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Matar al mensajero

Resulta insólito que un presidente de los Estados Unidos, el país de la democracia y de la libertad de prensa, califique al periodismo como enemigo del pueblo. Y todo porque no soporta la crítica, en particular en su forma de actuar frente a asuntos como la discriminación racial, la supremacía blanca, la persecución a los inmigrantes, la separación de las familias, el armamentismo y las matanzas masivas.

19 de agosto de 2018 Por: Editorial .

En un hecho sin precedentes, 350 periódicos de Estados Unidos se unieron para rechazar los ataques sistemáticos del presidente Donald Trump. Cada medio impreso publicó un editorial en el que se hace una defensa del papel que desempeña en una sociedad una prensa independiente y su importancia en la refrendación de los valores democráticos.

“En 2018, algunos de los ataques más destructivos proceden de miembros de la administración. Criticar a los medios de comunicación por dar una importancia excesiva o demasiado escasa a una noticia o por ofrecer datos equivocados es perfectamente legítimo. Los periodistas y sus redactores jefes son humanos y cometen errores, y corregirlos es uno de los elementos cruciales de nuestro trabajo. Pero insistir en que las verdades que no nos gustan son “noticias falsas”, es peligroso para la existencia de la democracia. Y llamar a los periodistas “enemigos del pueblo” es peligroso, sin más”.

Así dice uno de los apartes del editorial publicado por The New York Times, que advierte cómo los ataques más dañinos contra la prensa provienen de la Casa Blanca. Es que resulta insólito que un presidente de los Estados Unidos, el país de la democracia y de la libertad de prensa, califique al periodismo como enemigo del pueblo. Y todo porque no soporta la crítica, en particular en su forma de actuar frente a asuntos como la discriminación racial, la supremacía blanca, la persecución a los inmigrantes, la separación de las familias, el armamentismo y las matanzas masivas. O que desnuden lo que ocurrió entre los miembros de su campaña presidencial y su familia con los rusos.

Lo que está sucediendo hoy en Estados Unidos es una estrategia para liquidar al mensajero, con el propósito de ocultar el mensaje, es decir, de desviar la atención sobre sus errores, los cuales el periodismo independiente tiene la obligación de revelar. La confianza en la prensa libre ha sido la víctima preferida de Trump. El mandatario estadounidense olvida, como dice el editorial, que “el debate público es una obligación política, como lo dictaminó el Tribunal Supremo en 1964. Ese debate deber ser ‘desinhibido, vigoroso y abierto’ y ‘puede llegar a incluir ataques vehementes, cáusticos e incluso desagradablemente ácidos contra el gobierno y las autoridades públicas’”.

Pero en el estado que se inventa el cuestionado presidente, revelar hechos como que el abogado de un mandatario compre silencios de prostitutas o poner en evidencia las mentiras en que incurre es convertirse en “enemigo del pueblo”. Que la mayoría de los estadounidenses estén felices por los progresos económicos no significa que aprueben la manera en que Trump está destruyendo la imagen de su país en sus escandalosas y absurdas peleas con sus aliados.

Los medios estadounidenses han hecho su llamado para que Trump cese su guerra contra la prensa. Se equivoca al considerar que los medios son el enemigo, la manera de desvirtuar su papel en el control independiente de un gobierno. Sin prensa libre no hay democracia y eso, a juzgar por sus actitudes, pareciera ser lo que desea el Presidente.

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