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Oportunidad para la JEP

Sin haber actuado, la JEP ya es cuestionada por quienes exigieron su creación como alternativa para evitar el castigo que deberían recibir por sus delitos. Toda una estrategia diabólica que deja en el aire él que según el acuerdo negociado en La Habana debería ser el núcleo de la paz estable y duradera.

7 de octubre de 2018 Por: Editorial .

Desde su creación, la Justicia Especial de Paz ha estado en el centro de la polémica, recibiendo ataques y protagonizando polémicas que han creado un ambiente cada vez más enrarecido. Es momento para pedir que tanto desde su interior como desde los distintos estamentos institucionales y políticos se le dé el espacio necesario para la misión que debe cumplir en los acuerdos con las Farc.

La JEP es el núcleo del proceso de paz. Su nacimiento fue producto de una negociación política y va dirigida a aplicar una justicia restaurativa en la que se privilegian la verdad, la justicia y la reparación a las víctimas por encima de la sanción penal a los victimarios. Es pues un mecanismo especial que busca crear concordia, a la par que pretende encontrar la verdad para superar el conflicto.

En ese orden de ideas, la nueva jurisdicción debió ser rodeada de las garantías necesarias para que pueda cumplir la misión que le ha sido encomendada, y sus integrantes debieron actuar con la prudencia y el sigilo necesario para darle credibilidad. Sin embargo, lo que hasta ahora ha ocurrido causa preocupación y arriesga con restarle legitimidad y capacidad para cumplir su papel como instrumento serio para construir la paz estable y duradera.

Para poner un ejemplo, la polémica sobre la posible extradición de alias Jesús Santrich por delitos de narcotráfico cometidos después del primero de diciembre de 2016 no le ha hecho bien a la JEP. Y ahora, la acusación contra algunos de sus funcionarios sindicados de querer favorecer a ciertos exguerrilleros que están en vísperas de ser juzgados y la confrontación ya casi permanente con la Fiscalía General de la Nación, sólo le producen daño a la que debiera ser el símbolo de la reconciliación.

A ello hay que agregar el debate público en los medios de comunicación desde el inicio de la JEP. Cuando no son las declaraciones y las diferencias que se producen a causa de la aplicación de una herramienta novedosa como la justicia restaurativa, son los comunicados y los pronunciamientos frecuentes de su presidenta y algunos magistrados los que alimentan un ambiente de pugnacidad y de protagonismo innecesario.

Ahora, el incidente de la inspección del organismo investigador en el expediente por los secuestros de las Farc desató otro enfrentamiento desafortunado. Y si bien todo parece volver a su cauce, ya son los exintegrantes de las Farc y sujetos de la acción de la JEP quienes anuncian que recurrirán a la justicia internacional para resguardar sus derechos que, sin razón alguna, consideran violados.

Es decir, sin haber actuado, la JEP ya es cuestionada por quienes exigieron su creación como alternativa para evitar el castigo que deberían recibir por sus delitos. Toda una estrategia diabólica que deja en el aire él que según el acuerdo negociado en La Habana debería ser el núcleo de la paz estable y duradera.

Así no se consigue darle firmeza a la JEP. Por el contrario, tanta polémica y declaraciones que van y vienen sólo llevarán a la pérdida de credibilidad de un instrumento excepcional llamado a ser la clave para la reconciliación y el futuro en paz de Colombia.

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