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Planeación en serio

"Basta saber que el Plan de Desarrollo que se discute en el Congreso tuvo que ser modificado antes de su presentación porque algún funcionario pretendía usarlo para modificar la edad de jubilación. Y que ahora se discute un proyecto con más de 250 artículos, cuando el inicial lo constituían sólo 170".

26 de abril de 2011 Por:

"Basta saber que el Plan de Desarrollo que se discute en el Congreso tuvo que ser modificado antes de su presentación porque algún funcionario pretendía usarlo para modificar la edad de jubilación. Y que ahora se discute un proyecto con más de 250 artículos, cuando el inicial lo constituían sólo 170".

Si nada raro ocurre, el Congreso de la República aprobará el Plan Nacional de Desarrollo y de inversiones públicas al finalizar sus sesiones esta semana. Con ello se habrá cumplido un procedimiento obligado cada año, sin que por ello pueda decirse que se decidió allí una verdadera carta de navegación para Colombia. Por ser una ley orgánica, la norma que establece el plan tiene trámites especiales y mayorías calificadas para su aprobación. Y de acuerdo con jurisprudencia de la Corte Constitucional, no se le exige la unidad de materia que requieren las leyes ordinarias para evitar la presencia de los ‘micos’ de frecuente aparición, debido precisamente al amplio espectro de asuntos y detalles que cubre cualquier Plan de Desarrollo. Esa diversidad, sin duda una virtud porque permite tomar decisiones rápidas para dirigir la acción del Estado, es sin embargo su más grave enemigo. En efecto, además de enunciar los grandes temas sobre los que girará la acción de los gobiernos en el cuatrienio que les corresponde, es usado para tomar decisiones que nada tienen que ver con la Planeación entendida como una verdadera carta de navegación para las entidades públicas y un derrotero a seguir en materia de inversión y consecución de recursos. Basta saber que el Plan que se discute en el Congreso tuvo que ser modificado antes de su presentación porque algún funcionario pretendía usarlo para modificar la edad de jubilación. Y que ahora se discute un proyecto con más de 250 artículos, cuando el inicial lo constituían sólo 170. De ahí que se construya un monstruo de $564 billones que serán supuestamente invertidos durante los próximos cuatro años y en la más variada gama de ofertas, bienes y servicios a construir y realizar, sin que esté definida la existencia de esa increíble cifra y la responsabilidad en caso de que no se ejecute. Es como un globo que se infla a dos manos. La del Gobierno que quiere solucionar por la vía rápida problemas como la caída de una parte importante de los decretos de la emergencia social declarada a raíz del desastre invernal. Y la de los congresistas que, prevalidos de la obligación de conseguir la mayoría absoluta para aprobarlo y de la facultad que la Constitución les reconoce para modificar su contenido, presentan proyectos y demandas de inversiones en sus regiones que no necesariamente tienen relación con la marcha del Estado.Y en esa piñata, la Nación termina confundida, sin saber cuál será el derrotero claro para el siguiente cuatrienio. Y sorprendida, ante los ‘micos’ que le cuelgan los legisladores y los ‘goles’ que anota el Ejecutivo al adoptar decisiones que, como el cumplimiento de las exigencias de los Estados Unidos para revivir el TLC con ese país, demandan un debate a fondo por las implicaciones que tiene sobre la autonomía de nuestro Estado.La Planeación usada con seriedad es el mejor instrumento para orientar cualquier empresa. Pero cuando se usa como sucede en Colombia cada cuatro años, pierde su sentido y se transforma apenas en herramienta para legislar a destajo sin lograr el objetivo de construir un mejor país.

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