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Solidaridad contra el hambre

13 de noviembre de 2010 Por:

no se trata de adoptar el asistencialismo como fórmula para solucionar los problemas sociales sino de brindar instrumentos a los más necesitados para valerse por sí mismos.

El Banco de Alimentos de la Arquidiócesis de Cali ha hecho más que darle de comer a quienes sufren hambre en la ciudad. Durante diez años ha enseñado sobre sensibilidad y solidaridad, emprendimiento, fortaleza y eficiencia. Y ha mostrado que no se trata de adoptar el asistencialismo como fórmula para solucionar los problemas sociales sino de brindar instrumentos a los más necesitados para valerse por sí mismos.Hoy el Banco provee alimentos a 36.000 personas cada día, en su mayoría ancianos, niños desprotegidos y familias desplazadas. Es la obra de Sofía Helena Sarasti y Elvira Guerrero, quienes encontraron hace 10 años en el entonces arzobispo de Cali, monseñor Isaías Duarte Cancino, el apoyo para hacer algo por una sociedad afectada por la crisis económica, en apariencia indiferente frente a las necesidades de su prójimo y con una población creciente y vulnerable. Lo que nació como un pequeño lugar para recoger alimentos y repartirlos entre los más necesitados, se convirtió en un centro de acopio que distribuye de manera organizada entre 220 fundaciones e instituciones los bienes y productos que donan decenas de empresas y particulares. Lo hace con la condición de que la plata que se ahorran las entidades receptoras se reinvierta en mayor bienestar para la población que atienden y para que aseguren su sostenibilidad a futuro. Su filosofía es superar el enfoque paternalista “a partir del respeto por la dignidad del ser humano al devolverles la confianza de responder por sí mismos”.Más que calmar el hambre, el Banco de Alimentos busca prevenirla. La fórmula para lograrlo está en la capacitación. Por eso un grupo de voluntarios da clases de culinaria, de confección, de contabilidad hogareña, incluso de autoestima y crecimiento personal a madres cabeza de hogar y a quienes quieran aprender para salir de la pobreza. También está el Banco de Libros que dota bibliotecas de escuelas públicas en Cali y en regiones como La Guajira y Amazonas. Es que en la educación está la clave para que el hambre no acose a las nuevas generaciones.Las lecciones sobre solidaridad del Banco también llegan a los colegios privados. A través de la donación mensual de productos no perecederos, los alumnos y sus familias aprenden sobre los problemas sociales de la ciudad y cuál puede ser su aporte para las soluciones. De estos colegios, de las empresas donantes, de las parroquias, de las comunidades que conocen la labor del Banco de Alimentos, sale también el batallón de voluntarios que cada día brindan su tiempo para ayudar a paliar el hambre en Cali, pero sobre todo para brindar amor desinteresado.Ni el asesinato de monseñor Duarte Cancino, ni el incendio que destruyó hace tres años el 80% de su sede, ni la indiferencia que a veces se pasea por el corazón de los caleños han logrado que el Banco de Alimentos flaquee. Por el contrario, el próximo martes inaugurará su nueva sede como testimonio de su compromiso con la gente que necesita apoyo. Son diez años de mostrarle a Cali de qué se trata el principio cristiano de la solidaridad.

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