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Un sueño en marcha

Ahora sigue el desafío de lograr las transformaciones que motivaron la realización del complejo arquitectónico: es el reto de usar la cultura para romper las barreras invisibles que dividen a las comunidades del sector. Es decir, de aprovechar la música, la literatura, la danza y todas las expresiones propias de sus habitantes para integrarlos y superar los conflictos que dan paso a la violencia.

24 de febrero de 2013 Por:

Ahora sigue el desafío de lograr las transformaciones que motivaron la realización del complejo arquitectónico: es el reto de usar la cultura para romper las barreras invisibles que dividen a las comunidades del sector. Es decir, de aprovechar la música, la literatura, la danza y todas las expresiones propias de sus habitantes para integrarlos y superar los conflictos que dan paso a la violencia.

Cuando el presidente Juan Manuel Santos lo declare inaugurado, el Tecnocentro Cultural Somos Pacífico empezará el segundo de sus grandes desafíos: demostrar que la cultura es motor de identidad e integración en una sociedad golpeada por los conflictos del desplazamiento y la marginalidad. El primero fue su construcción. Desde la idea de la hermana Alba Estela Barreto hasta lograr la obra que mañana se abre a las comunidades que habitan una amplia zona del oriente caleño, han pasado varios años en los cuales fue posible lograr la concurrencia de la empresa privada, el sector solidario y los gobiernos Municipal y Nacional para levantar el edificio y dotarlo de los elementos necesarios que se pensaron en sus orígenes. Esa idea no es otra que usar la cultura para desarrollar aptitudes que le permitan a la gente conseguir su progreso a través del conocimiento. Y aprovechar el Centro como lugar donde deben confundirse los habitantes de una zona plagada de conflictos y necesidades. Personas que llegaron allí ya fuera a causa del desplazamiento o como consecuencia de sus necesidades no satisfechas, que reclama la atención del Estado y clama porque la sociedad la mire no como un problema sino como parte de la solución. Esa idea caló en instituciones como Comfandi y la Fundación AlvarAlice, aliados con la Fundación Paz y Bien que dirige la hermana Barreto para conseguir recursos y promover su construcción. Después llegaron el Gobierno Municipal de entonces y el Nacional, acompañados además de empresas colombianas y donantes internacionales. Esa asociación para construir el bien consiguió reunir los $7.715 millones que costó erigir el Tecnocentro Somos Pacífico que debe beneficiar a 100.000 personas en una de las zonas de Cali con mayores problemas sociales. Ahora sigue el desafío de lograr las transformaciones que motivaron la realización del complejo arquitectónico: es el reto de usar la cultura para romper las barreras invisibles que dividen a las comunidades del sector. Es decir, de aprovechar la música, la literatura, la danza y todas las expresiones propias de sus habitantes para integrarlos y superar los conflictos que dan paso a la violencia. Y de ofrecer oportunidades a través del acceso al conocimiento y la tecnología como instrumento para construir futuro. Pero el Centro también es la posibilidad de que el resto de los caleños cambien su concepto sobre Potrero Grande y sus vecinos. De nuevo es la cultura que muestra la riqueza que tiene Cali en su diversidad, y que abre espacios para que se manifieste de manera pacífica. Ese propósito será siempre posible en la medida en que el Estado y el sector privado continúen juntos en el empeño de buscar soluciones a través del apoyo a la cultura y la educación que tienen en cuenta la identidad de las comunidades. Mañana será inaugurado el Tecnocentro Cultural Somos Pacífico en Potrero Grande. El gran desafío será lograr que la idea de sus fundadores encabezados por la hermana Alba Estela logre la transformación social que todos los caleños esperamos.

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