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Los diálogos de paz

Durante el 2013, la mesa de diálogo ha capturado la atención del país. Incluso, ha generado una polarización que parece crecer, ante la actitud desafiante de la guerrilla que la usa para conseguir reconocimientos y hacer anuncios sobre asuntos que no fueron incluidos en el acuerdo que dio inicio a los diálogos.

27 de diciembre de 2013 Por:

Durante el 2013, la mesa de diálogo ha capturado la atención del país. Incluso, ha generado una polarización que parece crecer, ante la actitud desafiante de la guerrilla que la usa para conseguir reconocimientos y hacer anuncios sobre asuntos que no fueron incluidos en el acuerdo que dio inicio a los diálogos.

De los grandes temas que ocuparon al Estado y a la población colombiana, las negociaciones con las Farc fueron las grandes protagonistas del año que termina. En ellas se hicieron patentes el gran interés de la Nación por terminar la violencia, el esfuerzo del Gobierno Nacional por lograr un acuerdo que responda a ese anhelo y la actitud de la guerrilla que siembra la duda sobre sus verdaderas intenciones y el futuro de los diálogos. Así no hayan producido acuerdos definitivos en los puntos que hasta ahora se han discutido, los diálogos de la Habana han tenido gran despliegue y discusión en todos los estamentos de la sociedad colombiana. Es el interés de un pueblo que lleva muchas décadas padeciendo una violencia irracional que se viste de reivindicaciones políticas para justificar hechos atroces que destruyen vidas y oportunidades de progreso, además de sembrar zozobra e incertidumbre en las posibilidades de desarrollo. Esa realidad es la que ha generado la obligación de darle prioridad a la inversión de recursos en el fortalecimiento de la capacidad bélica de la Fuerza Pública. Sus resultados están a la vista en los progresos logrados durante la última década en el combate a las distintas formas de delincuencia organizada, incluidas las Farc. Sin embargo, el diálogo ha sido siempre una opción a la cual se ha recurrido como opción válida y necesaria para cesar el derrame de sangre. Eso es lo que hizo el presidente Juan Manuel Santos, al anunciar en agosto de 2012 el establecimiento formal de una negociación con el grupo guerrillero en La Habana. Durante el 2013, la mesa de diálogo ha capturado la atención del país. Incluso, ha generado una polarización que parece crecer, ante la actitud desafiante de la guerrilla que la usa para conseguir reconocimientos y hacer anuncios sobre asuntos que no fueron incluidos en el acuerdo que dio inicio a los diálogos. Y como ha ocurrido en otras ocasiones, esa manera de actuar, conocida de sobra por los colombianos, vuelve a producir una barrera de desconfianza nociva para el futuro del proceso en el cual apenas se han logrado acuerdos parciales en dos puntos, el sector agrario y la integración de las Farc a la política nacional. Sin embargo, el Gobierno insiste en su optimismo sobre el proceso, aunque le llueven críticas de los sectores políticos encabezados por el expresidente Álvaro Uribe y de quienes creen en la buena intención del presidente Santos pero desconfían de las Farc. Esa fe es la que ha permitido mantener con vida la negociación, a pesar de hechos terribles como el ataque terrorista a Inzá en el departamento del Cauca. Al empezar el 2014, no hay dudas sobre la importancia capital que tendrán los diálogos de La Habana en el interés nacional. Más aún, cuando se producirán elecciones para el Congreso y la Presidencia de la República, y el presidente Santos ya anunció su intención de aspirar a la reelección inmediata y la búsqueda del acuerdo con las Farc será el tema central de su campaña. Lo cual indica que, así como el 2013, la negociación en La Habana volverá a ser protagonista principal en el año que se inicia el próximo miércoles.

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