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No a la violencia

"Los más perjudicados con la protesta de los ntransportadores fueron los centenares de miles de caleños que no pudieron transitar por la ciudad, y debieron pagar a cualquier tipo de transporte para asistir a sus sitios de trabajo. Y la ciudad en su conjunto, que debió soportar el vandalismo destructor que aprovechó el inconformismo de quienes se sienten perjudicados por el cambio que se está produciendo en el transporte público de la capital vallecaucana".

21 de marzo de 2014 Por:

"Los más perjudicados con la protesta de los ntransportadores fueron los centenares de miles de caleños que no pudieron transitar por la ciudad, y debieron pagar a cualquier tipo de transporte para asistir a sus sitios de trabajo. Y la ciudad en su conjunto, que debió soportar el vandalismo destructor que aprovechó el inconformismo de quienes se sienten perjudicados por el cambio que se está produciendo en el transporte público de la capital vallecaucana".

El pasado miércoles, Cali fue sorprendida por la arremetida violenta de quienes piensan que creando el caos, agrediendo el patrimonio público y obstaculizando la vida de la gente, se pueden imponer criterios e intereses. Fue el estallido de un movimiento organizado que causó daños y generó desconcierto, aprovechando las peticiones y las protestas, en muchos casos justas, de quienes se sienten perjudicados por la entrada en vigencia del Sistema de Transporte Masivo. Una persona muerta, nueve heridas, 140 buses del MÍO dañados, entre los cuales dos quemados en las horas de la noche por los interesados en agudizar la confrontación y causar alarma, fue el resultado de la jornada violenta. Pero los más perjudicados fueron los centenares de miles de caleños que no pudieron transitar por la ciudad, y debieron pagar a cualquier tipo de transporte para asistir a sus sitios de trabajo. Y la ciudad en su conjunto, que debió soportar el vandalismo destructor que aprovechó el inconformismo de quienes se sienten perjudicados por el cambio que se está produciendo en el transporte público de la capital vallecaucana. Por supuesto, esa protesta tiene que ser escuchada. Son decenas de personas que deberán cambiar de trabajo y de pequeños empresarios para quienes los buses y busetas representan su patrimonio y su fuente de ingresos. Aunque el cambio se sabe desde hace diez años, cuando se empezó a construir el MÍO, no por ello se les puede obligar a la resignación, ni incumplir con el pago de los valores acordados para la chatarrización. Pero si bien es necesario tener un diálogo para escuchar sus reclamos, tampoco puede ser eterno y sin que se tomen las decisiones que se requieren para mejorar la calidad de vida de los caleños. Esa realidad fue usada el pasado miércoles para generar un bloqueo en quince sitios neurálgicos para la circulación de la ciudad. Es claro entonces que lo que se quería era producir era un infarto que desencadenara la protesta de los ciudadanos. Lo que siguió entonces fue una explosión de violencia, donde se mezcló la protesta legítima con la intención de crear el caos mediante la destrucción de los bienes públicos y la provocación a las autoridades. Es decir, la protesta social legítima fue aprovechada para crear el desconcierto. Y en el medio quedaron los caleños que padecieron los bloqueos y el daño que pretendieron causarles los que usaron la protesta para ponerla al servicio de sus ambiciones políticas o económicas. Luego de horas de desconcierto y con la decisión de las autoridades municipales y la Fuerza Pública de no negociar con los violentos, Cali fue recuperando su tranquilidad, la cual trataron sin éxito de alterar de nuevo el día de ayer, gracias a la reacción oportuna. Fue un desafío que debe llevar a reflexiones. El primer asunto que necesita reconocerse es que, para bien de la ciudad y sus habitantes, el MÍO no tiene reversa. El segundo es que quienes resulten lesionados deben ser escuchados y se tienen que buscar soluciones para ellos, cumpliendo los compromisos acordados. Y por último, es necesario dejar en claro que la violencia y el vandalismo son inaceptables para resolver los problemas de nuestra ciudad.

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