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Muerte lenta

"El dedo acusador apunta hacia la humanidad que no ha medido las consecuencias de sus actos y poco ha hecho para reversar sus efectos sobre el medio ambiente. El deshielo tiene sus orígenes principalmente en el cambio climático y en el consecuente calentamiento global; y también en la colonización desaforada de tierras cada vez más cercanas a las zonas nevadas".

16 de marzo de 2013 Por:

"El dedo acusador apunta hacia la humanidad que no ha medido las consecuencias de sus actos y poco ha hecho para reversar sus efectos sobre el medio ambiente. El deshielo tiene sus orígenes principalmente en el cambio climático y en el consecuente calentamiento global; y también en la colonización desaforada de tierras cada vez más cercanas a las zonas nevadas".

La próxima generación de colombianos apenas creerá que en este país tropical y cada vez más caliente alguna vez fue posible ver la nieve en los picos de sus montañas. Será pronto. Si acaso pasarán 9 años, o 20 más si la suerte está de este lado y se logra retrasar el proceso, para que la extinción total de los glaciares nacionales sea una realidad y se empiecen a sentir las devastadoras consecuencias de haberlos dejado morir. A Colombia le quedan hoy 6 de los 17 nevados que existían dos siglos atrás. Entonces eran 374 kilómetros cuadrados de masa glaciar distribuidos por la geografía nacional, que hacían parte de un fenómeno considerado digno de estudio: cómo se daban nieves perpetuas en una región tropical, tan cercana a la línea ecuatorial. Hoy son solo 45 kilómetros cuadrados, y de acuerdo a investigaciones adelantadas por expertos de la Universidad Nacional, en el 2022 no habrá ninguno si continúa el descuido. El dedo acusador apunta hacia la humanidad que no ha medido las consecuencias de sus actos y poco ha hecho para reversar sus efectos sobre el medio ambiente. El deshielo tiene sus orígenes principalmente en el cambio climático y en el consecuente calentamiento global; y también en la colonización desaforada de tierras cada vez más cercanas a las zonas nevadas. El 54% de los glaciares colombianos desaparecieron en los últimos 30 años, y desde el año 2000 vienen reduciéndose a una tasa de 3 kilómetros anuales. Por eso los cálculos de extinción total son reales aunque suenen pesimistas. De ahí la urgencia de proponer políticas ambientales y decisiones drásticas de los Estados que permitan atender las consecuencias que generará su pérdida. Los sistemas de páramos y bosques de altas montaña verán afectados sus ciclos hídricos y con el fin de los nevados llegará también el de una parte importante de los nacimientos de agua del país. Las comunidades cercanas a los glaciares, que por siglos han sabido aprovechar sus bondades, ya no tendrán cómo abastecerse de agua. A todos hay que proteger luego de que los las montañas nevadas sean apenas un recuerdo.Colombia es el ejemplo cercano y directo de la muerte ya no tan lenta de los glaciares sino acelerada por la irresponsabilidad. Pero el fenómeno es global y se extiende por el planeta de forma incontrolable desde África hasta Norteamérica, desde el Ártico hasta la Antártida. La cadena montañosa del Himalaya ya perdió el 30% de su masa de nieve, y el monte Kilimanjaro se quedó sin el 80% de ella por lo que su fin se anuncia para el año 2040. El colofón es triste. De la imponencia de esas montañas cubiertas de nieve que hacían enorgullecer e incluso sorprenderse a los colombianos, ya queda poco. Los volcanes nevados del Ruiz, Huila, Santa Isabel y Tolima, al lado de las sierras nevadas de Santa Marta y del Cocuy entraron ya en el corredor irreversible de la muerte, frente a los ojos impotentes del país, del mundo y de unas sociedades que siguen sin reaccionar como deberían para no agotar al planeta que les ha dado la vida.

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