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Vaivenes en Centroamérica

"Aunque nadie duda de las victorias de Ortega y Pérez Molina, muchos no creen en la amplitud del triunfo sandinista, considerando los resultados como inflados a favor de Ortega para garantizarle una amplia mayoría que le permita imponer la reelección indefinida".

8 de noviembre de 2011 Por:

"Aunque nadie duda de las victorias de Ortega y Pérez Molina, muchos no creen en la amplitud del triunfo sandinista, considerando los resultados como inflados a favor de Ortega para garantizarle una amplia mayoría que le permita imponer la reelección indefinida".

Mientras en Nicaragua una amplia mayoría reelige al sandinismo, en la vecina Guatemala otra mayoría opta por un general retirado. Ambos elegidos, Daniel Ortega y Otto Pérez Molina, se parecen en la suficiencia de su victoria, pero difieren en todo lo demás: el primero tiene un pasado guerrillero y el fracaso de su primer gobierno a cuestas, la dependencia frente al gobierno de Hugo Chávez y críticas frente a la transparencia del proceso electoral que acaba de culminar. Pérez Molina fue militar activo en la guerra civil guatemalteca, se declara enemigo del Alba y su elección es incontrastable, sin sospechas de fraude a favor.A Ortega, tan cuestionado por la mezcla de populismo y autoritarismo de su gobierno y por la ilegitimidad de su reelección, los buenos resultados económicos que resultan del auge en los precios de las materias primas y del apoyo financiero de Venezuela, parecen estar detrás del triunfo. Pero tiene pies de barro, pues en el momento en el que falte uno de esos dos factores su favorabilidad puede venirse abajo.A Pérez Molina la victoria le sonrió por su carácter de exgeneral e imagen de militar duro. Los gobernantes civiles, varios de ellos de extracción centro izquierdista, fracasaron en la tarea de garantizar la seguridad de la sociedad guatemalteca y no supieron cómo enfrentar el crimen con eficacia. De allí que lo ciudadanos optaran por un militar tras 30 años de interregno civil, contrariando a la líder indígena Rigoberta Menchú, quien lo acusó de “genocida de los mayas” e influyó para que el dirigente empresarial Manuel Baldizón obtuviera una importante votación -46%- que, pese a todo, no fue suficiente.En esto también se diferencian: Ortega contó con todo el aparato del Estado a su favor y prácticamente no tuvo contendientes. Arnoldo Alemán, liberal y antiguo socio de los sandinistas en una manguala corrupta que terminó por llevarlo a someterse a la Justicia, carecía de autoridad moral para enfrentar el presidente sandinista. Y Fabio Gadea, el otro opositor, mantuvo una tendencia conservadora radical que no tiene eco en la población que sufrió tanto durante la larga dictadura de Anastasio Somoza.Para Pérez Molina la batalla fue más cerrada, pues enfrentó a una alianza entre Manuel Baldizon, inteligente empresario de tendencia centrista y la Nobel Rigoberta Menchú, que goza de merecida popularidad en Guatemala. Pese a ello, el descontento por la inseguridad le permitió al exgeneral alcanzar una amplia ventaja en la primera vuelta.Aunque nadie duda de las victorias de Ortega y Pérez Molina, muchos no creen en la amplitud del triunfo sandinista, considerando los resultados como inflados a favor de Ortega para garantizarle una amplia mayoría que le permita imponer la reelección indefinida. Por eso el empresario Gadea ha dicho que estudia la posibilidad de desconocer los resultados.En Guatemala una ciudadanía acorralada por el crimen reacciona eligiendo un exmilitar. En Nicaragua un gobierno populista, prevalido del poder, impone la reelección del Presidente y aspira a la reelección indefinida, reviviendo el fantasma de Somoza, ahora con otra ideología.

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