ese país en la crisis social, económica y política más grave de toda su historia.

En su momento, Chávez apareció como una alternativa a la crisis moral que padecía Venezuela y al desgaste de sus instituciones políticas a causa de la corrupción y el mal manejo de los asuntos públicos a cargo de los partidos tradicionales. A eso se agregaron sus indudables dotes de caudillo con las cuales sedujo a muchos venezolanos hastiados por el fracaso de su dirigencia, de los continuos aumentos de impuestos, mientras los escándalos sobre la malversación de los recursos públicos y en especial el mal manejo del petróleo eran los protagonistas diarios.

En el propio acto de posesión, el caudillo declaró la muerte de la constitución que juraba defender y empezó el desmonte del Estado democrático que le entregaba su nación, convencida de que era el camino para el progreso que debían asegurarle la decencia y el correcto manejo de su enorme riqueza petrolera. Para ello acudió a la asistencia, o mejor a la entrega sin condiciones al régimen comunista, bajo la tutela de Fidel y Raúl Castro.

Todo ello llevó a la demolición de las instituciones y al surgimiento una dictadura basada en una constitución creada por el régimen, donde desapareció la separación del poder Judicial del Ejecutivo y el Legislativo y la bonanza petrolera fue despilfarrada en una orgía de enriquecimientos ilícitos y de regalos a Cuba y a sus aliados en América, que aún no termina.

A su muerte apareció Nicolás Maduro, y aceleró el desastre. Hoy, el panorama del país vecino es marcado por el hambre, la violencia, la prescripción de las libertades, la destrucción de la economía, la persecución a la iniciativa privada y la desaparición de la salud, la educación, la energía, el agua, los medicamentos y la libertad.

Tan increíble destrucción ha llevado a que el pueblo venezolano sea el más pobre del continente después de Haití, y a que tres millones de venezolanos, más del 10 % de su población, hayan huido al exilio en los últimos tres años protagonizando dramas increíbles, a pie, por las carreteras de Colombia y del resto del continente, en busca del abrigo que les niega la revolución bolivariana que fundara Hugo Chávez y de la protección que les debe brindar su Estado.

El régimen que hoy encarna Maduro es condenado por la comunidad internacional. Sus fuerzas militares son el soporte de una tiranía que usa a su país para el narcotráfico, como sede de organizaciones terroristas y de grupos paramilitares preparados por Cuba para mantener el poder del chavismo con violencia e intimidación contra quien se atreva a disentir de la inmoralidad que gobierna a Venezuela.

Veinte años después, esa es la herencia que queda de Hugo Chávez Frías.

AHORA EN Editorial