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Unidad y transparencia

En un universo de más de cuatrocientas mil personas como lo es el de la Fuerza Pública colombiana, el riesgo de que existan problemas, inconformidades o casos de corrupción es muy alto y no puede ser ignorado.

12 de mayo de 2020 Por: Editorial .

En un universo de más de cuatrocientas mil personas como lo es el de la Fuerza Pública colombiana, el riesgo de que existan problemas, inconformidades o casos de corrupción es muy alto y no puede ser ignorado. Lo importante es mantener la unidad y la posibilidad de combatir esas conductas para evitar males mayores para Colombia.

Los últimos tiempos han sido marcados por revelaciones y denuncias que llegaron al periodismo y los medios de comunicación a través de delaciones, de investigaciones y actuaciones de los órganos judiciales.
Han sido denuncias que afectan la reputación y el honor de una de las instituciones más queridas de los colombianos por los esfuerzos, los resultados y la entrega permanente y sacrificada de sus integrantes en defensa de las libertades, de la vida y los derechos fundamentales en nuestro país.

Tales acusaciones son sin duda producto de delaciones y versiones generadas en unos casos por la división en el Ejército, reconocida sin ambages por el Ministro de Defensa. Y en casos de corrupción en la Policía y en las Fuerzas Militares, por investigaciones periodísticas y actuaciones de los organismos de control que han precisado hechos que atentan contra el patrimonio público y, sobre todo, producen daño al nombre de esas instituciones y a la moral que debe guiar a todos y cada uno de sus integrantes.

Además de las pugnas internas que parecen de vieja data entre la oficialidad, la división a la cual se refirió el ministro Carlos Holmes Trujillo parece tener un sesgo político. Sesgo inaceptable de ser cierto, pues luego de los hechos que produjeron un golpe de Estado en los años cincuenta, los soldados y policías de Colombia establecieron una larga tradición de profesionalismo e independencia que no puede ser desconocida.

En los últimos tiempos se han producido escándalos frecuentes por hechos de espionaje, seguimientos y prontuarios realizados por organismos de inteligencia pertenecientes a la Fuerza Pública, en los cuales se involucran dirigentes políticos de todas las vertientes, periodistas, empresarios y ciudadanos del común. Son hechos fuera de lo normal y ajenos a la misión que tiene la inteligencia militar y de policía como instrumento reconocido en el mundo para combatir la delincuencia y proteger al Estado de los enemigos que lo amenazan.

Por supuesto esos dos factores deben ser perseguidos y combatidos por la Justicia y los organismos encargados por la Constitución de defender la legalidad y combatir el delito sin importar quién lo cometa. Pero, ante todo, deben ser identificados, combatidos y erradicados por los integrantes de esas instituciones, en especial por quienes las dirigen.

Que no se olvide que el enemigo está afuera y es el gran beneficiado por los errores y los escándalos que afectan a la Fuerza Pública. Por ello, lo que hay que combatir, unidos y sin pausa, son las formas de delincuencia organizada y los hechos que atentan contra la tranquilidad de los colombianos y la legalidad. Y a todos aquellos que destruyen el buen nombre y la moral de Instituciones merecedoras del respaldo irrestricto de nuestra Nación.

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