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Lo que está en juego

Aunque ya no parecen quedar posibilidades de convencer a Corea del Norte de cesar sus desafíos y se agota la paciencia de quienes están padeciendo la amenaza y la incertidumbre, deben quedar algunas esperanzas de que la razón se imponga y se desactive lo que hoy es motivo de preocupación para toda la humanidad.

29 de agosto de 2017 Por: Editorial .

En un problema que crece e involucra más y más elementos sin encontrar salida se ha convertido la amenaza militar de Corea del Norte frente a sus vecinos y el duelo hasta ahora verbal del presidente de los Estados Unidos con el régimen de Pyongang. Es también la demostración de impotencia de la Organización de Naciones Unidas para detener un conflicto que amenaza con convertirse en el holocausto de millones de personas.

Lo último y quizás más sensible ocurrió ayer, cuando Corea del Norte lanzó un misil que pasó por encima de Japón y cayó a 2700 metros del sitio de su lanzamiento. Con ello probó que puede llegar a Guam, la isla donde está una de las bases de los Estados Unidos, respondiendo así a la última de las declaraciones del presidente Trump en las cuales amenazó con “desatar una furia y un fuego jamás vistos en este mundo”.

Es la respuesta sistemática de los norcoreanos a cada presión que recibe por sus actuaciones que, no hay duda, hoy son el gran desafío a la estabilidad del mundo y pueden desencadenar una guerra de proporciones incalculables, empezando por los muertos que puede causar en Corea del Norte y del Sur y en Japón, además de comprometer en forma inevitable a China. A Kim Jong-un y a su régimen parece no importarles que el Consejo de Seguridad de la ONU aumente las sanciones ni las bravatas del presidente de los Estados Unidos a través de Twitter.

De otra parte, cada vez es más claro que el único país capaz de detener la amenaza de Corea del Norte es China. Pero su Gobierno se limita a dar consejos y advertencias sobre la posibilidad de una invasión o cualquier acto bélico contra el gobierno totalitario de su vecino, que parece divertirse retando a la comunidad internacional con el poder nuclear y balístico que ha desarrollado mientras su pueblo es oprimido a extremos aterradores, se muere de hambre o es fusilado sin contemplaciones.

Ante el misil disparado ayer, Japón expresó su alarma y Corea del Sur volvió a reclamar acciones para detener el desafío de Corea del Norte. Sin embargo, la protesta más fuerte salió de la Embajadora de los Estados Unidos ante la ONU: “El lanzamiento del misil es inaceptable”, “ha violado todas las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU y creo que debemos tomar una decisión fuerte”. “Creo que tiene que ocurrir algo serio. Ya basta”, dijo la diplomática.

Todo indica entonces que las cosas están llegando a unos límites peligrosos, donde se agotan las vías de la persuasión y no parece existir un compromiso de China por hacer entrar en razón al régimen de Kim Jong-un. Es como un juego que arriesga a producir un conflicto ya nuclear de proporciones inimaginables, en el cual pueden morir millones de seres humanos en instantes, además de desencadenar una conflagración mundial.

Aunque ya no parecen quedar posibilidades de convencer a Corea del Norte de cesar sus desafíos y se agota la paciencia de quienes están padeciendo la amenaza y la incertidumbre, deben quedar algunas esperanzas de que la razón se imponga y se desactive lo que hoy es motivo de preocupación para toda la humanidad.

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