El pais
SUSCRÍBETE

Terrorismo y diplomacia

Nada de eso tiene contenido político distinto a mantener a nuestro país bajo el chantaje de la violencia y a usar la diplomacia para justificar los vínculos y la acogida que les otorgan a esos grupos con el argumento de ser facilitadores de paz para Colombia.

9 de febrero de 2021 Por: Vicky Perea García

Aunque sea difícil de entender, Colombia puede ser el único país del mundo al cual se le exigen reconocimientos políticos para grupos de violencia con más de cincuenta años de existencia y derivados en delincuencia común, y su accionar criminal es parte de las relaciones con países vecinos. Y la amenaza terrorista de esas agrupaciones sigue siendo protegida por la falsa imagen de guerrilleros que buscan el cambio del Estado, la máscara que esconde su verdadero rostro criminal.

Lo que está ocurriendo con el Eln es ya el ejemplo del absurdo. Nacido hace más de medio siglo por orden de la Cuba que pretendía instaurar la revolución comunista en todos los países de América, hoy es una suma de terrorismo, narcotráfico y delincuencia común, con dirigentes en La Habana, en Venezuela y en Colombia. Su accionar solo hace daño a personas humildes, creando miseria y destruyendo al país, y su ideología consiste en usar el terrorismo indiscriminado para exigir negociaciones que nunca terminan en nada positivo.

Ahora se sabe de su división interna, y una parte de sus cabecillas, los más tradicionales, se encuentra varada en Cuba después del fracaso del último proceso de diálogo a raíz del atentado terrorista contra la escuela General Santander que dejó 22 muertos y decenas de heridos. También quedó la exigencia del Gobierno de Colombia para que se proceda a la extradición de quienes permitieron ese crimen de lesa humanidad, lo cual ha afectado de manera grave las relaciones con un país que ahora colabora con los esfuerzos de paz en el nuestro.

Y de pronto, semanas después de que Estados Unidos volviera a incluir el régimen cubano en su lista de colaboradores del terrorismo internacional por mantener su apoyo a esos jefes del Eln, su embajador en Bogotá le informa a nuestro gobierno sobre la existencia de un plan de ese grupo para realizar otro acto de terrorismo masivo en Colombia.
Sin entrar a calificar su veracidad, muy segura conociendo las habilidades para la inteligencia del gobierno de La Habana, ello da para preguntarle por qué mantiene a esos cabecillas en su territorio.

En ese complejo mundo que pretende justificar la defensa de los terroristas y delincuentes vestidos de rebeldes idealistas, ahora se dice que esos atentados nacen de los miembros del Eln estacionados en Venezuela y protegidos por el régimen de Nicolás Maduro, como lo hace con las disidencias de las Farc. O que son ideados y ejecutados sin relación con quienes están en La Habana como sus voceros, o en Caracas.

Ese es el círculo que amarra a nuestro país al lastre de la violencia disfrazada de supuestos grupos de insurgencia contra el Estado. Son apenas asociaciones de terror originadas y protegidas por regímenes totalitarios, que utilizan el terrorismo, el narcotráfico y todas las formas de delincuencia posibles contra los colombianos.

Nada de eso tiene contenido político distinto a mantener a nuestro país bajo el chantaje de la violencia y a usar la diplomacia para justificar los vínculos y la acogida que les otorgan a esos grupos con el argumento de ser facilitadores de paz para Colombia.

AHORA EN Editorial