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Tiempo de contrastes

Las imágenes de animales paseando a su antojo por sus hábitat naturales o de las azules aguas marinas que hasta hace un mes eran turbias y oscuras, contrastan con las de los incendios forestales en la Amazonia colombiana o en la Costa Caribe.

3 de abril de 2020 Por: Editorial .

Las imágenes de animales paseando a su antojo por sus hábitat naturales o de las azules aguas marinas que hasta hace un mes eran turbias y oscuras, contrastan con las de los incendios forestales en la Amazonia colombiana o en la Costa Caribe. Si lo primero es consecuencia positiva de la cuarentena, lo segundo sucede aprovechándose de ella.

Si se ve el mapa de puntos de calor en el país, que indica en tiempo real dónde se están presentando focos de fuego, podría decirse que Caquetá, Guaviare, Putumayo y Meta viven verdaderas tragedias ambientales. Entre el 1 y el 31 de marzo de este año en toda la cuenca amazónica nacional se registraron 12.958, el 90% de ellos en esos cuatro departamentos. Si se hace una comparación con el mismo periodo del 2019, cuando se midieron 4691 puntos, se ve que algo está sucediendo.

Para Corpoamazonia, entidad encargada de velar por los recursos naturales de la región, la razón está en que las mafias dedicadas a la deforestación han aprovechado las medidas nacionales de confinamiento para hacer más quemas y talar más bosques. No parece una coincidencia que sean sectores como San Vicente del Caguán o Cartagena del Chairá donde se reporten los más altos incrementos de incendios forestales, zonas donde las expansiones de tierras o el cambio ilegal del uso del suelo está sobre todo relacionado con los cultivos ilícitos.

Si bien la Amazonia es la región más afectada, no se puede desconocer lo que sucede en la Sierra Nevada de Santa Marta, donde las quemas que realizan campesinos de la zona son incontrolables, amenazan con llegar a zonas habitadas y han arrasado un millar de hectáreas de bosques nativos a la vez que han puesto en riesgo el patrimonio cultural de las comunidades indígenas que allí viven. Todo ello frente a la indiferencia del mandatario local y la impotencia de los organismos de socorro.

El daño mayor es en los ecosistemas afectados de forma directa por los incendios. Pero las consecuencias ambientales las siente hoy el país entero, como lo advierte un informe de la Universidad Nacional, en el que se da cuenta de cómo las conflagraciones de la Amazonia, el Caribe y las que están consumiendo la frontera colombo venezolana, en cercanías del Catatumbo, afectan la calidad del aire en Cúcuta, Bogotá y Medellín, donde a pesar la cuarentena y la reducción en la emisión de dióxido de carbono se mantienen los niveles críticos de contaminación. Peor suerte corren Florencia, Mocoa, Puerto Asís y Puerto Gaitán, que hoy presentan polución similar a la de la capital de la República.

Si bien la atención y los esfuerzos están centrados en cómo enfrentar de la mejor forma al coronavirus, y sus consecuencias económicas y sociales, no se puede desestimar lo que está sucediendo con los incendios forestales en el territorio nacional. Los controles y la vigilancia en esas vastas zonas son imprescindibles, más ahora que los ojos de las comunidades que sí ayudan a proteger los bosques no tienen la posibilidad de estar atentos debido al confinamiento obligatorio.

El patrimonio que tiene Colombia en sus recursos naturales no puede seguir siendo presa fácil de la depredación.

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