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Sociedad enferma

"Las políticas públicas de educación y prevención contra la drogadicción y el acoholismo no muestran su eficiencia, como se comprueba en la asombrosa disminución en la edad de inicio del consumo de sustancias alucinógenas y el creciente número de niños y jóvenes inmersos en el mundo de las drogas".

16 de julio de 2011 Por:

"Las políticas públicas de educación y prevención contra la drogadicción y el acoholismo no muestran su eficiencia, como se comprueba en la asombrosa disminución en la edad de inicio del consumo de sustancias alucinógenas y el creciente número de niños y jóvenes inmersos en el mundo de las drogas".

Edad: 9 años. Ocupación: estudiante. Afición: consumo de alcohol, cigarrillos, drogas. Ciudad de residencia: Cali. Futuro: incierto...El principio de una sociedad enferma donde no se respeta el valor de la vida, la inseguridad se pasea y el término convivencia es, si acaso, una palabra más en el diccionario, está en la forma como se está educando a su población más joven. Cali va hacia su catástrofe social si no se compromete a cuidar a sus niños y adolescentes, en actuar para cambiar su destino y cimentar la bases de una comunidad sana.Las estadísticas de la Secretaría de Bienestar Social del Municipio llaman a la reflexión. La edad promedio de inicio en el consumo de drogas en Cali está entre los 9 y los 12 años, la más baja del país, siendo el alcohol y el cigarrillo las ventanas de acceso al mundo de los estupefacientes. El 8,5% de los estudiantes entre 12 y 17 años consume licor cada semana y el 36,5% lo hace en compañía de sus padres o familiares cercanos. Cada día son capturados en la ciudad entre 8 y 10 menores de edad y de ellos un 90% se declara consumidor de alucinógenos. ¿Qué clase de ciudadanos estamos formando? ¿Cómo ponerle la reversa a un problema que parece ganarle la carrera a la razón?La sociedad caleña es responsable en su conjunto de lo que sucede con sus niños y adolescentes. Empieza por el ejemplo que reciben en su hogares de padres que beben y fuman delante de sus hijos, y que con sus acciones les dan a entender que eso es “normal”. Sigue con el abandono al que los está sometiendo la modernidad, la falta de diálogo y la ausencia de figuras paternas que los eduquen en los valores y en el respeto por ellos mismos y por los demás.Mientras el vacío comienza en el hogar, el Estado se queda corto en sus acciones. Las políticas públicas de educación y prevención contra la drogadicción y el acoholismo no muestran su eficiencia, como se comprueba en la asombrosa disminución en la edad de inicio del consumo de sustancias alucinógenas y el creciente número de niños y jóvenes inmersos en el mundo de las drogas. Y está demostrado que no es con represión, sino con formación y cultura como se pueden lograr los cambios esperados.Las consecuencias se ven en la sociedad caleña donde la concordia está amenazada. En los cinco primeros meses del año, 755 menores de edad fueron acusados de delitos como fabricación y porte de estupefacientes, porte ilegal de armas, hurto y homicidio. Esta ciudad, en la que el microtráfico de alucinógenos llega hasta las puertas de las escuelas y colegios, donde los escolares se citan en cualquier calle para emprender batallas campales, en la que la cultura del dinero fácil hace de sus niños y jóvenes presas apetecidas, es la que tiene que reaccionar. Si se quiere un futuro diferente para Cali y para Colombia, con una sociedad más sana y responsable, se tiene que empezar por proteger a su población infantil. Y por educarla a partir del ejemplo de sus mayores, la manera de formar ciudadanos responsables de sus actos y respetuosos de los valores que garantizan la convivencia.

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