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¡Masacre!

No obstante, cualquiera sea la razón que impulsó al homicida, lo cierto es que la libertad para adquirir y portar armas en los Estados Unidos vuelve a emerger como gran enemigo de su sociedad.

13 de junio de 2016 Por:

No obstante, cualquiera sea la razón que impulsó al homicida, lo cierto es que la libertad para adquirir y portar armas en los Estados Unidos vuelve a emerger como gran enemigo de su sociedad.

Cincuenta muertos, cincuenta y tres heridos y la conmoción de una ciudad pacífica, es el saldo inicial de la matanza cometida por un tirador en un club de homosexuales en Orlando, Florida, Estados Unidos. De encontrar sus reales motivaciones dependerán muchas cosas en un país en el cual la tolerancia hacia la diversidad, es clave en la campaña presidencial en desarrollo. El tiroteo que empezó a las dos de la mañana del pasado domingo fue algo nunca visto en la ciudad hasta ahora conocida por ser la sede del Centro Espacial Kennedy y del parque de diversiones más grande del mundo. Un hombre, Omar Mir Seddique Meteen, de ascendencia afgana y nacido en Nueva York, disparó sin contemplaciones contra cientos de personas en el establecimiento. No tuvo compasión ni miramientos y sólo fue detenido tres horas después por el ataque de la Policía que lo dio de baja. ¿Qué motivó ese terrible homicidio colectivo? Aunque el atacante dio declaraciones en las cuales afirma alguna relación con el Estado Islámico, allegados a él como su padre y su exesposa lo atribuyen a su posible homofobia, a su carácter violento y a un probable desquiciamiento. De otra parte, el presidente Barack Obama habla de un acto terrorista y de odio, dando a entender que sí tiene relación con el EI. Y tanto la policía como los organismos de seguridad guardan cautela, mientras se sabe que Omar Seddiqui había sido investigado por posibles relaciones con el extremismo yihadista, siendo liberado en tres ocasiones. No obstante, cualquiera sea la razón que impulsó al homicida, lo cierto es que la libertad para adquirir y portar armas en los Estados Unidos vuelve a emerger como gran enemigo de su sociedad. Al igual que el hombre que en la madrugada del mismo domingo fue detenido con armas en California y quien pretendía atacar el desfile del Orgullo Gay en la ciudad de Santa Mónica, tenía la intención de destruir vidas, fundamentado en la intolerancia y respaldado por el poder que le daba el armamento a su alcance. La masacre es la más grande desde los hechos del 11 de septiembre de 2001, y el ataque terrestre más letal en la historia de los Estados Unidos. Sus consecuencias dependerán de confirmar si se trató de un acto de intolerancia, caso en el cual ese país deberá revivir el eterno debate sobre el peligro que representa permitir el armamento indiscriminado que se une con la falta de control sobre los antecedentes y los comportamientos de los compradores.Y si se trata de un ataque del EI, la respuesta será distinta. Además de la retaliación que pueda esperarse como resultado del miserable hecho, no cabe duda que éste influirá en una campaña marcada por las propuestas de Donald Trump para revisar las relaciones con el mundo islámico dentro y fuera de su país. Estados Unidos está de nuevo de luto por una masacre donde la combinación de libertad con el porte libre de armas entrega otro centenar de víctimas del terror que ella puede producir. Es el momento para la solidaridad con los afectados y para esperar la respuesta contra un hecho que no tiene justificación alguna.

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