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No a la insensibilidad

Diecisiete personas asesinadas en las calles de Cali durante el fin de semana pasado deberían ser motivo suficiente para que se conmueva la sociedad y se llame a la reacción.

17 de diciembre de 2019 Por: Editorial .

Diecisiete personas asesinadas en las calles de Cali durante el fin de semana pasado deberían ser motivo suficiente para que se conmueva la sociedad y se llame a la reacción. Es una cifra de horror que no puede ser explicada sólo con los tradicionales argumentos de las “estructuras delincuenciales” que sin duda son parte importante de esa estadística luctuosa.

Es como si la ciudad hubiera perdido la sensibilidad sobre uno de los peores males que la agobian, aquella que debería traducirse en la reacción social contra la tragedia que se produce con esos asesinatos. Hogares, familias que son destrozadas por esa violencia, vidas humanas de gente en su mayoría menor de treinta años que se pierden mientras la ciudad continúa preparándose para la fiesta y volviendo al consumo sin límite ni responsabilidad de alcohol o de estupefacientes que desencadena conflictos y riñas, desembocando en lances en los cuales el respeto por la existencia pierde su importancia como el valor más importante para cualquier comunidad civilizada.

No es pues un asunto exclusivo de las organizaciones que se disputan el control del tráfico de drogas ilícitas, ni aquellos que se desencadenan por la confrontación entre pandillas, males crónicos con los cuales se ha pretendido explicar. Ni es algo que se pueda limitar en el interés, sin duda loable, de reducir a como dé lugar el número de homicidios, que hoy ronda ya los 1100 en lo corrido del 2019.

Es triste tener que reconocer que, al parecer, no hay la educación ni la creación de cultura que inculquen la responsabilidad de cada ciudadano en el mantenimiento de la concordia que requiere una sociedad como la que está formándose en Cali. Y más grave es endilgarle toda esa responsabilidad a la Policía, mientras existen autoridades que consideran necesario anteponer la generación de ingresos al deber de establecer barreras que eviten el derramamiento de sangre y defiendan la convivencia que impide esas estadísticas de terror.

Como lo anotó el Comandante Operativo de la Policía Metropolitana al analizar los resultados, las estadísticas muestran la relación que existe entre el pago de primas y quincenas y el incremento de hechos de sangre. Ese dato, que parece ignorado a pesar de que fue puesto de presente por el exalcalde Rodrigo Guerrero en 1993, debe llevar a crear estrategias de educación y de seguridad para hacer que los caleños tomen conciencia y asuman la responsabilidad de defender la concordia y evitar lo que después se convierte en lamentos y justificaciones.

¿Dónde está entonces la acción de los educadores y de los padres de familia para formar a los jóvenes en el comportamiento que impide la muerte? ¿Y dónde la reacción social que permite crear las defensas para evitar esas muertes y condenar lo que destruye la vida en Cali?

Los asesinatos del pasado fin de semana en Cali deberían llamar al debate público y a la reflexión social. Así como nuestra ciudad es la capital de la alegría, también debe despertar de la insensibilidad que muestra frente a lo que es la peor tragedia humana y social.

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