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¿Quién necesita a quién?

El momento en el que la humanidad se olvidó que ella necesitaba del mar y no al revés, comenzaron los problemas. Ahora hay urgencia de salvar los océanos y la vida que albergan para así garantizar la supervivencia de una tercera parte de la población mundial.

9 de junio de 2017 Por: Editorial .

El momento en el que la humanidad se olvidó que ella necesitaba del mar y no al revés, comenzaron los problemas. Ahora hay urgencia de salvar los océanos y la vida que albergan para así garantizar la supervivencia de una tercera parte de la población mundial.

Con la celebración del Día Internacional y la primera Conferencia sobre los Océanos convocada por Naciones Unidas, se recordó el grave estado en que se encuentran las aguas marinas y lo poco que se ha hecho para reversar tal situación. El asunto es que los mares ocupan el 70% del Planeta, son proveedores de alimentos, fuente de energía, tienen poder para mitigar el cambio climático y representan un recurso enorme para el desarrollo sostenible, es decir para lograr beneficios económicos sin efectos ambientales negativos.

Ninguna de esas razones ha incentivado los esfuerzos suficientes para evitar que los océanos sigan sometidos a la depredación. Son pocos los que creen que el 40% de las zonas marítimas tiene algún nivel de degradación, o que el 50% de las 200.000 especies conocidas están en peligro de desaparecer. Tampoco hay preocupación al saber que el 20% de las barreras de coral ya están muertas y que un porcentaje similar se encuentra en riesgo, o que se prevé para dentro tres décadas más plástico que peces nadando en aguas oceánicas.

¿Cuántas personas saben que uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible se refiere a la vida marina y pone metas como garantizar la conservación del 10% de las zonas costeras y marítimas, reglamentar eficazmente la explotación pesquera o reducir la contaminación de sus aguas antes del año 2020? Si se tratara de medir la buena voluntad, la nota para el mundo sería altísima, como se deduce de los 1161 compromisos voluntarios que se firmaron ayer cuando terminó la Conferencia sobre los Océanos. El reto es que se cumplan.

Colombia apenas tiene protegidas el 8,59% de sus zonas marítimas, es decir 79.791 kilómetros cuadrados de los 928.660 Km2 que la conforman. Aun reconociendo esfuerzos como tener un plan de conservación de los ecosistemas de manglares, publicar un Libro Rojo que enumera las especies en peligro o haber determinado 100 áreas prioritarias de conservación en el Caribe y otras 36 en el Pacífico, la labor es si acaso incipiente.

Los dos mares colombianos, que por sí mismos representan un privilegio, deberían ser una joya para la Nación. Sin embargo, se les ha dado más un tratamiento de mendigo, desconociendo su importancia, negándose a ver las posibilidades que brindan y relegando a quienes habitan sus costas a vivir en la pobreza al lado de tanta riqueza natural.

Puede ser que las celebraciones internacionales o lo que se plantea en reuniones mundiales, se quede sólo en las palabras. Pero al menos son un recordatorio para posar la mirada sobre ese 70% del Planeta, del que dependen 3.000 millones de personas, que es la base de la alimentación para otras 2.600 millones y que absorbe el 30% del dióxido de carbono que produce la Tierra. Ojalá algo quede de ello y se entienda que es la supervivencia de la humanidad la que depende de los mares.

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