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Quince años después

Así, la guerra contra el terrorismo no parece tener fin. Y si bien es momento para recordar las miles de víctimas que murieron el 11 de septiembre de 2001, también es obligatorio recordar las decenas de miles de inocentes que han muerto en todas partes del mundo por la misma causa. Y a aquellos que abandonaron su vida para buscar refugio, éxodo que debe conmover las fibras de todos los seres humanos.

11 de septiembre de 2016 Por:

Así, la guerra contra el terrorismo no parece tener fin. Y si bien es momento para recordar las miles de víctimas que murieron el 11 de septiembre de 2001, también es obligatorio recordar las decenas de miles de inocentes que han muerto en todas partes del mundo por la misma causa. Y a aquellos que abandonaron su vida para buscar refugio, éxodo que debe conmover las fibras de todos los seres humanos.

Cuando el mundo vio por televisión, en vivo y en directo, las imágenes de aviones que se estrellaban contra las Torres Gemelas de Nueva York, fue notificado sobre la intención del radicalismo extremo de atacar en cualquier lugar del planeta. Quince años después, el terror sigue siendo arma preferida. En Europa o en la India, en Pakistán, Iraq, Siria, Yemen del Sur, Afganistán, África. Y hasta en los mismos Estados Unidos, la estela del crimen aleve que sorprende en cualquier parte sigue siendo uno de los grandes enemigos de la humanidad. Al igual que le sucedió a Colombia en épocas del narcoterrorismo y de la pretensión de las Farc de tomarse el poder mediante el crimen ciego e indiscriminado.El terrorismo no es nuevo, ha sido un arma política por siglos. Pero el 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos, el país más poderoso del mundo, fue sorprendido por el ataque de quienes se tomaron varios aviones de pasajeros y arremetieron contra las Torres, contra el Pentágono y contra la Casa Blanca, este último ataque fue abortado por la valerosa actuación de sus ocupantes. Fue Al Qaeda la organización que promovió la insensatez, justificándola como una respuesta del Islam a los años que, según sus líderes, ha sido pisoteado por occidente. Pero no era una reacción de los seguidores del profeta Mahoma ni del mundo árabe. Fue la notificación de que el extremismo sería la herramienta de grupos con suficiente audacia, poder económico y capacidad para atacar en cualquier parte. Por supuesto, la respuesta no se hizo esperar, iniciando una nueva época de la cual aún sobrevive la incertidumbre sobre hasta dónde puede llegar la obsesión por destruir lo que la humanidad ha construido a través de los siglos. En efecto, el gobierno de los Estados Unidos realizó dos invasiones que se convirtieron en motores del terror que hoy padece Europa, o que sigue sembrando desolación: A Iraq, para derrocar al tirano Sadam Hussein, y a Afganistán, donde se refugiaba el líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden, y donde el régimen talibán reinaba. Además de lograr el objetivo, parece innegable que allí está el origen de movimientos aún peores como el tenebroso Estado Islámico, de la guerra que vive Siria donde más de 300.000 personas han muerto, y de centenares de ataques a Londres, París, Bruselas, Madrid y tantas otras poblaciones europeas. Así, la guerra contra el terrorismo no parece tener fin. Y si bien es momento para recordar las miles de víctimas que murieron el 11 de septiembre de 2001, también es obligatorio recordar las decenas de miles de inocentes que han muerto en todas partes del mundo por la misma causa. Y a aquellos que abandonaron su vida para buscar refugio, éxodo que debe conmover las fibras de todos los seres humanos.Es la demencia alimentada por la ceguera del radicalismo. Con razón, el Papa Francisco dijo: “La Tercera Guerra Mundial ya comenzó, sólo que se libra en trozos pequeños, en capítulos". Es la realidad que desató el ataque del 11 de septiembre, la respuesta a ese desafío y la imposibilidad para ponerse de acuerdo en el respeto por la vida.

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