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Oportunidad de cambio

No es un misterio que la actividad social en todos los niveles ha sufrido un golpe rudo. Pero también es claro que desde ya hay que empezar a redefinir lo que Colombia va a hacer para recuperar lo perdido en medio de una emergencia en la cual ha sido necesario asegurar la salud y la vida humana por encima de cualquier consideración.

6 de abril de 2020 Por: Editorial .

No es un misterio que la actividad social en todos los niveles ha sufrido un golpe rudo. Pero también es claro que desde ya hay que empezar a redefinir lo que Colombia va a hacer para recuperar lo perdido en medio de una emergencia en la cual ha sido necesario asegurar la salud y la vida humana por encima de cualquier consideración.

Hasta ahora, el Gobierno Nacional se graba por un Plan Nacional de Desarrollo aprobado hace un año por el Congreso de la República, en aplicación de mandatos constitucionales. En ese plan denominado ‘Pacto por Colombia, pacto por la equidad’, están los lineamientos sobre los cuales se moverían la Nación, la inversión pública y la atención a los problemas sociales, así como las líneas para impulsar el progreso.

Pero todo ha cambiado en forma dramática, al punto en que se debió decretar la emergencia, algo que ocurre muy pocas veces. Y el Estado ha tenido que parar esos programas, debiendo desviar sus recursos y sus esfuerzos, mayúsculos por cierto, a la atención de una pandemia que afecta a miles de colombianos, obligando a una parálisis que si bien no ha sido total, está dejando graves daños al ingreso de las familias, a las arcas oficiales que no son infinitas, y a la actividad tanto pública como privada.

Así las cosas, puede decirse que entramos en una economía de guerra, como afirman especialistas, y no solo desde el punto de vista de ingresos y egresos o de generación de riqueza. Es la necesidad y el deber de empezar a reconstruir los lazos sociales y económicos y de superar el momento en el cual son indispensables los subsidios, los alivios, las donaciones y la generosidad.

Por lo tanto, hay que comenzar a bosquejar la necesidad de armar los planes que sean necesarios en la Nación, los departamentos y municipios para reactivar en el mediano plazo la posibilidad de generar progreso y estabilidad. Y de alinear el gasto público de todos los niveles como presupuesto para producir esa reactivación que necesitará nuestra sociedad.

También será ineludible la alineación en idéntico sentido de la actividad empresarial sea grande, mediana o pequeña. Colombia es un país donde abunda la informalidad que significa desprotección, y puede ser la oportunidad para crear salidas que permitan corregir esos problemas, generadores de inequidad pero también de evasión y de ilegalidad.

Quizás llegó el momento de actuar con decisión para detener la corrupción que se queda con cifras billonarias de los recursos públicos. Ello implica en primer lugar el esfuerzo de los sectores políticos que deben combatir el clientelismo, germen de esa pandemia que desmoraliza e impide el progreso, y de los sectores de la actividad privada que se han acostumbrado a usar esa corrupción para su beneficio egoísta y nocivo.

El asunto es de proporciones gigantescas, tomará muchos años y requerirá ante todo de la conciencia y la responsabilidad con nuestra Nación. Es la oportunidad para salir adelante y tener una sociedad mejor o de repetir los vicios y las ataduras que hasta ahora son impedimentos graves para un mejor futuro.

En las manos de todos los colombianos estará escoger la opción que deseamos para tener un mejor país.

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