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Por la convivencia

"Los colombianos, que han padecido cincuenta y dos años de violencia ocasionada por las Farc, quieren ante todo vivir en paz y poder resolver los problemas de su país sin recurrir a las armas. Y no pueden llegar a la confrontación irremediable por causa de ese grupo y de las polarizaciones que dejan heridas irreconciliables".

18 de septiembre de 2016 Por:

"Los colombianos, que han padecido cincuenta y dos años de violencia ocasionada por las Farc, quieren ante todo vivir en paz y poder resolver los problemas de su país sin recurrir a las armas. Y no pueden llegar a la confrontación irremediable por causa de ese grupo y de las polarizaciones que dejan heridas irreconciliables".

A quince días del plebiscito en el cual los colombianos inscritos en el registro electoral decidirán con su voto si aprueban o no el acuerdo final con las Farc, los argumentos descalificadores entre los seguidores de una y otra posición siguen siendo notorios. Mientras tanto en gruesos sectores de los votantes es evidente una apatía que puede causar inconvenientes a futuro.Sin duda, la libertad de expresión ha sido la constante del país en los cuatro años largos durante los cuales se ha llevado a cabo la negociación en La Habana. A pesar del intenso debate, que en algunas ocasiones ha llegado a momentos duros, la opinión nacional ha podido manifestarse en todos los medios de comunicación existentes, ofreciendo todos los puntos de vista posibles, las críticas a lo realizado y los respaldos a las posiciones oficiales.Eso es lo propio de una democracia, aunque como ocurre con frecuencia en todas partes, la capacidad del Gobierno para divulgar sus argumentos parecería generar un desequilibrio en la balanza de la información que se ofrece a los ciudadanos. Más aún, cuando decisiones cercanas a la torpeza como las que tomó el Consejo Nacional Electoral puedan dar a entender que existe cierta tendencia a la censura y a tratar de influir en el manejo de la información y de la opinión. Quedan dos semanas para que el constituyente primario de su veredicto final. Entre tanto, se deben producir hechos como la consulta que las Farc realizan con sus integrantes en los llanos del Yarí, para formalizar el respaldo de todos ellos a lo negociado. Y después estará el acto en Cartagena, es decir, la ceremonia que protocolizará el acuerdo final con la firma del Presidente de la República y el jefe de la guerrilla más antigua del mundo, con la asistencia de personalidades internacionales.Lo que hay por recorrer es entonces un camino corto pero intenso. Y allí sigue siendo necesario el debate democrático, ojalá respetuoso e ilustrativo. Porque no se trata de votar por una bandera partidista que deje en el camino vencedores y vencidos, sino de tomar una decisión trascendental para el futuro de nuestra Nación. Esa determinación la tomarán los ciudadanos, para lo cual deben estar bien informados, y se les debe haber entregado los elementos suficientes para que se formen su criterio, ojalá sin la presión de los intereses politiqueros o de corto plazo.Ante la importancia de ese acto republicano, no sobrará nunca reiterar el llamado al respeto por la opinión contraria. Los colombianos, que han padecido cincuenta y dos años de violencia ocasionada por las Farc, quieren ante todo vivir en paz y poder resolver los problemas de su país sin recurrir a las armas. Y no pueden llegar a la confrontación irremediable por causa de ese grupo y de las polarizaciones que dejan heridas irreconciliables.De lo que se trata es de mantener la convivencia y de evitar aquellas fracturas imposibles de superar si a lo que se llega es a la descalificación de uno u otro lado. Es de coexistir en paz, respetando la opinión contraria y manteniendo la concordia como valor supremo.

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