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Por el futuro

Cali tiene el mayor desafío en la protección de sus ecosistemas. Esta es una ciudad con privilegios ambientales únicos como los siete ríos tutelares que la atraviesan, los cuales debe asegurarse de cuidar y conservar por el bien de su futuro.

15 de diciembre de 2017 Por: Editorial .

Cali tiene el mayor desafío en la protección de sus ecosistemas. Esta es una ciudad con privilegios ambientales únicos como los siete ríos tutelares que la atraviesan, los cuales debe asegurarse de cuidar y conservar por el bien de su futuro.

Esta semana se recibió de la CVC la declaración de Pance como Distrito Regional de Manejo Integrado. La consecuencia inmediata fue clasificar 1.408 hectáreas de la cuenca media de ese río como área protegida, lo cual permitirá establecer normas sobre su uso para recreación, turismo y actividades económicas, así como determinar las regulaciones que corresponden sobre desarrollo urbano o arquitectónico en la zona.

La decisión de la Corporación Autónoma Regional del Valle es un paso importante en el propósito de proteger los ríos de Cali. Pero debe ir acompañado de medidas concretas para acabar con los males que han convertido a la mayoría en poco menos que riachuelos afectados por la contaminación y mermados en su capacidad por la deforestación tanto como por el descuido de sus cuencas. Sin desconocer los esfuerzos que se hacen para preservarlos, las acciones siguen quedándose cortas.

Bastante se ha hablado del daño que ha ocasionado la minería ilegal en los Farallones, donde nacen seis de los siete ríos caleños, así como de los efectos del mercurio, químico usado en esa actividad ilícita, sobre las fuentes de agua de la capital del Valle. Si a ello se suma la tala indiscriminada, que deja 5.000 hectáreas de bosques arrasados en ese Parque Nacional Natural, y las invasiones que no logran ser controladas a pesar de las denuncias y del daño que causan el panorama no es el más halagador.

Renglón aparte merece el río Cauca, que llega a territorio vallecaucano arrastrando el desgaste al que es sometido desde su nacimiento y conteniendo la contaminación que recoge a su paso o que le llega desde sus afluentes. Por eso aquí arriba casi asfixiado por la falta de oxígeno y por eso son cada vez más frecuentes los cortes del servicio de agua que padecen los caleños.

Como Cali, pocas ciudades en el mundo tienen el privilegio de contar con siete ríos que las atraviesen. Esos atributos se han convertido en siete dolores de cabeza para la capital vallecaucana, cuyos habitantes no parece tener consciencia de la riqueza natural que significan. El deterioro progresivo es visible desde hace años, pero las acciones no han sido suficientes para que el rumbo cambie y comience a reversarse ese daño.

Devolverle la vida a los ríos caleños comienza por tomar decisiones como la de declarar área protegida las 1.408 hectáreas de la cuenca del Pance, o hacer retenes de control ambiental como los que se han propuesto para los Farallones y que se han retrasado por acciones de la comunidad. Y si bien son las autoridades quienes deben imponer el orden para que la protección sea efectiva, también es competencia de las comunidades que habitan en esas zonas y en general de los caleños, ayudar en su conservación.

Cali se merece un futuro verde, con sus siete ríos llenos de vida y conservando las riquezas con las que la ha bendecido la naturaleza.

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