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Luego de dos fines de semana donde el llamado a la disciplina social fue respondido con rumbas, violencia y consumo de alcohol en amplios sectores de Cali, el Gobierno Municipal decretó el toque de queda y la ley seca en las noches del sábado, domingo y lunes.

18 de junio de 2020 Por: Editorial .

Luego de dos fines de semana donde el llamado a la disciplina social fue respondido con rumbas, violencia y consumo de alcohol en amplios sectores de Cali, el Gobierno Municipal decretó el toque de queda y la ley seca en las noches del sábado, domingo y lunes. Es la respuesta al desorden de una parte de la sociedad y debe servir de advertencia sobre el regreso al aislamiento total si no es posible controlar esos desafueros.

Infortunadamente, las cifras que refieren el avance del contagio y los decesos por su causa obligan a esas decisiones. Más aún cuando se empieza a imponer el desorden acompañado de violencia que dejaron estadísticas alarmantes el pasado fin de semana, y los llamados de las autoridades a actuar de manera responsable y solidaria, así como la sanción mediante comparendos que son objeto del desconocimiento y burla.

Esas medidas están basadas en el interés de proteger la salud y la vida de los caleños. El crecimiento del contagio en Cali no es mentira, y su impacto se refleja en el ascenso de la cantidad de muertes por esa causa.
Contra esas estadísticas deben actuar las autoridades, aplicando las recomendaciones de los científicos e investigadores, ampliando la capacidad de respuesta médica a la emergencia y creando los protocolos requeridos para realizar las aperturas que sin duda son necesarias para todos los caleños y para evitar la crisis que puede ocasionar una parálisis tan drástica como la que se aplicó en los meses anteriores.

Sin duda, en la ciudad se han hecho grandes esfuerzos para superar los problemas que ha traído el Covid-19. Y los buenos resultados que se registraron hasta hace un tiempo se deben en gran parte a la colaboración y disciplina de la ciudadanía que acató el llamado, sacrificando sus libertades y arriesgando su trabajo en función del beneficio que recibiría toda la sociedad.

Esos resultados alentadores llevaron a plantear una apertura gradual a partir del presente mes. Pero mientras el gobierno local realizaba acuerdos y diseñaba los lineamientos para el regreso a la normalidad, la rumba, la violencia y el desconocimiento de las iniciativas para evitar la expansión de la epidemia se atravesaron al propósito.

Ahora, la alternativa es decretar esas medidas drásticas, lo cual afectará a todos los ciudadanos por igual, aunque no se aplican hoy debido a la excepción que se ha hecho para incentivar la actividad comercial a través de la suspensión del IVA. Toque de queda, ley seca, desplazamiento de la Policía y el Ejército para hacer respetar las disposiciones y sancionar a los infractores, son la respuesta que propiciaron quienes se pusieron de ruana las normas.

Ojalá, estas decisiones sean suficientes para crear conciencia sobre la importancia del comportamiento individual en permitir el regreso acelerado hacia la normalidad. El Covid-19 llegó para quedarse y mientras aparece la vacuna que todo el mundo espera, la comunidad caleña debe asumir su responsabilidad en la protección de su vida. Lo contrario será un retroceso deplorable y dañino, y obligará al aislamiento que se vivió en los meses de abril y mayo.

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