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Política sin armas

La resistencia de la guerrilla en dejar las armas antes de reintegrarse a la vida civil y al ejercicio de la política demuestra hasta dónde parecen malinterpretar la voluntad del pueblo colombiano.

3 de julio de 2013 Por:

La resistencia de la guerrilla en dejar las armas antes de reintegrarse a la vida civil y al ejercicio de la política demuestra hasta dónde parecen malinterpretar la voluntad del pueblo colombiano.

Con la declaración del jefe del equipo designado por el Gobierno Nacional que recuerda a las Farc las líneas rojas o límites para la negociación acordados entre las partes, se inició la onceava reunión en La Habana para discutir las posibilidades de lograr un acuerdo de paz. En tanto los plazos definidos por el Gobierno apremian, la guerrilla insiste en sumar más elementos al proceso que no están contemplados en los acuerdos iniciales, lo que aumenta el escepticismo entre los colombianos, así la gran mayoría apoye la búsqueda de la paz y el final de la violencia.Muy terminante fue el pasado domingo el doctor Humberto de la Calle al recordarle a los negociadores de la guerrilla que en la mesa solo se hablará de los temas acordados. En este caso, se tratará de la participación en política de las Farc, los derechos que tendrán para ejercer la oposición, los mecanismos de participación democrática, las medidas para promover su vinculación a todos los niveles de la actividad partidista y las garantías que ofrecerá el Estado. Una intensa agenda que exige concentración y voluntad.Sin embargo, esa declaración no parece ser suficiente para impedir el esfuerzo propagandístico de las Farc, quienes se muestran más interesados en aprovechar el espacio para difundir sus proclamas que en propiciar el avance de la negociación. Ahora, a su exigencia de realizar una asamblea constituyente y de aplazar las elecciones por uno o dos años y con las reglas de juego propuestas por sus negociadores ante los micrófonos, han agregado la posibilidad de sumar a la mesa al ELN, grupo con el cual acaban de hacer un alto en la mortal confrontación que por los negocios y las extorsiones han mantenido durante décadas. En términos populares puede decirse que le ha surgido una pata más al gato de la ya de por si densa agenda del proceso.Se debe destacar también la claridad del Gobierno y su énfasis al rechazar la combinación de armas y política que insinuó “Andrés París”, vocero de las Farc, en una entrevista al enviado especial de El País a Cuba. Sin embargo, la resistencia de la guerrilla en dejar las armas antes de reintegrarse a la vida civil y al ejercicio de la política demuestra hasta dónde parecen malinterpretar la voluntad del pueblo colombiano. Como lo indica también su persistencia en dar a entender que se está negociando una especie de refundación del Estado y la Democracia en Colombia, desconociendo de paso la poca o ninguna representatividad que tienen.Con esas salvedades se inicia entonces la ronda. Cabe anotar que uno de los temas acordados en el segundo punto del documento que dio vida a los diálogos se refiere al “acceso a medios de comunicación” para las Farc. Asunto que debe ser precisado, para evitar interpretaciones que comprometan la libertad y autonomía que ha caracterizado al país durante casi toda su existencia republicana. No vaya a ser que aparezcan sorpresas que conviertan en camisa de fuerza para la prensa lo que debe ser ante todo un compromiso surgido de la voluntad de apoyo que tengan los medios y no de la imposición.

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