El pais
SUSCRÍBETE

No más pólvora

Ante la amenaza que representa la pólvora ilegal y su manejo indiscriminado, las medidas represivas contra ella no pueden ser reducidas ni mucho menos suspendidas. En juego están la tranquilidad de los hogares colombianos y la salud de miles de personas.

6 de diciembre de 2016 Por:

Ante la amenaza que representa la pólvora ilegal y su manejo indiscriminado, las medidas represivas contra ella no pueden ser reducidas ni mucho menos suspendidas. En juego están la tranquilidad de los hogares colombianos y la salud de miles de personas.

Empieza diciembre y con el regresa la temporada de fiestas y vacaciones, de reuniones familiares y de los buenos propósitos. Sin embargo, con él reaparece la amenaza de la pólvora que destruye vidas y causa tragedias si no se utiliza con las medidas de seguridad que requiere una actividad peligrosa y llena de riesgos. La historia de nuestro país y en especial de nuestra región está llena de accidentes causados por la pólvora con la cual se pretende dar a entender alegría y júbilo. Son miles de familias que han pasado de la celebración al lamento en el instante que transcurre durante una explosión; de niños y adultos que perdieron la vida o sufrieron mutilaciones por culpa de la pólvora que momentos antes consideraban inofensiva, y adquirieron de manera clandestina como si fuera un juego. Lo paradójico del asunto está en que las autoridades que se comprometen a perseguir ese material ilegal, o los alcaldes que decretan la prohibición de su venta, son acusados de perseguir costumbres en apariencia ancestrales y de impedir el trabajo honrado, la manera de llamar al rebusque que practican los fabricantes y expendedores ilícitos. Por el contrario, esas autoridades deben ser apoyadas por todos los ciudadanos, con el convencimiento de que están ayudando a defender vidas humanas y a impedir que las fiestas se conviertan en tristezas. Durante esa temporada, los medios de comunicación empiezan a registrar el crecimiento de las estadísticas sobre las niñas y los niños quemados por la pólvora que los adultos les suministran. Igual deben registrar las explosiones en las fábricas clandestinas que abastecen la demanda creada por quienes todavía piensan que está bien arriesgar la integridad de ellos y de sus seres queridos. Oferta y demanda más necesidades económicas se usan para justificar una actividad que ha demostrado ser origen de dramas que pueden evitarse.Son crónicas de tragedias anunciadas, en las que los compradores se obstinan en desconocer las advertencias y las medidas de las autoridades para proteger a los ciudadanos, o en prestarse al juego macabro de la pólvora clandestina. Y después tienen que contar su experiencia, lamentando ya en forma tardía su proceder, cuando el daño está hecho y los niños, casi siempre las primeras víctimas, enfrentan consecuencias para el resto de su existencia, cuando no la muerte.Ante la amenaza que representa la pólvora ilegal y su manejo indiscriminado, las medidas represivas contra ella no pueden ser reducidas ni mucho menos suspendidas. En juego están la tranquilidad de los hogares colombianos y la salud de miles de personas. Ya no pude ser posible que se mantenga una especie de complicidad con un negocio que puede generar algunos pesos para sus vendedores, pero puede ocasionar daños irreparables a sus usuarios.Pero ellas tienen que ser complementadas con las campañas de educación que sean necesarias para cambiar la actitud de los caleños y los colombianos frente a un elemento peligroso que puede ser su peor enemigo y el de su familia. Celebrar no puede ser sinónimo de tragedia.

AHORA EN Editorial