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Salvar la Amazonía

¿Qué sucede en Brasil? Lo mismo que en Colombia, Perú, Bolivia o Venezuela, países que comparten la gran Amazonía, y que se resume en una palabra: ambición. Es la codicia la que ha llevado a deforestar sin...

25 de agosto de 2019 Por: Editorial .

La catástrofe por la que atraviesa la Amazonía brasileña, donde desde hace 20 días arden cientos de miles de hectáreas de bosques tropicales, es una crisis internacional tal como la calificó el presidente francés Emmanuel Macron. Y no por razones políticas, que las hay, sino porque lo que hoy sucede en el mayor pulmón verde del Planeta afectará al resto del mundo en el futuro inmediato. La solución tiene que ser pensada entre todos y el apoyo debe ser global.

La situación es tan grave que solo en la última semana se han detectado 10.000 focos activos de fuego, cada uno de los cuales arrasa en promedio 100 hectáreas, lo que significa que en ocho días se ha perdido un millón de hectáreas de selva amazónica. Peor aún es el panorama cuando se conoce que de enero a agosto se han producido 74.200 conflagraciones -88% más que las del año anterior en el mismo periodo de tiempo- que han afectado 7,5 millones de hectáreas.

Esa pérdida es nefasta para el Brasil y sus recursos naturales, tiene efectos inmediatos sobre el territorio suramericano que verá en cuestión de horas o días cómo se afecta la calidad de su aire y se alteran los ciclos hídricos de la región, mientras que para el resto del mundo significa necrosar una parte de su sistema respiratorio natural, donde se produce el 20% del oxígeno que necesita el Planeta para vivir. Recuperar esas selvas arrasadas puede tardar 200 años, demasiado tiempo para una Tierra en cuidados intensivos.

¿Qué sucede en Brasil? Lo mismo que en Colombia, Perú, Bolivia o Venezuela, países que comparten la gran Amazonía, y que se resume en una palabra: ambición. Es la codicia la que ha llevado a deforestar sin miramientos y a provocar incendios forestales, ya sea para facilitar la ampliación de las fronteras agrícolas, ganar terreno para la ganadería o extender los cultivos ilícitos. Esa avaricia ha permitido el avance sin freno de la minería ilegal que explota los recursos naturales, contamina y mata los ecosistemas. Y a la par está el desgobierno, que hace imposible ejercer el control e imponer orden para defender al pulmón natural del mundo.

Las movilizaciones de los últimos días en todo el orbe exigiendo acciones para salvar la Amazonía parecieran ser un nuevo despertar ambiental de la sociedad. Claro, a los ojos de todos la responsabilidad recae sobre el presidente Jair Bolsonaro a quien se le critica su pasividad frente a la tragedia que padece Brasil así como sus políticas negacionistas frente al cambio climático y la defensa que ha hecho de la explotación de los recursos naturales, pese al alto costo que ello tiene para el medio ambiente y el impacto para las comunidades indígenas que habitan en sus selvas.

La verdad es que la cuota de deuda es de todos. Por igual de quienes poco han hecho por el medio ambiente, de los gobiernos indiferentes, del escaso apoyo financiero que se les brinda a los países con mayor riqueza natural para garantizar su conservación en beneficio futuro del mundo. Por ello la respuesta a la tragedia del Amazonas debe ser global: todos a uno para salvar al mayor sistema respiratorio del Planeta y su más importante laboratorio ambiental.

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