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¿Qué pasa en el Chocó?

"...no deja de preocupar que el Chocó siga siendo asediado por los grupos ilegales que pretenden imponer de nuevo sus intenciones perversas. Sin duda, será muy difícil controlar de manera absoluta una región conocida por su espesa vegetación, por su enorme riqueza ambiental y su privilegiada situación geográfica".

27 de mayo de 2011 Por:

"...no deja de preocupar que el Chocó siga siendo asediado por los grupos ilegales que pretenden imponer de nuevo sus intenciones perversas. Sin duda, será muy difícil controlar de manera absoluta una región conocida por su espesa vegetación, por su enorme riqueza ambiental y su privilegiada situación geográfica".

Un día, el Ministerio de Defensa y el Comandante de las Fuerzas Militares desmienten las alarmas pronunciadas desde la curia de Quibdó acerca del asesinato de cuatro personas y el secuestro de 200 más, realizados por supuestos miembros de las Farc en la población de Medio Atrato en el Chocó, en inmediaciones del río Megua. Al día siguiente, el Ministro del Interior y la Justicia ratifica la denuncia y afirma que “a esa población la tenían secuestrada”, a la vez que pidió evitar los eufemismos en la información sobre las acciones de la guerrilla. Y entre tanto empiezan a conocerse pormenores sobre los hechos de violencia y amenaza que ocurren en el Chocó, propiciados por las Farc. Se habla entonces de un “paro armado”, decretado por la guerrilla para conmemorar la fecha de su fundación. Y a la vez se dice que todo el revuelo es producido por un grupo de entre seis y veinte miembros de esa agrupación. Pero al otro lado se afirma que sí existió un verdadero secuestro porque se limitó la posibilidad de movilización de la población. Entre tanto, mientras el almirante Édgar Cely afirma que no hay, o hubo, retenidos o secuestrados, confirmó que las autoridades hicieron lo necesario para que 170 personas que bajaban por el Atrato llegaran sanas y salvas a Quibdó. Lo que hasta ahora queda claro es que han existido unos hechos que causan gran inquietud entre los chocoanos, producidos por los intentos de las Farc de causar perturbación. Y si bien el presidente Juan Manuel Santos terció en la incómoda polémica del Ministro y el Militar, no queda dudas sobre la presencia de los guerrilleros en la zona. Además, produce tranquilidad el saber que la Fuerza Pública ha tomado medidas para impedir que la zozobra siga acosando a los habitantes de la región. Sin embargo, no deja de preocupar que el Chocó siga siendo asediado por los grupos ilegales que pretenden imponer de nuevo sus intenciones perversas. Sin duda, será muy difícil controlar de manera absoluta una región conocida por su espesa vegetación, por su enorme riqueza ambiental y su privilegiada situación geográfica. Esas características, que deberían generarle el mayor de los beneficios a sus pacíficos ciudadanos, la han convertido en objetivo de quienes encuentran en el terror la forma de imponer sus fechorías. Que van desde el narcotráfico hasta la explotación de minas ilegales que destruyen el ecosistema y los ríos de una de región considerada como uno de los pulmones del planeta. Pero hay un ingrediente más preocupante. Es la amenaza que la presencia de las Farc y de toda clase de delincuencia organizada significa para la vida de los habitantes del Chocó. En el 2002, una confrontación entre la guerrilla y los paramilitares produjo la masacre de Bojayá donde alrededor de 100 personas fueron inmoladas, entre otras circunstancias porque la Fuerza Pública no pudo impedir esa atrocidad. Eso no puede repetirse. Y antes de producirse más controversias entre autoridades, lo que debe existir es la unión de propósitos para defender la vida, honra y bienes de los colombianos.

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