El pais
SUSCRÍBETE

Las palabras y los hechos

Algunos bien intencionados, cansados de la larga destrucción que ha padecido nuestro país, han visto en esa declaración un cese el fuego, sin mirar con detenimiento que tal orden no habla de la población civil o de suspender las actividades de narcotráfico.

22 de noviembre de 2012 Por:

Algunos bien intencionados, cansados de la larga destrucción que ha padecido nuestro país, han visto en esa declaración un cese el fuego, sin mirar con detenimiento que tal orden no habla de la población civil o de suspender las actividades de narcotráfico.

Aprovechando la oportunidad que ofreció el inicio de los diálogos en La Habana, el segundo de las Farc anunció la orden de “cesar toda clase de operaciones ofensivas contra la Fuerza Pública” durante los próximos dos meses, así como detener “los actos de sabotaje contra la infraestructura pública y privada”. Decisión a todas luces efectista que parece destinada a cautivar la galería y a crear un cerco a la decisión de mantener la ofensiva militar contra los generadores de violencia.Algunos bien intencionados, cansados de la larga destrucción que ha padecido nuestro país, han visto en esa declaración un cese el fuego, sin mirar con detenimiento que tal orden no habla de la población civil o de suspender las actividades de narcotráfico. Otros y otras pretenden obligar a Colombia a soltar las campanas al vuelo y expedir la condena inmediata contra la posición del Estado de negarse a un cese bilateral del fuego, olvidando las decenas de veces que las Farc los han aprovechado para fortalecer sus golpeadas estructuras militares y sus redes de apoyo, hoy en franco retroceso. Empecemos por el principio: ¿Acaso ese “cese el fuego unilateral” es verificable? Y si así lo es, ¿quién o qué entidad lo está verificando? ¿Quién decide cuándo las acciones de las Farc serán de carácter defensivo y cuáles las de carácter ofensivo? ¿Quién le asegura a Colombia, y a la comunidad internacional a la cual se quiere impresionar con el anuncio, que todos los integrantes de la guerrilla están dispuestos a aceptar la orden de que habló ‘Iván Márquez’ a su entrada al Centro de Convenciones de La Habana?Y sigamos por los resultados de orden práctico: ¿Existe alguna seña o algún asomo de cambio en la actitud de las Farc que le puedan generar la suficiente confianza a nuestra Nación en la palabra de un movimiento caracterizado por sus mentiras y traiciones como las ocurridas con el despeje de El Caguán? ¿Hay siquiera un acto de humildad y no de arrogancia en la posición de los que hoy fungen como negociadores, después de aquella declaración en la cual afirmaron que las víctimas son un tema intrascendental? Como ocurrió con la inclusión de la holandesa Tanja Nijmeijer y de ‘Simón Trinidad’ en su equipo negociador, lo cierto es que la orden de ‘Márquez’ es otro intento de las Farc por usar los diálogos como plataforma para impresionar a la opinión pública internacional, y no un efectivo aporte a la tranquilidad de los colombianos. Esa estratagema fue ignorada por los negociadores del Gobierno, que se han concentrado en su trabajo sin abrir oportunidades para cambiar la agenda ya acordada.Pese a los esfuerzos por convencer a Colombia sobre sus buenas intenciones, las palabras del segundo al mando de la guerrilla más anacrónica del mundo son eso, sólo palabras, más parecidas a un artilugio con el cual movilizar a la opinión para obligar a la Fuerza Pública a cesar su labor, que una declaración sincera y efectiva a la que se le puede creer. Para muestra el ataque ayer en Corinto contra una patrulla de soldados que se salvaron de caer en la trampa tendida por guerrilleros.

AHORA EN Editorial