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Sí se puede

La humanidad no puede esperar a que se acabe la última gota de petróleo para buscar alternativas diferentes de generación de energía.

12 de octubre de 2018 Por: Editorial .

Esta semana transcurrió entre avisos del cataclismo que sufriría la Tierra si su temperatura aumenta dos grados centígrados más la noticia del Nobel a dos economistas que han estudiado el impacto del desarrollo en el medio ambiente y cómo un cambio de conducta garantizaría el progreso mientras se protegen los recursos naturales. ¿Hará la humanidad lo que se necesita?

El Panel Intergubernamental contra el Cambio Climático de la ONU le advirtió al mundo que si en 12 años no se ha hecho una transformación sin precedentes, el calentamiento llegará a un punto irreversible. El anuncio fue más allá al asegurar que lo máximo que debe subir la temperatura es 1,5 grados celsius o de lo contrario millones de personas sufrirán por las inundaciones que dejará el aumento del nivel del mar, mientras el deshielo del Ártico será más frecuente y la totalidad de los corales desaparecerán.

Se entiende que ese pronóstico dramático busca generar una mayor conciencia y convocar a los gobiernos para que cumplan sus compromisos de disminuir la emisión de gases de efecto invernadero, que son las que más contribuyen al cambio climático, mediante la reducción del uso de combustibles fósiles. También para que se establezcan políticas que de verdad se apliquen a la hora de proteger los recursos naturales, detener la deforestación o cuidar las fuentes de agua.

Y sí es posible hacerlo. Ahí es donde entran en juego los planteamientos de los dos expertos a quienes les otorgaron el Premio Nobel de Economía. William Nordhaus y Paul Romer han hecho estudios independientes en los que se reconoce el impacto de la actividad humana en el desarrollo económico mundial y en el deterioro del medio ambiente mientras cuantifican el costo que esto tiene; también sugieren que es factible combinar un crecimiento sostenible a largo plazo con el bienestar de la población.

Es algo así como hacer una economía conductual, en la que se cambia la mentalidad y se generan unos comportamientos diferentes para que el progreso no tenga que estar ligado al uso de los recursos naturales o para que estos se utilicen de una manera racional. De ahí nace la idea de Nordhaus de imponer tributos al carbono para desestimar su uso, o las propuestas de Romer de explotar el capital humano, el conocimiento, la innovación y la tecnología para generar mayor desarrollo económico sin que se involucre al medio ambiente en ello.

Lo cierto es que la humanidad no puede esperar a que se acabe la última gota de petróleo para buscar alternativas diferentes de generación de energía. Ni puede ver impasible cómo los bosques disminuyen y con ellos la probabilidad de que absorban el dióxido de carbono, materia prima del cambio climático que ocasiona el aumento en la temperatura global.

Hay que cambiar porque ya es claro que acuerdos como el de París se quedaron cortos y han sido más una forma de evadir las culpas por la contaminación del Planeta. El mundo seguirá rumbo al abismo mientras no se haga lo necesario o haya gobiernos como el de Estados Unidos que se creen en el derecho de deshacer los compromisos climáticos escudados en la necesidad de proteger sus industrias para fortalecer sus economías contaminantes y generar más empleo. Puede que el límite no sean 12 años, pero el tiempo se acorta para garantizar la vida de la Tierra.

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